Todos los partidos dicen que hay que ahorrar, que hay que hay que ser austeros, pero todos están gastando lo que no tienen y que lo consiguen como anticipo a unas expectativas que ellos mismos saben que son utópicas o, mejor, quiméricas.
Y, como después, (aunque todos dirán que han ganado, porque como preveían que iban a perder más y han perdido menos) no podrán devolver los préstamos gastados en la campaña, solicitan (y consiguen) otro préstamo, que se unifica con el anterior, y la bola de nieve de la deuda crece y crece y crece.
Las campañas electorales deberían seguir el modelo de los festejos. Un solo espacio ferial, un gran escenario para espectáculos musicales, una programación racional según la cual los grupos musicales o de teatro (en este caso los grupos políticos que se presentan a las elecciones) van turnándose y cada persona acude al espectáculo que más le gusta y por el que opta.
Y luego quieren concienciarme de que reciclemos el papel, que eso es lo ecológico, cuando el derroche del mismo, por los propios concienciadores, es obsceno.
Pero en esa campaña debería estar presente un Notario y tomar nota de las promesas que cada grupo afirma que llevará a la práctica, si se les da su voto. Y, luego, actuar en consecuencia en los juzgados.
Todos los alcaldes de Málaga deberían estar en la cárcel, por “incumplimiento de contrato”.
Durante los 22 años que resido en Málaga, elección tras elección, se me ha prometido el abovedado del río Guadalmedina, para “terminar con la ruptura del casco urbano”.
Me encanta ese proyecto pepero de puente, en doble nivel, por la bahía de Málaga, que une el Oeste con el Este, desde El Rincón hasta Guadalmar, sin tener que sufrir, a diario, el martirio de cruzar Málaga, de punta a punta, además teniendo en cuenta el emparedado urbano malagueño entre el mar y los montes.
Y si lo prometen como proyecto y salen elegidos, poder tomar nota “notarialmente” y pedirle cuentas al final de la legislatura, y si no…
Tenemos un hartazgo de mítines... En cada barrio. En cada centro de la tercera edad. En cada centro deportivo. Los primeros o segundos o terceros espadas. Hay barra libre. Con la megafonía a tope. Gritando (los mitineros no saben hablar, ni sabiendo que tienen delante un micrófono).
Más que decirme que les dé mi voto, quieren convencerme de que no se lo dé al adversario.
Puedo conocer el programa electoral del contrario oyendo a un mitinero. El programa de cada partido es la crítica del programa del otro.
Quieren hacerme ver lo malo que son los otros. No me exponen sus bonanzas. Como si la maldad ajena produjera la bondad propia.
Ni un alumno de la E.S.O. se pone a tan bajo nivel como en los mítines.
Yo no sé vosotros, pero yo siento vergüenza y doy un rodeo, cuando veo que están montando una estructura mitinera.
Tomás, ni se te ocurra pedir un notario para lo del puente sobre el mar, porque seguro que salgo yo culpable y tendré que pagar los platos rotos.
ResponderEliminarHace tres años se me ocurrió publicar un artículo en la revista de Amaduma, con ese proyecto del puente (Joaquín te puede mandar el mismo) y decía que era un chivatazo. Cuando lo ví publicado en el Sur, dije ya me lo han copiado, pero si ahora me sales con el notario... ¡seré declarado culpable de lo que sea! pero me culparán a mí de su fallo.
Por esta vez, aguanta.