jueves, 29 de marzo de 2018

HISTORIA SAGRADA (12)




La Ley de Santidad de los hebreos era una excepción en este mundo del Próximo Oriente, con una existencia más humana y que culmina en las palabras del Levítico 19,18: “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y que ocho siglos después las pronunciará Jesús: “Oísteis que se dijo: “amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo, mas yo os digo: “amad a vuestros enemigos y rogad por vuestros perseguidores. De este modo seréis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, el cual hace salir el sol sobre los malos y los buenos, y hace llover sobre los justos y los malvados, porque si amáis a quienes os aman ¿qué recompensa tendréis?”

“No profanes a tu hija prostituyéndola, no sea que se prostituya la tierra y se llene de libertinaje”

“Todo el que dé a Moloc a algunos de sus descendientes, morirá, la gente del país lo lapidará”

“El hombre que comete adulterio con una mujer casada, el hombre que cometa adulterio con la mujer de su prójimo, morirá: el adúltero y la adúltera; el hombre que se acuesta con la mujer de su padre…los dos morirán….si con su nuera, los dos morirán…el que se acueste con un  hombre  y con una mujer, morirá…si con una bestia, mataréis a los dos…igualmente una mujer con una bestia…si un hombre se acuesta con una mujer durante su flujo menstrual y descubre su desnudez…ambos serán borrados de en medio de su pueblo. No descubrirás la desnudez de…ni de…ni de…”

Acostarse con ellas es descubrir la desnudez de ellos y no tendrán hijos.

La carencia de hijos es propia del propio Dios, que hace estériles a los culpables.

Los hebreos podrán tener esclavos pero que no sean hebreos sino de los pueblos de alrededor, comprándolos, y podrán dejarlos en herencia a suss hijos, para que los posean en propiedad para hacerles ejecutar un trabajo de esclavos para siempre, pero en vuestros hermanos, los hijos de Israel…

En Números, en su capítulo 5 aparece la “ordalía” o juicio de Dios, que se practicó en toda la antigüedad y en la Edad Media, a falta de pruebas ordinarias...

“Si un hombre ha derramado semen sobre una mujer que no es la suya y el marido sospecha y se ha contaminado, o siente celos, habiendo quedado oculto el pecado, conducirá a su mujer al sacerdote y presentará por ella su ofrenda: un décimo de medida  de harina de cebada…el sacerdote hará que se acerque y la pondrá de pie ante Yahvé, tomará agua santa en un vaso de arcilla, tomará también polvo del suelo del Tabernáculo y lo echará en el agua y dirá a la mujer: “si ningún hombre se ha acostado contigo y si no te has desviado para contaminarte con otro, fuera de tu marido, sé inmune al agua de las amarguras, portadora de maldición, pero si te has desviado y….y…”que Yahvé haga de ti objeto de maldición, … marchitando tus caderas e hinchando tu vientre, al beber esta agua” y la mujer dirá: “Amén”. El sacerdote escribirá estas maldiciones en una hoja que desleirá (el papel era lavable, se desleía, se borraba en el agua y podía ser reusado) en el agua de las amarguras…después hará beber el agua a la mujer y, si ha sido contaminada, su vientre se hinchará… pero si no ha sido contaminada, es pura y quedará inmune”.

En Deuteronomio (el último de los cinco libros del Pentateuco), escrito en Judá, tras el cautiverio de Babilonia, respecto a la sexualidad poco añade a lo hasta ahora escrito.
Algún mandato referente al adulterio y a la fornicación.

Pero en el capítulo 23 se dan algunos casos de exclusión del culto: “el que tiene los testículos quebrantados o el órgano genital mutilado no entrará en la asamblea de Yahvé. El fruto de la unión ilícita no entrará en la asamblea de Yahvé, ni siquiera en la décima generación”

El hecho de estar mutilado bastaba, sin preguntar por qué.

“Cuando dos hombres riñan, si una mujer se acerca para librar a su marido de las manos del que lo golpea y ella alarga su mano y lo coge por las partes vergonzosas, cortarás su mano, sin que tu ojo se apiade”.

Para estimular la procreación: “si un hombre está recién casado, no saldrá a la guerra y no se le impondrá cosa alguna. Estará libre durante un año en su casa y regocijará a la mujer que ha tomado”

“Si un hombre toma a una mujer y consuma su matrimonio, pero luego no encuentra gracia a sus ojos porque ha descubierto en ella algo repugnante, le escribirá el libelo de repudio, se lo pondrá en la mano y la despedirá de su casa… luego ella podrá ser de otro hombre, pero si a éste le ocurre lo mismo que al anterior y la despide pero si él muere, el primer marido no podrá volver a tomarla para que sea su mujer…”

El estado de la mujer hebrea, pues, no dista mucho del de las otras mujeres de las sociedades del Próximo Oriente aunque el matrimonio fuese, para ellos, un mandamiento divino.
Habrá que esperar al cristianismo para que cambie radicalmente el sentido del matrimonio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario