martes, 10 de enero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (20) OBEDIENCIA Y SUMISIÓN

OBEDIENCIA Y SUMISIÓN.

Los tres grandes colectivos humanos peor considerados y más maltratados a lo largo de toda la historia han sido: las mujeres, los niños y los esclavos.
1.- Las mujeres, en el matrimonio, tenían su misión principal, casi única, en proporcionar hijos legítimos (y no naturales o bastardos) al varón. Si una cerda, en propiedad, le proporciona a su dueño los cerditos, en propiedad de su dueño, la mujer casada, poco más le proporciona al varón y padre. Siempre a disposición del varón tanto para uso sexual como, sobre todo, para proporcionar legitimidad a los hijos.

(Una muestra)

.- El gran orador ateniense, Demóstenes, clasifica la sociedad femenina de la siguiente manera:
“Tenemos a las hetairas para el placer, a las pallakae (concubinas) para que se hagan cargo de nuestras necesidades corporales diarias y a las gynaekes (esposas) para que nos traigan hijos legítimos y para que sean fieles guardianes de nuestros hogares…”

.- Para el gran Aristóteles la mujer no es sino un “varón deforme”

.- En la Edad Media, los teólogos (todos ellos varones) discutían incluso si las mujeres eran seres humanos: “¿Tienen un alma, o eran más equiparables a los animales superiores, como los caballos y perros?”
Y las mujeres mismas interiorizaron estas actitudes y creían en ellas o las aceptaban

.- La Iglesia católica, que ejerció un poder omnímodo sobre el mundo feudal y constituyó la única institución educativa hasta los albores del capitalismo, fue la primera en predicar que la opresión de la mujer era algo “natural”, puesto que en el Génesis se dice que tiene que vivir sometida a la autoridad del hombre.
Otro ejemplo, los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento no se refieren, en realidad, más que al varón, mencionándose a la mujer solamente en el noveno “no desearás…), confundida con los criados y los animales domésticos.

Según el cristianismo, la mujer dependía del hombre no sólo porque fue creada de una de las costillas de éste, sino también porque se hizo “pecadora”, corruptora que trajo todos los males a la Tierra, sobre cuyas premisas se fundamentaron las doctrinas misantrópicas de la continencia y la negación a la carne.
La mujer estaba considerada como apóstol del diablo y como amenaza potencial para los intereses espirituales del hombre. De modo que, durante el auge del romanticismo y la caballerosidad hacia la mujer, se cometieron discriminaciones tan brutales como el uso del cinturón de castidad.
Los romanceros dan cuenta de que los caballeros, antes de partir a las cruzadas, dejaban a sus mujeres en los conventos por razones de honor.

Las mismas instituciones, encargadas de tender un manto negro sobre la sexualidad femenina, se encargaron de pregonar la idea de que la mujer decente no tenía sensaciones de placer sexual y que su órgano genital era un orificio oscuro y sucio, que no debía mirarse ni tocarse.

Y así ¿hasta cuándo?
Hasta ayer mismo.

“La mujer en la casa y con la “pata” quebrada.

La teoría de las tres C:
“La mujer tiene que ser Dama en la Calle, Señora en la Casa y Puta en la Cama

O la teoría de las tres K: KINDER (niños), KÜCHE (cocina) y KIRCHE (iglesia) que la sociedad conservadora alemana reservaba a la mujer.

Papel que Hitler y su movimiento harán suyos –al menos los dos primeros- como reacción a la libertad y emancipación de Weimar.


2.- Los niños. El colectivo más inerme, en el que el padre, tras la obligación de criarlos, le proporciona mano de obra para mantener e incrementar su hacienda. Niños que. en la Antigua Grecia, eran usados para goce sexual de los adultos pues la pederastia era comúnmente admitida como práctica sexual normal y natural

3.- Los esclavos. Seres humanos, pero no personas (sin derechos y sin dignidad), poco más que un cuadrúpedo para las labores agrícolas. Un bípedo laboral, propiedad del dueño-varón, que podía disponer de ellos a su antojo. Con derecho de vida y muerte sobre ellos, y que si no los mataba era porque, igual que no se mata a un buey o a un burro, porque son útiles para el trabajo, lo mismo ocurría con los esclavos.

La verdad es que, en teoría. es cómodo obedecer para evitar remordimientos de conciencia si la orden ha sido equivocada.

En el Juicio de Nuremberg el argumento fundamental de la defensa de los implicados en los campos de concentración era que: “nosotros obedecíamos órdenes”.

