sábado, 22 de noviembre de 2014

FELICIDAD (3)



        Si alguien cree que la felicidad es un estado en el que una vez que se entra en él se permanece todo el tiempo o mucho tiempo, está equivocado.
       
La felicidad es “flor de un día”, es “algo que dura un instante” – dice el poeta. Es imposible para el ser humano un estado de felicidad más o menos permanente.
       
¿Se imaginan Uds. un orgasmo mantenido, permanente?. Eso no hay cuerpo que lo aguante. No sólo es agotador, es perjudicial.
       
Hay por ahí un libro de un psicólogo, que se titula “ Salga de su mente y entre en su vida”. Despotrica sobre lo que él denomina “dictadura de la felicidad” entendida como el afán de la sociedad moderna por venderle a las personas recetas fáciles de felicidad. Desde Corporación Dermoestética a Cambio Radical pasando por el coche que pasa de 0 a 100 en 4 segundos.
       
Dice este psicólogo y en este libro que la felicidad consiste (apunten) en “planificar la vida, descubrir cuáles son los valores propios de cada uno y vivir según ellos”.
       
Es decir que tú y yo planificamos nuestras correspondientes vidas, pero como mis valores son éstos y tus valores son esos, tú y yo no podemos vivir de la misma manera y con las mismas cosas, con las mismas actividades. Tú tendrás que vivir así y yo tendré que vivir asao. Lo que a mí me hace feliz no tiene por qué ser lo mismo que te haga feliz a ti y viceversa.
       
Si las religiones han tenido y tienen sus templos desde los que se nos predica la felicidad, la sociedad compleja consumista en la que vivimos tiene sus templos  profanos, tiene sus ritos y tiene sus objetos a comprar y consumir.
         La misa como actividad, al menos semanal, obligatoria (“santificarás las fiestas”)  ha sido sustituida por el shopping en la nueva catedral laica que imparte sacramentos  de felicidad barata en el Corte Inglés o en los Factorys.
       
Esos escaparates llenos de objetos presentados de manera atractiva y atrayente es, hoy, lo que podríamos denominar “la felicidad visible”, el reino del tener. Si tienes esto y esto y lo de más allá serás feliz.
       
La sociedad de consumo se alimenta de nuestros deseos, de los más inmediatos y caducos, el último modelo de coche o de móvil, o los últimos zapatos de moda. Una felicidad hasta con “rebajas”, Días de oro y Semanas fantásticas. Todo legítimo, todo legal, no sé si inmoral, pero de vida corta, “flor de un día”, de una temporada.
       
Pero hay otra, la auténtica, la “felicidad invisible”, la que podríamos llamar “reserva de felicidad”,
       
Una poetisa, no sé quien, definía así esta Felicidad Invisible, con una metáfora preciosa. “La Felicidad es –dice ella- como la reserva de aguas profundas de un pozo artesiano que te permite, en momentos de escasez, acudir a ella para no sucumbir de sed en medio de la tragedia”.
       
Esta Felicidad Invisible se alimenta de estas reservas, tira de ellas en momentos de dolor, de miedo, de tragedia y asciende a la superficie cuando consigues dar un sentido a tu vida.
       
Felicidad invisible es desde “triunfar en esa actividad que te gusta” a “crear poemas hermosos” o “bucear en reflexiones filosóficas”, “hacer feliz a esa persona”, “descubrir una vacuna”, “despellejarse por salvar el pellejo de los demás”, “aliviar el dolor humano”, “edulcorarle la pena amarga por la pena del ser querido perdido”…
        Estas “felicidades Invisibles” son compatibles con el dolor de muelas, con el suspenso de tu hijo, con la pérdida de una familiar, con la estrechez económica… 
Pero no buscar ni el dolor, ni el sacrificio, ni la pena y menos resignarse ante ellos.      
Cuando un cura dice, desde un púlpito, al recién viudo/a “resignación”, “Dios se lo ha llevado porque lo/la amaba”… me parece una blasfemia.
La teoría del dolor como mérito va contra el sentido común, es una imbecilidad. El dolor todo lo vuelve sospechoso.      
¿Recuerdan el pasaje del evangelio de Jesús y la samaritana?.

Están ante el pozo. Ella va a buscar agua. Él le pide agua. Ambos hablan del agua, pero ella habla del agua que quita la sed, Jesús habla de que “quien beba del agua que yo le daré no es que le quite la sed, es que nunca volverá a tener sed”. Ésta es la Felicidad Invisible. Ninguno habla de aguantar, de soportar, de ofrecer el sacrificio de la sed. ¿Qué mérito puede ser aguantarse la sed?. ¿Qué tipo de Dios puede alabar eso?. ¡Por Dios¡

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