Si los ricos siguen
considerando a los pobres, por una especie de ley natural (“siempre ha habido
ricos y pobres”) como si de un “hecho” pueda derivarse un “derecho”) como sus
sirvientes y subordinados y los pobres, a su vez, sigan considerando a los
ricos como una presa que cazar y destruir, para descabalgarlos de la peana para
subirse ellos…la guerra está servida.
En una sociedad
desigualitaria, las pérdidas que se experimentan no sólo son económicas y
sociales, de índole pragmática, (que también), sino
especialmente pérdidas
morales, de subdesarrollo moral.
El déspota no sólo es sujeto
de violencia, sino que también está expuesto a ser objeto violado y expuesto a
la muerte por los oprimidos.
Las relaciones humanas
montadas sobre una base de desigualdad y reparto injusto de bienes, no sólo
generan odio, resentimiento y sentimiento envenenado por aspiraciones de
dominio de unos y de revancha de lo otros.
Y cuando no reina ni siquiera
la convivencia, menos puede haber un “goce compartido”.
Las migajas de placer que
pueda ofrecer una vida basada en la competencia nada tienen que ver con la
riqueza y el goce placentero que puede derivarse de una convivencia pacífica y
solidaria.
Mientras hay individuos
humillados, sometidos, subordinados, oprimidos,…está servida la revancha, la
venganza, la represalia, la envidia,… en una palabra, la guerra.
Solidaridad con los demás y
solidaridad con uno mismo, siendo leal a las propias ideas y principios, a
cultivar y cuidar la propia personalidad a nivel intelectual y emotivo,
esforzándose en crecer en ello.
Mejor un Sócrates
insatisfecho que un necio satisfecho, mejor un ser humano insatisfecho que un
cerdo satisfecho, lo que desde siglos han estado advirtiéndonos los filósofos.
Nadie está contento con uno mismo,
siempre miramos al otro que está arriba con el deseo de ocupar su lugar, aire
que se respira en la sociedad en que vivimos.
Sólo los empecinados en que
todo siga igual, que los poderes y las autoridades sean las que siempre han
sido y sin ser cuestionadas, son los que frenan el desarrollo solidario, por no
querer bajar de la peana a la que están subidos.
Si ya han caído los reyes que
subyugaban a los sirvientes por no considerarlos ciudadanos y ya han caído los
dioses que ordenaban desde arriba sus órdenes con el culto a la Razón Ilustrada
que, en el diálogo, llega a acuerdos que cumplir, ya sólo quedan las clases
privilegiadas en varios órdenes que no quieren tratar y dejarse tratar de “tu”,
mandando el Ud. y el Don al baúl de los recuerdos.
Los verdaderos placeres, los
prohibidos por reyes y dioses desde el principio de la historia y por los
nuevos poderes, están en la Ética Solidaria.
Una vez liberados de la
tradición, del prejuicio, de las jerarquías y clases tradicionales, de los
tabúes, del concepto de pecado, del egoísmo pequeñoburgués tradicional, del
“Dios lo quiere”, de “la Patria
os necesita”,… Todos interesados en que nada cambie y todo siga igual, hemos
aterrizado en el cosmopolitismo de ser, todos, ciudadanos del mundo, con los
mismos Derechos Humanos al participar todos de la misma naturaleza.
Sólo los privilegiados
quieren seguir siéndolo.
Todos los demás debemos
aplicar todas nuestras fuerzas y capacidades para ser felices solidariamente.
Tenemos el deber de ser
felices, pero de la auténtica felicidad, de la “felicidad SOLIDARIA” de la que
y en la que todos debemos participar.
Tenemos el deber de ser
felices y tenemos derecho a exigir que ese goce sea lo prioritario.
FIN
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