lunes, 11 de abril de 2011

LA ENVIDIA.

(Personalizo un pensamiento de Séneca, en sus Diálogos. No deseo parafrasearlo, sino exponerlo en clave personal).

“Envidia” procede del latín “in – vidia”, que significa “mirar con malos ojos” y es la “tristeza ante el bien ajeno”, es “el malestar que se siente ante la felicidad, ante el logro ajeno, superior, deseable, pero inalcanzable”.

El envidioso quiere privar de algo al otro, porque se ve, se siente inferior, sufre el complejo de inferioridad.
De ahí las dos condiciones para que la envidia exista: 1.- Que lo envidiado sea valioso y 2.- que eso sea de otro.

Cuando a una persona se la exalta constantemente y se le magnifican sus virtudes, siempre habrá alguien (yo mismo) que le ponga algún “pero”.
“Si, sí, sí, muy inteligente “pero”… (tiene glucemia, es más bien gordito y bajo, su novia no vale “na”, su familia anda con una mano delante y otra detrás,…).
“Sí, sí, muy rico “pero”… (le han quedado tres para Septiembre, a su hermana la ha dejado el novio, Hacienda le ha hecho una paralela a su padre,…)
Parece como si alabar tanto al otro lo alejara de uno, y se intentara bajarlo, con el “pero”, como el niño hace bajar el globo tirando de la cuerda.
Nunca dejaremos que la persona del otro sea ideal, esté del todo limpia, sea perfecta,… algún defecto tendrá que tener (como lo tengo yo), y, si no se lo veo, me lo invento, lo sospecho, lo intuyo, ….
No podemos permitir que sea ideal, eso recalcaría, aún más, por contraste, mis defectos y la distancia sería mayor.

“Disentís sobre la vida de uno, sobre la muerte de otro, y, ante el nombre de personajes destacados por alguna gloria extraordinaria, ladráis como perros diminutos al paso de hombres desconocidos”.
“En efecto, os conviene que nadie os parezca bueno, como si la virtud fuese un reproche a los defectos de todos nosotros”.

Cuanto mejor vestido vaya él, por la ley del contraste, más harapiento me veré yo y, como no deseo que haya tanta distancia, veré defectos, en el color, en la hechura, en la terminación,… de su vestimenta.
Su vestimenta contra mi desnudez. Su virtud contra mi defecto. En vasos comunicantes.
Razonamos de la siguiente manera: Hay una cantidad, fija, determinada (de lo que sea, pero valioso) en ese banco central de los valores, que nos imaginamos, así que cuanto más tenga él (de lo que sea), menos quedará para mí.
El “pero” es la trampa, la argucia subjetiva, de que nos valemos para disminuirlo, para rebajarlo y, así, acortar la distancia entre él y nosotros.

Me imagino a ese chihuahua ladrando desafiante al pastor alemán y la mirada de compasión de éste que, viéndolo y comprendiendo la escena, pasa despectivamente, sin tomarse la molestia de pararse y mirarlo. Se asustaría.
El chihuahua puede descansar tranquilo, lo ha desafiado, lo ha retado con el ladrido y el otro no le ha hecho frente al desafío, está por encima de él. Al menos en esta ocasión ha triunfado.

La persona virtuosa, como el pastor alemán, no son engreídos, no se comparan, ellos son lo que son, no pretenden ponerse como ejemplos a imitar y ser envidiados. Son los inferiores los envidiosos.

Esa envidia de no ser como el virtuoso es la que nos incita a lo más fácil, a lo más cómodo, a lo menos sacrificado, a lo menos trabajoso,… que es tirar de las cuerda de los “peros” para que se acerque más a mí.
La alternativa, esforzarme, sacrificarme, luchar, porfiar… para subir yo y estar a su altura, es lo que nunca hace el envidioso.

Por eso, hay quien, certeramente, ha definido la envidia como: “la cara oculta de la competitividad”, competitividad, no para subir yo, competitividad para rebajarlo a él.

1 comentario:

  1. Efectivameente, ladramos a lo que nos asusta. Eso hace mi Luna. Ladra a todo lo que se mueve, siempre que sea igual o superior a ella.
    Lo peor es que a nosotros nos ocurre lo mismo. No somos capaces de admitir de buen grado las virtudes ajenas, sin poner un pero a las mismas.
    Dicen que la envidia es un mal nacional ¿será verdad?

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