lunes, 7 de septiembre de 2020

FLORILEGIO 21 ( 1 )


El hombre es capaz de darse a sí mismo leyes que contradigan las que parecen provenir de su naturaleza; en este sentido se dice que es “autónomo”

No ocurre así con la máquina que, salvo defectos accidentales, responderá, siempre, de una forma necesaria a los estímulos, lo que la hace “automática”, no “autónoma”

A esto se puede reducir la batalla por una “inteligencia artificial” que simule la humana: transformar en “autónomo” lo que es “automático”.

A la máquina se le puede dar toda la “capacidad discursiva” formal que tiene el hombre, pero no su “capacidad creativa”, cuyo fundamento está en la imaginación, en su capacidad de composición o de síntesis.
Y ahí es donde la máquina no llega, pues la síntesis no es cuestión “de combinatoria”, sino “de sentido”, pero de un sentido muy especial que se resuelve en una “chispa”, en un golpe misterioso de “luz”, de “intuición”.

¿Puede la máquina tener ese “golpe de luz”, esa “intuición”?.
Parece que no, pues estos “golpes de luz”, estas “intuiciones” se producen, precisamente, cuando nos saltamos la lógica, y esto sólo es posible cuando un ser es “autónomo”, no cuando es “automático”.

Lo que la máquina hace, y muy bien, es una combinatoria a partir de un potente análisis, pero la “combinatoria” no da salida al problema de la “creación”

Es que la “creación” no es el resultado de la mera combinatoria a partir de una libertad absoluta, sino el resultado de una elección inteligente a partir de una libertad relativa, la clase de libertad propia de los seres autónomos, como el hombre, nunca de los seres automáticos.

Multiplicar 3456823 X 56739240 lo hará la máquina “automáticamente” y sin capacidad de equivocarse.
¿No te fiarías más del resultado que te dé la máquina “automática”, casi instantáneamente, que el resultado al que llegue un hombre “autónomo”, que puede mostrar cansancio, enfermedad, torpeza,…?.

La máquina, lo mecánico, se caracteriza por el rigor y la seguridad, por la supremacía de lo “productivo” sobre lo “creativo” y no podrá salirse de ese campo de rigor y seguridad.

La inteligencia humana también busca el  rigor y la seguridad pero, por el contrario, no subordina lo “creativo” a lo “productivo” (el caso de la silla o del destornillador), sobre todo las inteligencias más originales y progresistas.

La máquina, cuando falta el rigor o no funciona o se descompone (“se vuelve loca”) pues es incapaz de asumir un error que no esté previsto en su diseño.
El hombre, en cambio, sí es capaz de asumirlo y, a veces, de asumirlo de una forma tan creativa que, muy bien, se puede decir que todo el progreso humano arranca de errores o desvíos que se han producido de forma más o menos casual.

La aparición de nuevas especies de seres vivos ha debido ser el resultado asumidos creadoramente por la voluntad decidida de algunos individuos.

La máquina no tiene esa capacidad de “ab-erración”, de “ab-errare”, de “salirse del camino.

Mientras la máquina, por sí misma no puede ir más allá de lo que le permite su diseño, el hombre no tiene límites, prácticamente, en sus posibilidades de mejorar, por sí mismo, sus capacidades, especialmente las mentales.

El hombre, como individuo, pero también como especie.

Y es que el hombre, como ninguna otra especie, ha sabido hacer acumulativo su saber mediante la memoria cultural.

¿Se podrá dotar, a un artefacto, de voluntad?
Sería conseguir que sus comportamientos no fueran lógicos, no fueran previsibles.

Y ¿con qué lógica íbamos a construir un artefacto que no fuera lógico?

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