miércoles, 16 de enero de 2019

¿CUÁLES SON MIS RAÍCES? ( y 2)



Mi padre, allá en la Tierra del Vino castellana, tenía la costumbre de plantar una viña cada vez que le nacía un hijo (Bueno, la verdad es que cuando le nació el cuarto, mi hermano el pequeño, plantó un pinar). Una de las tres viñas, la 2ª, era “el majuelo de Sito” (Sito, de Tomasito, yo),
Pero mi padre plantaba unas cepas llamadas “americanas”, que “agarraban” muy bien y que “encepaban” muy de prisa, pero a los dos años las injertaba con “varas” de “tinta Toledo” o “tinta Madrid”, porque –decía él – esos injertos, en esa cepas, producen más uva y de mejor calidad que la que le correspondería en su cepa.

Digo todo esto porque, hace ya casi 40 años, un castellano (o sea, yo) cruzó Despeñaperros y bajó a Andalucía, (primero Córdoba, luego, y finalmente, Málaga) y aquí sigo ¿”enraizado”?, aunque ya jubilado, pero “enraizado”

Si mañana mismo, mis hijas (¡ironías de la vida!, una en Madrid y la otra en Ciudad Real), solicitasen mi presencia por tiempo indefinido, cogería mis bártulos (o sea, mis libros y este ordenador) y una vez “desenraizado” me “enraizaría” de nuevo en otro lugar

¿Salamanca? Me encanta. Pero mi vida, y todo lo que más quiero, ha nacido en Andalucía.

¿Soy andaluz? Por supuesto. ¿Menos que otros, nacidos aquí? No lo creo. Recuerden las viñas de mi padre.

Recuerden lo que tantas veces he dicho: “Nos nacen hombres, nos hacen humanos, nos hacemos personas”

No elegimos ni nacer ni dónde nacer ni cuándo nacer. Nos tocó lo que nos tocó. Nos podría haber tocado otra cosa.
No elegimos ni la cultura, ni la educación. Nos fueron moldeando así. Nuestros padres, nuestros maestros, el ambiente alrededor. Nos hicieron así.
Pero sobre esa estructura humana cada uno de nosotros somos más o menos responsables del tipo de persona que somos.
No elegimos vivir, pero sí podemos/debemos elegir qué tipo de vida queremos vivir.

La vida, más que en un lugar, está en el modo de vivirla.

En el hombre las “raíces” son una metáfora. Una metáfora bella. Pero metáfora.

Transcribo las palabras de un periodista en la prensa local de Málaga: “Los seres humanos estamos hechos para andar, no para estarnos quietos, como si estuviéramos plantados en un arriate. “Desarraigo” suena mal pero, siguiendo la metáfora, es lo que nos permite ir de acá para allá, tanto espacial como intelectualmente.

Yo al menos me alegro de haberme desarraigado de muchas de las cosas que me vinieron impuestas por mi tiempo y de algunas en las que creí con convicción sentimental.

Las raíces son una metáfora nostálgica en un mundo cada vez más cosmopolita.
Nada tienen de malo como figura del apego a determinadas costumbres, pero sí me parecen perniciosas convertidas en imposición histórico-cultural.
No es bueno mirarse (uno) demasiado las raíces, corre uno el riesgo de pasar del dicho al hecho y quedarse tan inmóvil como un vegetal”.

¡Chapeau¡

En las últimas elecciones generales, previendo que no iba a estar en Málaga, solicité el voto por correo (por aquello del deber moral (no legal) de votar).
A su debido tiempo me llegó un sobre con todas las candidaturas. Las había graciosas, las había ridículas, las había nostálgicas, algunas utópicas, otras realistas, pero había una que no me encajaba, la de Nafarroa Bay (¿se escribe así?) en Málaga.
Luego me enteré que había personas concertando citas por teléfono con aquellos que tuviesen un apellido navarro, para convencerlos de que, si sus raíces son navarras, sólo pueden/deben votar la lista Navarra, porque las raíces no se pierden nunca…
Si todos los Sánchez (de Sancho), Domínguez (de Domingo), González (de Gonzalo), Rodríguez (de Rodrigo), García (de Garcés),….o todos los Perales, Robles, Manzanos, Naranjos,….(nombres de árboles, procedentes de los judíos en suelo español), o los Zamarrillas, Margaritas, Azucenas, Rosas,….. (Nombres de flores, procedentes de los árabes) y que viven en el País Vasco tuvieran/debieran votar a la candidatura acorde con sus “raíces”…no quiero ni pensarlo.

¡PATÉTICO¡ - Oiga­-

¿Raíces de un ser desarraigado?

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