lunes, 17 de noviembre de 2014

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

                   

         Uno podrá ser matemático o no serlo, podrá estar casado o soltero, ser laico o seglar, ser mujer o varón….pero lo que no podrá no ser es “ciudadano”, porque vive/tiene que vivir en la “ciudad”, en la “sociedad”.

         Si antes de nacer como personas necesitamos estar 9 meses en el claustro materno, a resguardo de cualquier inclemencia, sea frío o calor, hambre o sed,…porque “estamos en el paraíso”, el nacimiento es como la expulsión de nuestros primeros padres, con la diferencia de que si ellos se quedaron a la intemperie nosotros fuimos acogidos en el “claustro social”, comenzando por el “familiar”….

         Al igual que no elegimos la madre, tampoco elegimos la época, el lugar, el idioma,…. ni la sociedad en la que nacer.
         Esta sociedad es la que es. Es la que nos ha tocado. Tendremos que integrarnos en ella. Pero tendremos que cambiarla en “cielo” si es un “purgatorio”, o en “purgatorio”, al menos, si es un “infierno”. Tendremos que construirnos un nuevo “paraíso” pero, ahora, siendo sujetos activos. Esta sociedad siempre tendrá necesidad de ser perfeccionada, de ser aquilatada, porque las grietas, siempre, le son implícitas. Incluso aunque fuera un “cielo”, siempre sería un “cielo manifiestamente mejorable”.

         No podemos no ser sociales, no podemos no ser ciudadanos. Ella, la ciudadanía, es el oxígeno de nuestra persona, el carburante de nuestra vida, como el aire que respiramos lo es de nuestro cuerpo, y a nadie le interesa que esté viciado.

         Debemos educarnos y educar a nuestros hijos en y para la ciudadanía. En ello nos va la vida, y nunca mejor dicho.

         Vivimos en UNA España, somos UN estado, el Estado Español. Tenemos una Ley de Enseñanza Estatal, pero, como hemos podido comprobar, la nueva disciplina parece que ha sido de partido más que de estado, por lo que no se han identificado con ella ni la han asumido los que no votan o no son de ese partido. Y, por si ello fuera poco, la nueva materia que se ha implantado/se quiere implantar/se debe implantar es “Educación para la Ciudadanía y Derechos Humanos”. Pero como éstos son “Universales” que venga alguien a explicarme por qué los contenidos de esta materia son distintos en Andalucía que en Castilla, en Galicia que en Cataluña o el País Vasco.

         Pero, ya no sólo las Comunidades Autónomas difieren en los contenidos a impartir, es que las propias Editoriales, muchas veces, no se parecen en nada.

         Si ya en mis tiempos de enseñante y educador teníamos nuestras diferencias los componentes del Seminario de Filosofía respecto al libro de texto a imponer, (yo prefiero seguir llamando Seminario a lo que hoy se denomina Departamento. Esto me suena a Corte Inglés y a la venta de zapatos o camisas, y nosotros no vendíamos nada, instruíamos y educábamos, o al menos lo intentábamos), imagínense ahora en esta nueva materia.
         Temas como la emigración, la guerra de Irak, el separatismo, el terrorismo, la sexualidad y las relaciones humanas, las listas cerradas de los partidos políticos en los procesos electorales, la familia, los nuevos tipos de familia, el matrimonio homosexual, la energía atómica, la globalización, la violencia de sexo (¡por favor, que no se la llame “de género”, éste es una categoría gramatical y lingüística¡), el maltrato a niños y ancianos, la violencia en las aulas, la agresividad acústica en la calle, la agresividad en la conducción en la carretera, la seguridad en la calle (¿seguridad versus libertad?), el botellón, la jerarquía eclesiástica….( y sigan Uds. añadiendo temas cívicos, problemas de la ciudad).

         No me cabe duda (porque lo sé) que hay algunas editoriales y algunos autores que se encuentran en los límites, pero que hay otras y otros que con honradez y equidistancia exponen estos temas con una neutralidad digna de elogio, sin intentar adoctrinar. ¡Es tan fácil moldear a personas en formación¡. ¡Es tan fácil hacer catequesis con estos temas¡.

         A mí me gustaría que mi país, España, tuviese una educación francesa, una cultura italiana, una laboriosidad alemana, una concienciación nórdica, una democracia inglesa,… Pero…..esto es lo que hay y con lo que tendremos que vérnosla.

         ¿Qué tipo de sociedad queremos?.
         ¿En qué tipo de sociedad estamos?.
         ¿Coinciden?.
         Taxativamente, NO.

         Estamos, vivimos en una sociedad competitiva. Aparece un puesto de trabajo y se lanzan a él 400. Y sólo se queda con la presa el más apto, el más listo, el mejor preparado, el que mejor pasa las pruebas. Darvinismo ya no entre las especies, sino darvinismo laboral, personal, social.

         Pero, ¿queremos que siga este tipo de sociedad  competitiva o preferimos una sociedad más humana, cooperativa y solidaria?.
         Habrá que ir del “cómo estamos” al “cómo queremos estar”. No es fácil ir compitiendo en la vida, en la sociedad (la selectividad y los “numerus clausus”, la selección de personal, las oposiciones,….) y llegar a la solidaridad en sociedad.
         Si en una competición ya el 2º es un perdedor y las medallas son sólo tres, del 4º para atrás todos perdedores.

         Si en la sociedad cooperativa importan los valores, en la sociedad competitiva lo que cuentan son los resultados.
         Si las comparaciones son odiosas, las sociedades competitivas son, esencialmente, comparativas. Cada uno se compara con los demás. Miras al de adelante con envidia y con pena al de detrás, y tú no ves la cola completa. Esto lleva, indefectiblemente a la frustración y al desánimo.
         No es igual dar todo lo que tienes, que ser el que más das.
         No es igual dar todo lo que puedes que ser el que más puede dar.
         No es igual, en la competición, correr todo lo que puedes que ser el que más corre.
         Habrá que decidir qué es lo preferible y deseable.
         Habrá que hacerle ver al educando (y todos los somos) que ni para un fin lícito y razonable pueden usarse medios ilícitos.
         Habrá que hacer ver que cuando se busca el bien del Todo no se está yendo contra el bien de un pequeño grupo.
         Habrá que hacer ver que se puede educar para la ciudad real, la que hay, pero que se debe educar para la ciudad ideal, la que debería haber.
         Habrá que hacer ver al educando (y todos lo somos) que el cumplimiento de la ley no se vota. La ley se cumple y punto. Pero que en el mismo instante deben surgir mayorías cualitativas para la abolición o el mejoramiento de la misma. Porque lo legal no siempre es justo y muchas veces es inmoral.
         Habrá que hacer ver al educando que “criticar” no es “injuriar”, sino intentos de aclarar para mejorar.
         Habrá que hacer ver al educando (que tan poco lee) que la cultura, casi siempre, suele ser el camino más corto para llegar más lejos.
         Habrá que hacer ver a los educandos de ciertas comunidades autónomas que son autonomías políticas pero no autonomías jurídicas.


         “Educación para la ciudadanía”, ¡pero qué bonito nombre tienes¡.

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