martes, 22 de octubre de 2013

EL MITO DE JESÚS (3)


“NACIDO DE UNA VIRGEN”.
 
Jesús de Nazaret, para los cristianos, no iba a ser menos que Horus, Mitra, Buda, Attis, Dionisos, Krishna, Heracles, Zoroastro, y muchos más dioses de religiones menos conocidas.

Si lo normal, lo “natural”, es nacer de la unión de un varón y una mujer, él depositando semen y ella fecundando con él su óvulo y quedando preñada (aunque todo esto lo sabemos desde ayer mismo) los seres sobre-naturales no podían ser engendrados como todos los demás, seres naturales.

Casi todos (si no todos) los dioses de las grandes religiones son hijos de mujeres “que no han conocido varón”, por lo tanto eran y son vírgenes, con “virgo”, no desvirgadas por varón alguno.

San José era, sólo, un P.P. (Padre Putativo), no un Padre Biológico y nada tuvo que ver en el nacimiento de Jesús.

En mis tiempos infantiles cantábamos, a coro, en la “doctrina”: “En las entrañas de la Virgen María / formó el Espíritu Santo / de la purísima sangre de esta señora / un cuerpo perfectísimo,…..”.

El ideal de las religiones es la virginidad/celibato. Quien no pueda, que se case. Y cuando tengan “coyunda”, para engendrar, lo ideal es que no se goce en el acto sexual.

Lo importante es la “reproducción”, no el “placer del orgasmo”.

Y, tras el engorroso embarazo, “parir con dolor a los hijos”.

Hay un odio al cuerpo por sobreabundancia del alma, un odio o desprecio de esta vida, en beneficio de la otra, de la vida de ultratumba.

Pero es que el Cristianismo va más allá de “nacido de un virgen”, es que “esta virgen fue concebida sin pecado original”. Es el Dogma de la Inmaculada Concepción”, de 1.854, un 8 de Diciembre, según la bula “Ineffabilis Deus”, del Papa Pío IX.

O sea, que todos los demás, excepto Ella, hemos sido concebidos “con máculas”, “manchados”, “maculados”.

Podríamos preguntarnos, ahora, cuál es el origen de las religiones desde el origen de la humanidad. Porque, en los principios, el ateísmo (que supongo que algo habría) estaría reducido a un número muy reducido de personas o de grupos muy minoritarios.

Y podríamos responder que toda religión tiene dos orígenes básicos: la ignorancia y el miedo.

La IGNORANCIA. Es la causa puramente lógica del origen de la religión.

Si el hombre primitivo conocía sólo por la experiencia y comprobaba que a todo hecho observable seguía otro, siempre el mismo, también observable, era el principio causa efecto.

Si a todo fenómeno precedente (causa) le sigue otro fenómeno consiguiente (efecto), la observación de un fenómeno le llevará a preguntarse tanto por la causa del mismo como del efecto posterior.

Le servirá para entender el presente, pero también para prever el futuro.

Si siempre que el hierro se ha calentado, a continuación se ha dilatado, y eso lo hemos comprobado una y otra vez, siempre que observemos uno de los dos fenómenos nos traerá a la mente el otro fenómeno, como causa o como efecto. Calor-dilatación, dilatación-calor.

El simple “antes de” se convierte en “causa de” y el “después de” en “efecto de”. Lo que observamos es “el tiempo” pero lo interpretamos como “causa-efecto”, sólo vemos la “precedencia”, no la “procedencia”, sólo observamos la “contigüidad de fenómenos”, no la “causalidad de los mismos” (Hume dixit).

Pero todo esto ocurre entre “fenómenos observables” (lluvia-suelo mojado, golpe-sonido, pellizco-dolor, relámpago-trueno,…).

¿Podemos traspasar ese orden “natural” de lo observable y deducir que, puesto que “no sabemos” por qué se ha producido la lluvia, la peste, la sequía o la riada,….tiene que haber una causa sobre-natural, que no observamos, de estos fenómenos naturales, que sí observamos?

