jueves, 15 de octubre de 2020

NACIONALISMOS Y PROBL... ( 2 ).- EL RETO ECOLÓGICO ( 3 ).

 

Una nueva amenaza existencial.

 

Estamos desestabilizando la biosfera global tomando cada vez más recursos del entorno, al tiempo que vertemos en él cantidades ingentes de desechos y de veneno, lo que provoca cambios en la composición del suelo, del agua y de la atmósfera.

 

Ninguno de los cuatro elementos presocráticos queda a salvo: ni el aire (contaminado), ni el agua, ni la tierra-el suelo, ni el fuego (el sol y sus letales rayos ultravioletas que caen sobre nosotros por ese roto, en crecimiento, que le hemos hecho (y seguimos haciéndole) al paraguas de la capa de ozono.

 

El equilibrio ecológico, formado a lo largo de millones de años, estamos desequilibrando a marchas forzadas a pesar de tantas reuniones y compromisos que luego no se cumplen.

 

Y este desequilibrio tampoco sabe nada de fronteras, de naciones, de políticas, de democracias,…todos estamos en peligro, incluso los que no tienen capacidad real de contaminar.

 

El uso del fósforo, que es esencial como nutriente de las plantas, en pequeñas cantidades, en cantidades excesivas se vuelve tóxico y es lo que ocurre en la agricultura industrial moderna que, después, envenena ríos, lagos, manantiales, océanos,… con efecto devastador en la vida marina.

 

Un agricultor en Iowa puede estar matando los peces del golfo de Méjico.

 

Así se degradan los hábitats, animales y plantas se extinguen, incluso ecosistemas enteros, como la Gran Barrera de Coral australiana o la selva amazónica.

 

El homo sapiens convertido en asesino ecológico, siendo consciente de ello, pero obseso por la industrialización a toda costa no disminuye su actividad.

 

A lo largo de la prehistoria se han sucedido edades de hielo con períodos de calor pero, a pesar de ello, el clima del planeta se ha mantenido más o menos estable, sin embargo somos testigos del cambio climático que se nos viene encima y no sabemos cuántas víctimas podrán perecer en el proceso de adaptación.

 

A diferencia de la guerra nuclear, que es posible en un futuro, pero que no parece inminente, el cambio climático es una realidad actual.

 

Sabemos que el dióxido de carbono que echamos a la atmósfera hace que el clima cambie a un ritmo alarmante con el efecto invernadero correspondiente.

 

Se calcula que, si no paramos el ritmo actual de emisión de dióxido de carbono, dentro de 20 años la temperatura de la tierra subirá 2 grados, lo que provocará la expansión de zonas desérticas, la desaparición de los casquetes polares, el aumento del nivel de los océanos, así como el aumento de huracanes y tifones.

Todo lo cual (y mucho más) provocaría cambios en la producción agrícola, ciudades inundadas, ciertas partes del mundo se convertirán en inhabitables y cientos de millones de refugiados buscarán nuevos lugares en que construir sus hogares.

 

Hemos llegado a un punto que, aunque redujéramos espectacularmente la emisión de gases de efecto invernadero, no bastaría para invertir la tendencia y evitar una tragedia mundial.

 

Y lo triste es que seguimos emitiendo más y más gases de efecto invernadero.

 

¿Alguien puede decirme donde encaja el nacionalismo en este panorama, aunque, concienciado, no emita gases, no queme carbón, petróleo o gas?

¿Puede existir una respuesta nacionalista a esta amenaza ecológica que va a sufrir igual las consecuencias?

¿Puede una nación, por si sola y por poderosa, que sea frenar el calentamiento global?

Puede, individualmente, apostar por las energías limpias, cobrar impuestos a quienes contaminen, promulgar leyes ambientales más restrictivas, recortar o negar ayudas a las industrias contaminantes, puede invertir en investigación, puede…puede…¿cómo puede afectar todo ello al problema global?

 

Por ejemplo, la industria de la carne es una de las principales causas del calentamiento global y de la contaminación.

Supongamos que “una nación”, que lo sabe y es consciente, lo tiene en cuenta y la restringe hasta límites ínfimos, ¿cómo afectaría al problema global?

Para ser efectivo el efecto debe ser global.

 

Cuando se trata del clima los países ya no son soberanos porque se encuentran a merced de todos aquellos que están en la otra parte del mundo.

 

Mientras EE.UU. y Rusia no abandonen la estrategia de seguir como siempre todos los demás países, China, La India y Japón seguirán sufriendo, también ellos, las consecuencias.

 

¿Qué podría, pues, hacer un nacionalismo enano, aunque engreído?

 

Mientras una guerra nuclear amenaza, por igual, a todas las naciones (por lo que todas tienen el mismo interés en evitarla), el calentamiento global tendrá un impacto desigual en función de cada nación.

 

El aumento del nivel del mar por el cambio climático poco (nada) puede afectarle a Suiza o a Austria, incluso a Rusia, pero a China, o a España misma…

 

Siberia podía ser el granero del mundo y las rutas marinas árticas podían ser las arterias del comercio mundial.

 

¿Qué sería de China, Japón y Corea del Sur sin el petróleo y el gas importado?

¿Y qué sería de Rusia, Irán o Arabia Saudí si dejaran de poder exportarlos al haber sido sustituidos por las energías solar y eólica? Pues que sus economías se desplomarían.

 

Sólo recordar “el impuesto al sol” del innombrable ministro Soria dan ganas de vomitar porque todos sabemos por qué.

 

Una bomba atómica es una amenaza tan evidente e inmediata que a nadie se le escapa el horror, pero el calentamiento global es una amenaza más vaga y demorada en el tiempo, de ahí la dejadez.

 

Y si este problema a largo plaza exige sacrificios a corto plazo los nacionalismos, miopes y exaltados, siempre podrán minimizar o negar el problema y escurrir el bulto diciendo que lo solucionen los demás o que ellos, sólo en el último momento, se pondrán manos a la obra para cooperar.

 

El ratón y una manada de gatos.

 

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