viernes, 25 de septiembre de 2020

EL HOMBRE. KANT (2)

  

Muchas veces, en mis clases, les decía a mis alumnos: “El hombre” no existe, los que realmente existen son “los hombres”, que se ofrecen con mil rostros distintos”.

 

Tan “hombre” es Diógenes el Cínico, como el pintor de las cuevas de Altamira, el esclavo que acarrea piedras para las pirámides de Egipto, el analfabeto que padece suma ignorancia como el sabio que escribe un libro sobre Metafísica, el santo que recorre el mundo, exponiendo su vida, y predicando el amor como el verdugo que gaseó judíos en los campos de concentración nazi, el multimillonario que gasta un capital en cosas inútiles como el que se muere de hambre por no tener que comer, el que dispara en la guerra y mata como el matado, el hereje que muere en la hoguera por no desdecirse de lo que ha dicho como el Papa que lo condenó, el soldado raso y su general, el homosexual y el heterosexual, el esquizofrénico y el equilibrado mental, el que…

 

Todos son “hombres”.

El “hombre” es complicadísimo.

 

Pero a pesar de la diversidad de situaciones en que los hombres se nos aparecen puede descubrirse en ellos unos rasgos comunes que las palabras griega y latina señalan para designarlos a todos como “hombres”.

 

“Anthropos”, palabra griega, e interpretado, hoy, como “rostro de varón”, en su sentido originario, fue entendido primitivamente como “el que mira hacia arriba”.

Y la palabra latina “homo” significa el “nacido de la tierra” (“homo” viene de “humus” = “tierra”, (de ahí lo de “in-humar”, “en-terrar”)

 

En toda situación humana, por rara y extrema que sea, encontramos un elemento terráqueo, material, orgánico, y otro elemento por encima (o por debajo, o por detrás de éste) que hace referencia a un mundo distinto aunque sea un alienado mental.

 

Ese otro elemento majestuoso, superior al cuerpo, reside en que, siendo el ser humano una de las cosas del cosmos, es aquella “cosa” que “dice lo que son las demás cosas”, sea un asesino, un ladrón, un santo o un ciudadano normal y corriente.

 

Preguntarse por el “hombre” es preguntarse por eso especial que él “es” entre las demás cosas del universo y, también, preguntarse por su felicidad.

 

Si sólo hay “physis” -naturaleza física, si sólo contamos con los ámbitos mineral, vegetal y zoológico, no hay lugar para el hombre como “ente-distinto”.

Pero siempre, en todo tiempo y lugar, el “hombre” se ha autoconsiderado distinto, no ya de las piedras y de los árboles, sino también distinto de los demás animales.

“Animal, si” (pues “animal” es “viviente sensible”) pero distinto, “animal humano” (“anthópinon zoon”).

 

“Anthopos”, en Grecia, se opone a “theos” (dios).

 

El hombre es un animal, pero diferente, es un animal que habla (“zoon logicón” en que “logicon” es tanto “razón” como “palabra”).

Es un animal, además, político y social (“zoon politikon”) pero, de ninguna de las maneras es un “dios”.

 

Incluso el Génesis dice: “hagamos al hombrea a nuestra “imagen y semejanza”, parecido a dios, pero no dios.

Serán “hijos de dios”, un cierto parentesco con dios, aunque sean hijos adoptivos y no hijos naturales.

 

El pensamiento griego alejó al hombre de “lo divino” mientras la reflexión judeo-cristiana puntualizó más la separación entre el ser humano y la animalidad.

 

De esta guisa el hombre queda, como en suspenso, entre lo “zoológico” y lo “teológico”, aunque siempre un poco más pegado a la animalidad, siendo “lo divino” algo adjetivo.

 

Una es por “naturaleza” (animalidad), la otra (dios) es por “adopción”.

 

Kant marcó un corte con todo lo anterior con sus 4 preguntas: 1.- ¿Qué puedo conocer? 2.- ¿Qué debo hacer o, mejor, cómo debo comportarme? 3.- ¿Qué me cabe esperar? y 4.- ¿Qué es el hombre?

 

A responder a la primera pregunta dedicó su primera Crítica, la “Crítica de la Razón Pura.

 

A.- Conocimiento sensitivo, que sería un caos de sensaciones si no se les aplicara o se ajustarán a las Formas a Priori de la Sensibilidad: el Espacio y el Tiempo.