Porque por utilidad y por experiencia el principio de causalidad lo aplicamos a fenómenos en el mismo orden natural. Pero la ausencia de criterio nos lanza a aplicarlo más allá de la experiencia, y concluir en una causa sobre-natural de los mismos.

Y es que, psicológicamente, necesitamos descansar y salir de la incómoda inseguridad que supondría tener que estar indagando y sin encontrar una explicación natural.

Y así, afirmaremos que la causa es Dios, o el Diablo, o los Espíritus, o los Santos, o las Vírgenes,….y todo, sin fundamento real, porque nadie los ha visto, oído, ni…. ni podrá observarlos, porque, por su propia naturaleza, son in-observables.

De aquí surgirá la necesidad de saber y comprobar qué rituales, qué sacrificios, qué oraciones,…le son gratos a esas supuestas y pretendidas causas para que nos sean propicias y alejen de nosotros los efectos no deseados (enfermedad, muerte, hambre,…)

Si hay una casta sacerdotal, que se autoerige en intermediaria entre lo sobrenatural y lo natural, y que conoce la voluntad divina y que, además, hablando en nombre de los dioses te asegura el sufrimiento, temporal, en esta vida, y eterno, en la otra,…

Pero es que, además, ese pretendido “mundo sobrenatural”, del que nada se sabe y que tan sólo se cree, y que “suponemos que existe”, no será el mismo para todos los hombres, sino que dependerá de la cultura, del grupo, de la época, del lugar,….

Un monte puede ser sagrado para un grupo mientras para otro es un tipo de árbol, o un determinado lugar, o unas fechas concretas,…

Pero si los ríos, o árboles, o… son particulares, están en un lugar concreto y no en otro, el sol, la luna, las estrellas, el relámpago y el trueno,…. están presentes a todos los hombres, de aquí que en todas las culturas hayan sido divinizados.

Hasta que se ha sabido “qué son” y, entonces, los hemos secularizado.

Para la mentalidad mítica lo más fácil y sencillo es imaginar una causa sobrenatural desconocida (Eolo como “dios de los vientos”) que admitir que los vientos no tienen causa. Por la presión  mental del Principio de Causalidad: “Todo efecto tiene una causa”.

Si lo sabemos, lo sabemos, y si no, lo imaginamos y lo creemos.

Lo absurdo es “creer que sí”, cuando “se sabe que no”, o “creer que no” cuando “se sabe que sí” (sea la lluvia, la gripe, la enfermedad, o quedarse embarazada).

Sin embargo, pese a nuestros conocimientos científicos e inventos tecnológicos, sigue existiendo una mentalidad mítica, y seguimos pidiéndole a Dios por la Paz, para que erradique el hambre en el mundo, o para que llegue el agua y cese la sequía, o su contrario, que deje, ya, de llover, cuando “sabemos” que ni los dioses ni los espíritus nada tienen que ver con dichos fenómenos.

Esta es la primera causa del origen de las religiones y de las creencias, “la Ignorancia, “el no saber”.

Pero la segunda causa no es de menor importancia, “el miedo”.

No vayamos a desafiar a lo desconocido no siendo que… Y si, además, es después de la muerte, y nadie ha venido a decirnos que no… entonces es que puede ser que sí y….

Además, como alguna vez hay ocurrido algo deseable (la curación de una enfermedad), tras pedírselo cuatro veces a los dioses, con sacrificios u oraciones, se afianzará, aún más en nosotros la creencia de que eso vale y de que tienen que ser cuatro veces.

La IGNORANCIA y el MIEDO.

1 comentario:

  1. En tu primer escrito de esta serie, llamado Jesús, te iba a poner un comentario que empezaba diciendo "te vas a condenar...", pero ahora ya te condeno yo directamente. Mira que dudar de la virginidad "antes y después del parto". ¿Tu no te aprendiste de pequeño el "Fueque"? Aquello era dogma y te condenabas automáticamente si lo dudabas.
    Lo que yo siempre he pensado, incluso cuando era creyente, cómo era posible mantener aquello intacto, saliendo por allí un niño que por pequeño que fuera debía pesar sus tres kilos y medio...

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