jueves, 26 de mayo de 2011

¡AY, ZAPATERO, ZAPATERO¡.

Si el poeta cantaba: “la primavera ha llegado // nadie sabe cómo ha sido”, eso mismo me preguntaba yo cuando, de un Congreso Socialista, salió, de manera no prevista, elegido Zapatero como Secretario General y, por tanto, como candidato a Presidente del Gobierno de España.
Sin haber sido presidente de “na” y tener "na" de experiencia de gobierno, por un gigantesco accidente terrorista mal gestionado, se encontró en la Moncloa.

Su capital político era nulo, pero su figura era un buen cartel ganador. Alto, guapo, bien vestido, de sonrisa siempre puesta, de buen talante,…un buen maquillaje humano, una buena presentación para un producto vencedor. Y así fue. Y, casi de golpe, se encontró en Las Ventas, con un Mihura, sin haber pisado las capeas ni las novilladas. Y todo le vino muy largo.

Los años del ladrillo habían dejado la hucha pública bastante llena, pero “el ladrillo se desenladrilló” como una pompa de jabón (o burbuja) y en vez de administrar la hucha, como haría cualquier gobernante, la rompió y comenzó a hacer regalos por doquier, incluso a quienes ni los necesitaban ni se los esperaban, pero “a buen caballo no le mires el incisivo” y los niños venían al mundo no con un pan bajo el brazo, sino con un cheque, y…
Y los ahorros se acabaron.

Un estadista se huele el peligro desde lejos y toma medidas preventivas. Incluso un buen gobernante, cuando el peligro le acecha por detrás da un paso hacia adelante o “se hace el muerto”, pero ante el precipicio se para y da un paso atrás.
Mi Presidente tomó la cuarta decisión, lanzarse al vacío a golpe de intuición.

No he visto dineros peor gastados que el de los tropecientos asesores de mi presidente que, o lo han asesorado mal (y entonces ¡vaya asesores¡) o lo han asesorado bien, pero mi presidente no les ha hecho caso (y, entonces, ¿para qué asesores?).

Explotó la burbuja que engrasaba el trabajo y cuando la sociedad comenzó a chirriar y hubo que engrasar la máquina laboral se pudo comprobar que no había lubricante.
Y el descosido en el tejido productivo hizo saltar hilvanes y costuras y casi cinco millones se encuentran en la calle, desnudos de trabajo y ayunos de esperanza, sin ser necesariamente creyentes ni ser viernes de cuaresmas.

No seré yo quien culpe a Zapatero de la crisis, pero sí de haberla gestionado muy mal. Primero por no verla (cuando los expertos se la mostraban), y, por lo tanto, no atajarla (¿cómo va a atajarse una cosa que no existe?) y, finalmente, cuando se convenció de que no estábamos en la Champions league (o como se diga) y que estábamos descendiendo de categoría, cuando se dio cuenta, se acabó el partido. Y aquí estamos, llorando y pidiendo prórrogas de confianza para que los inversores….

Por si fuera poco lo que está cayendo, todavía nos invita, en las últimas elecciones, a que “nos decidamos” (buscando, desesperado el voto indeciso, que amortigüe el batacazo).
Y mientras, quizá, muchos “indecisos” se “decidieron por caballo ganador”, un indeciso como yo se “decidió” a apostar por caballo perdedor, que ni siquiera aparecía en las quinielas. Sabedor de que este joven potro no iba a llegar a la meta en los primeros lugares, pero que lo haría orgulloso, con la cabeza erguida, en carrera limpia, con pobreza de recursos, pero con un capital humano envidiable. No ganó, pero quedó bien colocado.

Lo que más me dolió fue la noche de marras, cuando el ministro más locuaz del gobierno, con el chic de niño de San Ildefonso, fue cantando, no la lotería, sino los porcentajes de votos de los partidos, pero el mío, UPyD, o no aparecía en la lista o se lo saltó.

Todavía sigo preguntándome por qué.

No hay comentarios:

Publicar un comentario