domingo, 20 de enero de 2019

EL DERECHO/EL DEBER DE SER FELICES (4)



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“El placer humano”, “la felicidad humana”, “el goce humano”, no son sino abreviaturas con las que nos referimos a estados de hechos complejos en los que se interaccionan sujetos con objetos, sujetos con sujetos, sujetos con sujetos y con objetos, y con el requisito del cálculo racional (conocimiento reflexivo o Ilustración) como uno de los ingredientes más importantes de una vida humana gozosa.

El hombre es un ser naturalmente propenso a sentir con los demás, por lo que los goces más profundos del ser humano derivan de su capacidad para desarrollar sus sentimientos de empatía o “sympatheia” de tal suerte que el requisito de Ilustración (conocimiento reflexivo) ha de ser complementado por el de la empatía ampliada o “solidaridad”.

La pasión por compartir nuestra vida y nuestra dicha con los demás constituye, posiblemente, la pasión más profunda de muchos seres humanos.

Las relaciones humanas desinteresadas y amistosas son una fuente de una felicidad más honda.

“De los bienes que la sabiduría ofrece para la felicidad de la vida entera, el mayor, con mucho, es la adquisición de la amistad” –de nuevo Epicuro.

Aunque es evidente que no todos los seres humanos se encuentran en un mismo nivel de desarrollo moral, ni están, por tanto, igualmente capacitados para el goce y disfrute de la felicidad.

Hay, al menos, tres niveles que, siguiendo la denominación de Kohlberg se denominan: “preconvencional”, “convencional” y “postconvencional”.

NIVEL I: Capacitación para el goce de la felicidad SOLITARIA.

Es la típica del niño, “egocentrismo” (no me gusta llamarlo “egoísmo”) que rodeado de juguetes, muchos, variados y caros, el que más le gusta y ahora quiere, y si puede se lo quita, es el juguete simple y sencillo de ese niño que envidia todos los suyos.

“Egocentrismo” y “heteronomía” respecto a las normas (Piaget, precedente de la clasificación kohlbergiana).
Y eso mismo, propio del niño, es también de esos pueblos y culturas estancados en una etapa de despreocupación por los intereses transnacionales, y que les ocurre a muchos adultos, que sólo miran su ombligo (personal, cultural, nacional, social, religioso,..) y a muchos nacionalismos.

Desde el punto de vista ético “ser niño” es una descalificación, ya que no implica el mantenerse en el estado de inocencia o de pureza, sino más bien es un estado de ignorancia, inmadurez y falta de la capacidad de empatía.
Los placeres que buscan son los más inmediatos y personales, les falta visión de futuro, no van más allá de sus narices, no meditan suficientemente sobre aquello que hace la vida verdaderamente valiosa.

Es un “hedonismo ético personal o individual” en el que falta la madurez tanto de la capacidad racional como de la capacidad sentimental, personas que no se encuentran plenamente desarrolladas para ampliar sus intereses a intereses generales.

Están detenidos, excesiva o definitivamente, en este nivel 1 de capacidad hedonista, incapacitados para una inter-acción positiva y gratificante con otros seres humanos, por lo que la capacidad de empatía es, prácticamente, inexistente y sus sentimientos morales, prácticamente, atrofiados.

NIVEL II: Capacitación para el goce de la felicidad GREGARIA.

Corresponde a las personas que han desarrollado, al menos medianamente, su sensibilidad moral pero que aceptan y comprenden las demandas e intereses de los otros, aunque sea de manera inapropiada porque si lo hacen es para congraciarse con los demás y derivar de ello beneficios personales, en vez de ocuparse realmente de los otros, con independencia de los beneficios inmediatos que ello pudiera procurarles.

Los otros son usados como medios para conseguir fines y beneficios propios.

Y pueden tener un desarrollo intelectual considerable y ponen en práctica lo que Kant denominaba “reglas de habilidad” y saben, perfectamente, qué fines persiguen tratando de obtener los medios que a tales fines conducen sin cuestionar las reglas de juego con las que puedan conseguirlo.

Son hábiles negociadores y suelen ser buenos demagogos y conseguidotes de votos y de beneficios prometiendo humo, bisutería y chucherías.
Sabe estar a bien con los demás, es un “bien adaptado” y mejor conseguidor.
Pertenece a sociedades relativamente desarrolladas desde el punto de vista del nivel económico.
Es una ética del “egoísmo ilustrado”.

El Nivel II es un avance respecto al Nivel I pero sigue y persiste en un infradesarrollo moral preocupante.

Es el nivel de la “moral agonal” o moral de lucha y éxito, propia de la Grecia homérica y que habría de ser superada por la moral socrática del “triunfo ante uno mismo más que ante los demás”

Este sujeto del Nivel II obra de acuerdo con las expectativas sociales y acorde con las normas vigentes y con tal de conseguir el triunfo y sus recompensas (prestigio, fama, riquezas, éxito, fortuna,…) no le importa renunciar a su autoafirmación personal, algo secundario para él.

Lo consigue todo (o casi todo) pero sin empatía, sin solidaridad, sin justicia.
Es un egoísta desde fuera, utilizando a los otros.

Será portada de revistas, admirado y envidiado, pero es un gran perdedor moral, porque es un imitador que hace lo que la gente hace, dice lo que la gente dice y quiere oír.

Vive en una felicidad gregaria.

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