martes, 11 de septiembre de 2018

NIRTZSCHE 13. NIETZCHE EN ESPAÑA (2)


¿Recetas para coronar esa obra, ese edificio sin terminar que es España?

GANIVET, parafraseando a San Agustín, pero sin ese tono religioso, exclama: “noli foras ire; in interiore Hispaniae habitat veritas”, mientras BAROJA exclama: “Yo quisiera que España fuera el mejor país del mundo, y el País Vasco el mejor rincón de España”

UNAMUNO va más allá: “hay que quijotizar a España”, mientras MENÉNDEZ PIDAL, en “La España del Cid” lo ve como el héroe nacional y expresión de lo más característico del alma castellana y logra restaurar la figura del Cid como símbolo de Castilla.

Don Quijote y en Cid.

“Tenemos lo principal, el hombre, el tipo; nos falta sólo decidirle a que se ponga manos a la obra” –exclama GANIVET.

La consecuencia de la corrupción administrativa que habían observado durante la restauración produce un soberano desdén hacia la política y los políticos.

Dice AZORÍN: “no hay cosa más abyecta que un político: un político es un hombre que se mueve mecánicamente, que pronuncia inconscientemente discursos, que hace promesas sin saber que las hace, que estrecha manos a personas que no conoce, que sonríe, sonríe siempre, con una estúpida sonrisa automática”.

Buena descripción.

PÍO BAROJA no se queda atrás: “En las esferas oficiales de España reinaba por entonces la cuquería más refinada. Había una oligarquía de políticos, oligarquía de apetitos, de petulancia y, sobre todo, de vanidad, que miraban al Estado como una finca. Esta oligarquía, entronizada por la Restauración y la Regencia, (…), cantada por periodistas mediocres, pero que se creían geniales, trabajó constantemente en hacer una selección a la inversa.
Ya en Madrid observé cómo toda la vida española se iba desmoronando por incuria, por torpeza y por inmoralidad (…) fue una época de verdadera corrupción, de grandes fracasos y de algunas ilusiones; de muchas cosas malas y algunas buenas.
España, como otros pueblos de Europa parecía un mujer vieja y febril que se pinta y hace una mueca de alegría”

MAEZTU lo expresa como “parálisis”, porque los partidos políticos han hecho de sus programas un entretenido juego de caciques”

UNAMUNO, con su “En torno al casticismo” va mucho más allá y merece un tratamiento especial, pues el ensayo final de la obra lo titula: “sobre el marasmo actual de España”.

Es una crítica a la sociedad donde se denuncia los males que la aquejan: espíritu ordenancista, el horror al trabajo, el culto a la voluntad desnuda, el peso de la ley externa, del bien parecer y de las mentiras convencionales, la sobra de individualismo y la falta de personalidad, el exceso de formalismo y la mediocridad del ambiente,…”

Arremete contra los que atacan a la prensa, porque ésta no es sino “espejo verdadero, espejo de nuestro achatamiento, espejo de nuestra doblez, de nuestra rutina y de nuestra ramplonería (…)
No es más que nuestro ambiente espesado y concentrado, de una corrección desesperante.

¡Menos formalidad y corrección y más fundamentalidad y dirección¡

¡Seriedad y no gravedad¡

Hay un misoneísmo feroz a todo lo fresco, razonable y vivo…”

La denuncia es social pero se extiende a la política, como en el resto del grupo y dice: “Sobre esta miseria espiritual se extiende el pólipo político y en esta anemia se congestiona los centros más o menos parlamentarios.
En una politiquilla al menudeo suplanta la ingeniosidad al saber sólido, y se hacen escaramuzas de guerrillas.
La pequeñez de la política extiende su virus por todas las demás expansiones del alma nacional.
Y aún el pólipo está en crisis.
Los viejos partidos, amojamados en su ordenancismo de corteza, se arrastran desecados y brota, como signo de los tiempos, el del buen tono escéptico y de la distinción elegante, el neoconservatorismo diletantesco y aseñoritado con golpes plutocráticos”

Es Nietzsche como caudillo ideológico.

Ese desdén por la política, que se extiende al sistema democrático es un rechazo al ambiente de ramplonería y penuria espiritual que ven a su alrededor.

Traducido frecuentemente en un “cambio de valores” que nos recuerda la “transmutación” nietzscheana.


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