miércoles, 11 de abril de 2012

M.M.M. de Mujer (y 3).


¿Por qué se le llama a Jesús “Hijo del hombre”?. ¿Es que María no era su madre?. ¿Es que San José no era, sólo, P.P. (Padre putativo) pero no padre biológico?. ¿De qué “hombre” es hijo Jesús de Nazaret?.

El llamar “misterio” a lo incomprensible ha sido causa, por miedo y por respeto al misterio mismo, para no “contaminarlo con nuestra humana razón”, de no querer intentar su explicación, su conocimiento, sus causas.
Así fue durante toda la prehistoria y casi toda la historia, con el “misterio de la fecundación”, en manos de Dios, al que deberíamos pedírselo.

Así, pues, por simple experiencia y/o constatación, la Menarquía era la “salida de la infancia y la entrada en el círculo de las mujeres fértiles”, mientras la Menstruación era la confirmación de que se seguía en el “círculo de las mujeres fértiles”, mientras que la Menopausia, era la entrada en “la posada de la Sabiduría”, siendo las consejeras y asesoras, tras su experiencia vital.

Con la llegada de la Menarquía la joven pasa a ser considerada no sólo objeto de deseo masculino, sino moneda de cambio para una descendencia legítima, pasando del dominio del padre (varón) al dominio del marido (varón).

Como durante el embarazo no hay pérdida de sangre es porque ésta, la sangre, alimenta, nutre al feto, y, tras nacer éste, la “sangre vital” se convierte en “leche” (sangre nutricia) que sigue alimentando al ya nacido, hasta que llega el momento en que el padre se hace cargo del niño y es él el encargado de alimentarlo.

Para nosotros los antiguos “misterios de la menstruación y de la fecundación” se han volatilizado. Los hemos convertido en Conocimientos. Sabemos todo el proceso. Incluso podemos provocarlo, de manera artificial, sin esperar a que la naturaleza actúe, a su ritmo.

Hoy día sabemos que el óvulo de la mujer, que se encuentra en una de las trompas de Falopio, si no es fecundado por espermatozoide alguno, el endometrio (que se había preparado para recibir al óvulo fecundado), ya no es necesario, y se desprende.
El desprendimiento de este tejido, junto con una pequeña cantidad de sangre, origina el “flujo menstrual”, más comúnmente conocido como “regla” o “período”.

Y el secreto de la “concepción” queda al descubierto al comprobar cómo el óvulo queda fecundado por el espermatozoide y, fruto de lo cual, se engendra el feto y posteriormente bebé.

Pero durante toda la prehistoria y gran parte de la historia fue visto así.

Ya desde Esquilo y Aristóteles, siguiendo por San Agustín, San Alberto y Santo Tomás, el varón era el “progenitor exclusivo” del niño.
El padre “procrea”, la mujer sólo “conserva y nutre” el retoño paterno, de ahí que sea menos punible el asesinato de la mujer que el del varón.

Hay un principio filosófico que afirma que: “Todo principio activo produce algo semejante a él”.

Pero, según este principio, y teniendo en cuenta lo anterior, todos deberían nacer “varones”.
Y así debería ser. Lo que ocurre es que, por circunstancias “desfavorables”, nacen mujeres, que son “varones fallidos”, “varones mutilados”, algo “no querido en sí” y que dimana de un defecto.
La mujer, pues, es “un fracaso varonil”, un “producto secundario de la naturaleza”, que sólo se da cuando fracasa la primera intención de la naturaleza, que apunta a los varones.

(Hoy, sabemos, que “es, todo, exactamente, al revés”. “La primera intención” de la naturaleza se encamina a ser mujer, y sólo “sale” varón cuando ocurre que…)

La mujer es “un fallo”, aunque Dios cuenta con él (con ella) para la procreación.
A la mujer, pues, casi debería darle vergüenza existir.

Dios creó a la mujer “para” Adán y sólo para la procreación, pues para las demás actividades un varón es mejor ayuda para otro varón.


Santo Tomás, (nada menos que Santo Tomás), afirmará que “hay que querer al padre más que a la madre”, lo que, lógicamente se deduce de lo anteriormente expuesto, al ser el único progenitor.

La mujer es la que “pare” al hijo, pero “educarlo” es responsabilidad exclusiva del padre.

La defensa, a ultranza, de la indisolubilidad del matrimonio es porque la mujer, que es la que pare, es incapaz de educar a su hijo. El padre es absolutamente necesario. Él sólo se basta y se sobra, únicamente que no puede parirlo.

Si Eva fue hecha “para” Adán, y tiene la única finalidad de dar a luz, ¿qué decir de las mujeres que juran/prometen el voto de castidad y renuncian, voluntariamente, a ser madres?. ¿No va contra el mandato bíblico?.
Lo de llevar la alianza y decir que están “casadas con Dios” son, sólo, salidas terminológicas tangenciales.
Que a la Directora de una comunidad se la llame “Madre” es otra salida terminológica.
Decir que alguien es “padre o madre espirituales” otra salida más.

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