lunes, 9 de abril de 2012

M.M.M. de Mujer (1)

La historia de la mujer está ligada a la “sangre inmunda, a la sangre vital y a la sangre sabia”, sangre que sale por la misma abertura por donde sale el hijo y por la que experimenta el más intenso placer, el orgasmo.

“El tabú de la sangre”.

Estamos hablando de Menarquía, de Maternidad y de Menopausia.

Antiguamente la vida de la mujer se dividía en: doncella, madre y vetusta y estaban relacionadas con la sangre: 1.- La Menarquía (primera regla), 2.- La maternidad (tanto la sangre de la regla como la del parto) y 3.- La Menopausia (retirada de la regla)
Actualmente se hila más fino: Infancia, niñez, pubertad-preadolescencia, adolescencia, madurez, vejez y ancianidad.

Durante la infancia y la niñez la sangre es “munda” (limpia, clara) y puede provenir de una herida, de un diente,…

Ya en la pubertad-preadolescencia (hasta los 14 años) comienza la primera menstruación o “menarquía”, denominada de muchas maneras (generalmente eufemismos), como siendo tabú, “el período”, “la maldición”, “la indisposición”, “la tía”, “la prima (vera)” o “la regla”, que es el término más usado.
La sangre de “la regla” (también llamada “sangre de luna”), como se desconocía el por qué cada cierto período de tiempo aparecía por el sexo femenino, sin herida y sin enfermedad, se la consideraba “inmunda” (sucia, asquerosa, repugnante). Después, la ciencia ha ido aclarándonos todo a todos.
Es el aviso de la maternidad posible, que la naturaleza le recuerda a la mujer que es mujer.
Pero la duda persistía: “por qué el “lugar sangrante” era, a la vez, el “lugar más placentero”.
El desconocimiento del mecanismo corporal lo convierte en tabú, lo que obligará a llevarlo siempre tapado, disimulado, escondido, callado
La mujer menstruante era, en los tiempos antiguos, presentada en sociedad, como “ya casadera”, pues ya podía ser madre. Eran las doncellas que, en las altas esferas sociales, se “las vestía de largo” (“presentada en sociedad”, “puesta de largo”) y a cuya fiesta acudían varones, posibles interesados en “adquirirla” para madre legítima de sus hijos.
La sangre menstrual de la preadolescente, adolescente y joven era inmunda y se guardaba en secreto.


La cosa cambia con la “madurez-adultez” en que la sangre de la madre, es “sangre de nutrición” porque alimenta al “nasciturus” (el feto que lleva dentro) y ya no es inmunda, sino “sangre de vida” que, como firma, aparece en el momento del parto.
La sangre de la madre se ha transformado en vida, ella es donante de vida, es “sangre vital”.

Pero la naturaleza, defendiéndose, llega un momento en que la sangre de la mujer “se queda dentro”, deja de ser “maternal” y la convierte en “sabia”. Es la menopausia. La mujer deja de “darse” a los hijos y puede o quiere o debe querer entregarse a sí misma.

He conocido a personas del Aula de Mayores que, en el diálogo tras la conferencia, me aseguraban que estaban, en su menopausia, disfrutando a tope de la sexualidad ahora que había desaparecido el temor al embarazo, porque ahora el sexo era “recreativo”, mientras antes era sólo “reproductivo”.

De la “sangre inmunda” de la adolescencia-juventud, que para nada vale, a la “sangre vital” de la madurez-esbeltez para que el niño se desarrolle en la etapa de feto y nazca como bebé, para desde aquí, subir a “sangre sabia”, sangre ya no desparramada sino concentrada interiormente.


La SOCIEDAD obliga a los VARONES, moral y jurídicamente, a dar, si es necesario, alguna vez, la sangre por la PATRIA,
La NATURALEZA, en cambio, obliga, necesariamente, a las MUJERES, a dar su sangre, cada mes, incluso su vida, cada nueve meses, por la MATRIA.


Sin saber absolutamente nada, durante casi toda la historia de la humanidad, se creyó que el recién nacido era 100% fruto del padre. La madre era sólo la tierra en la que cae la simiente del falo sembrador.
Hasta casi finales del siglo XVII (1.679) no se descubrió el espermatozoide, y el del óvulo tuvo que esperar 150 años (1.827), pero no fue hasta 1.880 cuando se descubrió el mecanismo de la fecundación humana.

Hasta entonces la sangre de las doncellas vírgenes, de las monjas y de las viudas, condenada a ser “inmunda” hasta que el semen no la pusiera en funcionamiento y la convirtiera en vida, por el voto de castidad o por la presión social, era causa de vergüenza.

La Biblia, libro revelado por Dios, según dicen los creyentes, y cuya “palabra es eterna”, tampoco es que ayudara mucho al estigma de la menstruación.

Levítico15:19-24
Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmundo hasta la noche. 20 Todo aquello sobre que ella se acostare mientras estuviere separada, será inmundo; también todo aquello sobre que se sentare será inmundo. 21 Y cualquiera que tocare su cama, lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la noche. 22 También cualquiera que tocare cualquier mueble sobre que ella se hubiere sentado, lavará sus vestidos; se lavará luego a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche. 23 Y lo que estuviere sobre la cama, o sobre la silla en que ella se hubiere sentado, el que lo tocare será inmundo hasta la noche. 24 Si alguno durmiere con ella, y su menstruo fuere sobre él, será inmundo por siete días; y toda cama sobre que durmiere, será inmunda.

(continuará)

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