domingo, 28 de junio de 2020

FLORILEGIO 15 ( 9 ) LA FE


LA FE.

Hay, al menos DOS maneras de entender la fe.
Una es la del Judaísmo, la otra la del Cristianismo.

Para el Judaísmo Fe es igual a Confianza.
Confianza que un ser deposita cotidianamente en Otro, aunque esta confianza no pueda ser justificada totalmente.

Para el Cristianismo Fe es un acto de la Inteligencia que consiste en reconocer como Verdadero un estado de cosas.
Es una afirmación, un decir sí, de algo que no se comprende.

El pueblo de Israel confiaba en su Dios y era una relación de confianza que descansaba en el contacto del hombre con Dios que lo acompaña y creía en Él en toda la peripecia humana, cuando estaba pasándolo bien y cuando, por el contrario, estaba pasándolo mal. Siempre confiaba en Él y creía que es lo mejor para él, aunque, a veces, pareciese lo contrario.

En el Cristianismo la fe es aceptar todos los misterios que no llega a comprender y cuyos artículos a creer son los que están en el CREDO: Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador….en Jesucristo, su único hijo…..nació de una virgen….que murió para redimirnos del pecado…la resurrección de los muertos….la vida eterna….
Afirmaciones, ideas intelectuales que la razón no llega a comprender pero las admite como Verdaderas.

Yo, de profesor, solía explicar la diferencia entre “Creer a” y “Creer en”.

“Creer a” uno o a  otro, admitir lo que dice,….es como “dar el visto bueno” a lo por él dicho, pero sin poder confirmarlo definitivamente.

“Creer en” mi hijo o en mi padre es mucho más que “creer a”.
Aunque se le acuse a ese padre o a ese hijo, “creer en” es no admitir lo malo que se diga de él por tener confianza plena en ellos, aunque, naturalmente, puedo estar equivocado o puede estar engañándome, pero no lo creo, porque “creo en él”, tengo confianza en él.

EL JUDAÍSMO Y EL ISLAM EN LA EDAD MEDIA.

Cuando se formalizaron los estatutos de la Comunidad Económica Europea, la Derecha Política quería que apareciese, no sé si ya en el Preámbulo, la importancia del  Cristianismo en la formación de Europa.

Pero, si se quiere entender, en profundidad, el ser de Europa no basta con volver la mirada a Grecia y a Roma (que no puede prescindirse de ellas, por el “logos” (Razón) y por el “Ius” (Derecho) porque también hubo otras raíces.

El mundo semita, en su vertiente musulmana y judía, constituye una de las bases fundamentales de nuestra historia y cultura europeas.
Estas raíces se detectan, sobre todo en la Edad Media.

En este período el desnivel cultural entre Europa y el mundo árabe fue patente.

Europa estaba sumida en los restos empobrecidos de una tardía latinidad mientras el Islam y el Judaísmo recuperaban lo mejor del legado griego, lo asimilaban y lo perfeccionaban.
Tanto que empezaba un ingente flujo de trasvase cultural hacia Europa  gracias al cual ésta rejuvenece, adopta nuevas formas de hacer ciencia, filosofía y literatura, aprende estilos nuevos de comportarse, de vivir la religión, de sumirse en los abismos misteriosos de la mística, de practicar la ascética, de disfrutar de la belleza.

Y ese trasvase se operó de múltiples maneras: una indirecta, ambiental, y otra directa, mediante los movimientos de traducción llevados a cabo en Toledo, en las comunidades judías de la Corona de Aragón y el sur de Francia, así como en la corte de Federico II.

Reconocer esta deuda, agradecer a la historia este regalo y conocer este movimiento de comunicación cultural es algo por lo que siempre debemos estar agradecidos.

Cuando Santo Tomás se encuentra con la filosofía de Averroes, no se fía de él, por ser islámico, y no sabe si lo que dice de Aristóteles lo dijo Aristóteles, por lo que obligo a un hermano dominico, Guillermo de Moerbeke, a que le tradujera directamente lo que se podía de Aristóteles o de otras fuentes que hubieran escrito sobre él y su filosofía.

Pero de lo que sí se dio cuenta Santo Tomás fue cómo Averroes había puesto la doctrina de Aristóteles al servicio de la fe islámica, y se percató de que le había sido muy útil.
Automáticamente quiso hacer lo mismo con la filosofía aristotélica puesta al servicio del cristianismo, que hasta entonces estaba transida por el platonismo y el neoplatonismo.

Piensa, lector que esto lees, qué otra cosa es el misterio de la misa, el misterio de la “transubstanciación”, cómo las substancias de pan y de vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo pero manteniendo los mismos accidentes.

La teoría de la substancia (la esencia, lo que realmente es una cosa, aquello sin lo cual esa cosa no sería ella) y los accidentes (que pueden estar presentes o ausentes sin que cambie la substancia.

El pan y el vino, sus cualidades (color, sabor, olor,…) son los mismos antes de la consagración que después de la consagración, cuando han dejado de ser pan y vino y se han convertido en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Si has visto, olido, gustado,…el vino “antes de” y “después de” habrás comprobado que tiene el mismo color, el mismo sabor, el mismo olor,…

Es más, tan vino (substancia) es un sorbo que un litro, la cantidad (un accidente) no cambia la substancia “vino”, habrá más o menos, pero será igual de vino.

DIOS.

Dios no puede alimentarnos con una piedra ni mojarnos o helarnos con fuego.

Recuerdo que, de pequeño, le preguntaba al cura si Dios al ser Omnipotente podía “hacerlo todo” a lo que Don Isidro me respondía que sí.
Yo, entonces, le preguntaba si podía hacer una “cuesta abajo” sin que sea una “cuesta arriba”.
El cura entonces me daba la respuesta: “No es que Dios no pueda hacerlo, es que eso no puede ser hecho, es contradictorio y lo contradictorio no puede existir, si pudiera existir Dios podría hacerlo”.

Y me recalcaba que, ante las contradicciones, no nos fijáramos, no pusiéramos la vista en Dios y su poder, como para mermar su omnipotencia sino en las cosas contradictorias que no pueden existir.

La acción de Dios y de la criatura se ejercen en un plano distinto: el orden trascendente y el orden categorial.

También resulta chocante la seguridad con que se niega la actuación de Dios en el plano categorial.
A pesar de todos los pesares sólo lo contradictorio es absolutamente imposible por lo que queda un inmenso campo de la realidad para que sea posible el milagro, la acción de Dios.

Este paso del orden trascendente al orden categorial no es sino el misterio de la Encarnación, tal como lo exponen los teólogos y yo acabo de indicarlo más arriba, el paso del orden categorial al orden trascendente.


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