Imaginaos que alguien me dice que ha visto un perro y le pregunto: ¿Dónde? y me responde: “en ninguna parte, en ningún sitio”, entonces le pregunto que cuándo lo ha visto y me responde: “Nunca”.

Hay que deducir que ese alguien no ha visto un perro porque, para que haya sensaciones (vista, oído, gusto,…) tiene que haber un Espacio en el que ver y un Tiempo en el que verlo.

 

El caos de sensaciones (materia) queda informado (formas) por las Formas a Priori (independientes de la experiencia, previas a la experiencia y que las hacen posibles) de la Sensibilidad.

Y sólo así tenemos el “Fenómenon”

 

B.- Conocimiento intelectual que sería los “fenómenos” anteriores (materia del conocimiento), que se ordenan en o según las Formas a Priori del Entendimiento, denominadas Categorías y que son 12, ordenadas de 3 en 3 por la cantidad, cualidad, relación y causalidad y de todo ello puede salir el conocimiento intelectual, al aplicar o al ajustar la “materia” (fenómenos) a las Formas o Categorías.

 

C.- Conocimiento Racional para el que no hay materia sobre la que aplicar las Formas a Priori de la Razón: las TRES ideas de la Razón: Mundo, Alma y Dios...

 

El sólo Entendimiento no conoce, únicamente pone las condiciones de inteligibilidad de la cosa, las 12 categorías, que constituyen los supuestos para que algo sea, para un yo, objeto inteligible (“objeto substante”, “objeto causal”,…

 

Conocer es hacerse cargo de un objeto DADO bajo un concepto del entendimiento –lo “puesto” por éste.

 

La misión del entendimiento es hacer posible la experiencia convirtiendo lo “dado” en “objeto” de saber.

 

Cuando falta la intuición sensible, cuando no hay nada dado a los sentidos, entonces la actividad de la Razón se vuelve inane.

Desaparece el conocimiento propiamente científico porque no hay intuición a la que aplicar los conceptos racionales.

 

En esta circunstancia no es posible hablar de algo científicamente verdadero.

 

Entonces la pregunta 4, el interrogante antropológico: ¿qué es el hombre”, ¿qué cosa es el ente humano? Permite pluralidad de respuestas fuertemente diferenciadas las unas de las otras.

 

No hay/no puede haber UNA Antropología sino varias/muchas Antropologías.

 

No es lo mismo contar del hombre que es “cuerpo más alma” que asegurar de él que posee 12.000 millones de neuronas cerebrales.

No hay “intuición sensible del alma humana” por lo que el aserto sobre su existencia deja de ser científico para convertirse en afirmación metafísica o del conocimiento racional.

 

Por el contrario, cuando se sostiene que el cerebro humano está compuesto de 12.000 millones de neuronas se formula un enunciado científico pues, en tal caso, hay “lo dado” al entendimiento, hay experiencia sensorial, organizada por las categorías intelectuales.

 

No es posible hablar de UNA sola Antropología.

 

Aparecen DOS tipos de discurso en torno al ser humano completamente distintos: el discurso Científico y el discurso Metafísico.

 

No es cuestión, de entrada, de privilegiar uno sobre el otro, pero sí resulta imprescindible diferenciarlos radicalmente desde el principio a fin de obviar confusiones.

 

Antropología Científica y Antropología Metafísica.

 

La Antropología Científico-Natural presenta dos modalidades principales:

 

1.- La Científico-Natural, que estudia el hombre en cuanto es una entidad biológica, un ser más de la naturaleza

 

2.- La Científico-Cultural, que estudia al hombre en sus productos culturales: en el lenguaje, en el arte, en los símbolos, en las creencias, en las técnicas,…

 

En estas Antropologías Científicas sus enunciados son sometibles a prueba.

 

Frente a esta Antropología Científica está la Antropología Metafísica o Filosófica, que estudia al hombre en lo que es, en su esencia, 1.- En su “qué”, 2.-  en su “por qué” (¿cómo es que hay hombre?) y 3.- en su “para qué” o finalidad.

 

Si la Antropología Científico-Natural hablará del “cuerpo” humano, la Antropología Metafísica se interrogará sobre qué significa “tener cuerpo”.

 

Ha habido una tercera vía antropológica, entre la Científica y la Metafísica, como la de Bergson y Teilhard de Chardin o como la fenomenológica, inspirada en Husserl, y que es la de Paul Ricoeur y su “personalismo”.

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