Hay temas o autores por los
que siento cierta curiosidad.
Un tema es: “El Hombre”.
Un autor es el filósofo,
teólogo y ex-sacerdote brasileño Leonardo Boff, conocido, sobre todo, por ser
uno de los fundadores de
En el librito (de apenas 100
páginas) que hoy reseñamos, Boff parte de la historia del águila y la
gallina que, a modo de resumen, es la siguiente:
Un campesino encuentra a un
polluelo de águila caído de su nido, herido y ciego, casi moribundo.
Lo recoge y, pensando que en
breve morirá, lo lleva a modo de regalo a casa de un amigo taxidermista.
Éste, al ver que no muere,
decide alimentar al águila que, muy poco a poco, comienza a recuperarse, aunque
sin apenas moverse.
Tan lentamente se recupera
que decide ponerla con las gallinas para ver si el águila se anima a vivir y a
moverse, aun a riesgo de que se convierta en gallina.
Pasan dos años y el águila
recupera vista y movilidad, pero se comporta como una gallina.
Hasta que ve a una pareja de
águilas sobrevolar el patio donde viven y despierta su ser-águila.
El campesino se da cuenta de
que el águila siempre será águila, por lo que trata de ayudarla a volar.
Finalmente, tras varios
intentos, consigue que desde lo alto de una montaña, a la salida del sol, el
águila levante el vuelo y se dirija a los cielos.
Esta historia, con pequeñas
variaciones, fue contada por el líder ghanés (en tiempos de la colonización
inglesa) James Agreey.
Comparaba la situación de los
pueblos colonizados con la del polluelo de águila ya que los pueblos iban
interiorizando en sus mentes su situación de gallina, su “inferioridad”, su
opresión, hasta considerarlo algo normal.
Hasta convertirse en
gallinas.
Y debían liberarse y volver a
su condición natural de águilas.
Boff va más allá y convierte
la historia del águila y la gallina en una metáfora de la condición humana.
Para ello identifica algunos
elementos de la historia con momentos o situaciones de la vida, como la caída
del nido con la amenaza que pesa sobre nosotros de caer del paraíso en que nos
encontramos y que hace nacer en nosotros un deseo de rescate o de liberación.
O la equiparación del papel
del campesino que cuida y alimenta al águila con la fuerza del amor
incondicional.
O la visión de la pareja de
águilas sobrevolando el patio con la importancia que tienen para las personas
el papel de figuras ejemplares, ya sean en un círculo íntimo o a nivel global o
la visión del Sol con la experiencia de lo sagrado.
Para el brasileño los seres
humanos somos seres complejos, seres duales, en los que conviven las dos
dimensiones, la del águila y la de la gallina, por ejemplo en las relaciones
cuerpo – alma, necesidad – deseo, religión – fe o ética – moral.
Pero los monopolizadores del “Tener”,
del “Saber” y del “Poder”, con el fin de convertir al ser humano en gallina, no
han querido ni sabido comprender esas dualidades y esa complejidad y nos
han ofrecido una visión simplista, única y monolítica.
Todo el que esté fuera de esa
visión es excluido.
Pero el que está dentro es
solo una gallina, ya que solamente hay una visión posible contra la que (en
teoría) nada puedes hacer.
Y, por tanto, se hace
indispensable recuperar nuestra dimensión de águila, por encima de los citados
monopolizadores del “Tener”, del Saber” y del Poder”.
Una vez recuperada, deberemos
sintetizar las dos dimensiones (águila y gallina) con el fin de alcanzar un
equilibrio “dinámico”.
Solo así conseguiremos
desarrollar todas nuestras potencialidades y ser, verdaderamente, libres.
En la etapa infantil todos
somos como “gallinas” porque vivimos entre “gallinas” pero es la “buena”
educación la que debe ir actualizando la potencialidad de ser “águila” para
mejorar la sociedad, mientras la “mala” educación intentará que te adaptes y asumas
la sociedad en que has vivido, para continuarla.
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