El que tiene que optar por hacer una cosa u otra, siempre se plantea si acierta o no en la elección, porque puede apostar por la opción equivocada.

En general, en la sociedad, hay personas propensas a mandar y personas propensas a obedecer.
Son las relaciones de dominación, que están presentes en la mayoría de las relaciones humanas.

Es más, se educa en forma de dominación. La palabra del profesor es “palabra de Dios” y todos los alumnos deben obedecerla.
Igualmente la palabra de los padres, no en vano uno de los Mandamientos de la ley de Dios, en concreto el cuarto: “honrarás a tu padre y a tu madre”, obedeciéndolos hasta la mayoría de edad y mientras conviva en el domicilio paterno.

Ya hemos mencionado que sólo un Mandamiento se refiere a la mujer y sólo como objeto de deseo (en el mismo nivel que el buey, la casa, el arado,…objetos en propiedad del varón).

He dejado escrito, varias veces, que la mujer, siempre, sólo ha sido un ser “relativo”, “en relación con”.
Ha sido “la hija de…”, “la esposa de”… “la madre de…” “la hermana de…”..

“A mi juicio las mujeres son educadas para la sumisión. Si no ahora, sí hace 20 ó 30 años. Algunas se rebelarán, o no. Algunas se aguantarán mejor o peor, pero el propósito de la sociedad era tenerlas bajo la sumisión, como todavía es el propósito de la Iglesia

No ha mucho tiempo (hoy ya no, gracias a Dios) que las madres, ante la queja o el anuncio de maltrato de la hija por su marido, la respuesta era: “tú, aguanta hija, tú, aguanta”, considerando que el divorcio o la separación era peor que aguantar el maltrato.

Hasta no hace tanto tiempo que el varón se creía ostentar el derecho de propiedad sobre la mujer y el “la maté porque era mía” ante cualquier leve falta era considerada normal.

Todos sabemos que “la cana al aire” no tenía relevancia alguna cuando era el varón el que la echaba, incluso era un motivo de orgullo. No así la mujer, que podía ser repudiada, denunciada y condenada.

“Hay personas que prefieren ser sometidas porque eso les da una gran libertad, el no preocuparse de nada. Es la misma sumisión del monje en el convento, que se desentiende de todo y sólo considera lo que a él le interesa, que es rezar, meditar. Vive en una paz total, producto de su sumisión. Y, al contrario, hay gente que necesita mandar por encima de los quebraderos de cabeza que le ocasione”.

Quien más y mejor ejerce la misión de mandar es la jerarquía eclesiástica, que se considera la única autorizada al interpretar adecuadamente la Palabra de Dios, al mandar en nombre de Dios.
Y los fieles creyentes no han solido cuestionarlo.
Hasta ahora. Porque ahora no sólo se lo cuestiona sino que, sencillamente, no se le hace caso.

Los religiosos que hoy luchan contra la pobreza, por los pobres, son ajenos a las órdenes vaticanas.
Son los Teólogos de la Liberación, que miran hacia abajo, y que cuando miran hacia arriba ven a Jesús de Nazaret, no al eventual ocupante del Vaticano o del Palacio Episcopal.

Y la enseñanza, exceptuando el pequeño período republicano, ha estado en manos de la Iglesia, de las distintas Órdenes Religiosas.
Incluso hoy, ahora mismo, aunque en la Constitución de 1.978 España sea considerada “no confesional”, la religión católica sigue luchando, y consiguiendo estar presente en las aulas, con su moral y sus dogmas.
Lo que supone una incongruencia.

“Nos educan para ser dóciles. Para ser domesticados por el poder, el que sea, el poder laico o el religioso (o los dos). El dogma tiene miedo de la imaginación individual y del placer, y por eso los condena”

Durante toda la época franquista la Iglesia y el Estado han estado compinchados, mezclados, confundidos, amparándose, cubriéndose mutuamente.
Desobedecer las órdenes serán consideradas pecado y delito, por lo que llevan aparejado el castigo, eterno o temporal, multa o cárcel.

Tú me das el monopolio religioso y moral y yo me instalo en la conciencia de los súbditos y no cuestionarán ni las órdenes ni la autoridad.

¿Os imagináis a un sádico y a un masoquista, juntos?

“Cuando el sumiso se encara con el fuerte, retándole a que le degrade, y el fuerte reacciona maltratando y humillando, hace precisamente lo que desea el sumiso. Es decir, le obedece, se convierte en su instrumento, aunque crea que está dominando…”

Relaciones de dominio, no relaciones entre iguales.


Así son la mayoría de las relaciones humanas, relaciones de dominio y de sumisión.

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