domingo, 23 de noviembre de 2014

¿HIJOS DE PUTA?

     
        Cuando yo era un pequeñajo, allá, en mi pueblo, y cuando un muchacho mayor me quitaba una canica o me hacía una trastada, por lo “bajini” o en voz alta (si mi taco estaba lejos de su campo auditivo) le soltaba un “me cago en tu alma”.
        Él me lo había hecho, contra él iba mi maldición, no la desviaba.
        Luego, ya más mayor, oía que las tacos eran más fuertes: “me cago en tus muertos”, “me cago en tu padre”, “me cago en tu madre”, “me cago en la madre que te parió”, “me cago en la hostia”, “me cago en dios” (pido perdón, si a alguien molesta, pero ese era el lenguaje de la calle entre los muchachos de mi pueblo) y, quizá el que más me impresionaba, “me cago en tu puta madre” (porque pensaba en mi madre que, si algo no era, era eso de “puta”).
        Mi pregunta era (y lo sigue siendo), ¿qué tendrán que ver los muertos de este hijoputa (¿y por qué digo yo, ahora, hijoputa, si no conozco a su madre?). Estoy segurísimo que los abuelos, tíos, primos,…fallecidos de este “cabroncete” (¿y por qué lo llamo yo ahora “cabroncete” si no sé nada de su vida sexual, ni sé si tiene pareja, ni sé si…) eran unas bellísimas personas que no merecían tales improperios y menos por culpa de este su sinvergüenza descendiente, sin comérselo ni bebérselo, ajenos ya a lo que la vida daba de sí.
        Lo de “en tu padre” y “en tu madre” me cabreaba, porque los conocía y no se merecían recibir los golpes que debería recibir este su despreciable hijo.
        Lo de “en la madre que te parió” me cabreaba más, porque pensaba en la madre pariendo en la cama, como entonces parían las mujeres en los pueblos, como lo hizo cuatro veces mi madre, sólo ayudada por la partera del pueblo, que siempre solía ser una mujer gorda, con las mangas regazadas y siempre gritando “que hierva bien el agua”, “traed sábanas bien calientes”… (Que yo me preguntaba que si para parar la hemorragia el agua no tenía que ser fría). El dolor, el peligro de infección, los trabajitos por los que tenía que pasar para sacar adelante a ese “chiquitín”, tan querido, tan buscado, tan deseado y que….luego le salió “rana”.

        Pero el taco que más me dolía era el de “tu puta madre”. Porque …de una madre, sin conocerla, nunca se puede decir que sea puta, porque, seguramente, es la mujer más honrada del universo.
       
        Pero ¿por qué desviar el odio que alguien se merece a la madre que lo trajo al mundo, además llamándola “puta”?.

        ¿Es que no es ya mérito haberlo tenido nueve meses en el claustro materno, haberlo puesto en el mundo, haberlo amamantado, criado, educado,…para que encima, se le atribuyan las acciones que ella no sólo no ha hecho sino que nunca las haría?.

        ¿Por qué, pues, llamar “hijoputa” o “hijo de puta” a un sinvergüenza cuya madre es la más honrada del mundo mundial?.
        Cuando a uno algo le sale mal  da un portazo, pega un golpe en la mesa, cierra los puños,…. Pero ¿meterse con la madre de esa manera?.

        Nunca oí “me cago en el “cabrón” de tu padre”. Porque los padres siempre tenían “huevos” y no “cuernos”, los padres siempre eran “machos” y no “cabrones”.

        ¿Por qué desviar el improperio contra quien nada tiene que ver con ello?
       
        (Lo de “en la hostia” o “en Dios” me sonaba a pecado, yo lo oía a menudo, nunca lo decía, era, para mí un pasaporte al infierno, era uno de los cuatro grandes pecados: “de pensamiento, palabra, obra u omisión”). ¿Qué tendrán que ver los dioses y sus símbolos con las salvajadas de los humanos?.

        ¿Por qué se llamará “putada” a una mala acción?.
        ¿Por qué llamar “hijo de mala madre” o “mal nacido” o “mal criado” a uno que, por sus deméritos, ha llegado y  se ha convertido en  un indeseable?.


        Por eso yo, desde hace mucho, sigo con “me cago en tu alma” (no “en tu espíritu”, que eso es otra cosa), así no desvío mi rabia hacia quien no la provoca, y menos contra esa “honrada, cabal, hacendosa, solícita, maravillosa, atenta, sacrificada, … madre”.

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