miércoles, 11 de septiembre de 2019

EL MITO DE LA NA(TI)VIDAD ( 3 )



¿Qué padres están presentes en el parto de su mujer?

Pero el villancico lo edulcora: “San José fue a por candela // y dejó la cueva a oscuras. // Cuando vino la encontró // toda llena de hermosura”.

Claro que habría bastado con la presencia del Espíritu Santo, pero era una manera de humanizar el acontecimiento.
Ahora bien eso de que “igual que el rayo de sol sale y entra por un cristal sin romperlo y sin mancharlo” para seguir afirmando la virginidad de María antes, mientras y después del parto, por lo que no hubo sangre de por medio…

El mensaje transmitido por el mito continúa, haya mujeres-comadronas o no, sea un portal o una cueva, esté sola o acompañada, haya ángeles cantando o no, esté el niño desnudo o con un ropaje de rey, sea un buey o una vaca (noto u cierto machismo, pues el buey le echaba el aliento para calentarlo y la mula (no mulo) no, lo que causaría que la mula, maldecida, ya no pudiera parir (¿es que antes sí paría?)

Belenes, Portales, Misterios, Nacimientos,…de muchas maneras se los llama y, ante ellos, continúa la fiesta del Nacimiento del Niño Jesús.

Pero (una vez más) recordemos que el mito es muy, pero que muy antiguo, respecto a los Belenes o Portales cuyo origen es la Edad Media y en un contexto franciscano, de San Francisco de Asís, en un pequeño pueblo de la Umbría italiana, en Grecchio y sería esa orden franciscana, una de las dos órdenes mendicantes (junto a la dominica o de Santo Domingo de Guzmán) la que al extenderse por toda Europa…
Esos belenes domésticos que los padres montan en sus casas con los niños viendo y participando, y colocando a los pastores, a las mujeres que lavan la ropa en el río,… las distintas figuritas que colocan donde ellos mejor creen, eso se va grabando en sus mentes infantiles y, una vez instalado el mito en sus conciencias en ciernes, ya nunca saldrá de allí, y si lo acompañamos con lecturas o historietas-leyendas,…

No se procede a reconstruir el paisaje de aquella Palestina, sino que habrá un río, unas montañas con nieve, un castillo en las montañas, los Reyes Magos, con sus camellos y sus pajes de camino hacia el portal, con la estrella (cometa) guiándolos, y cada día o cada cierto tiempo acercándolos más al portal porque el día 6 de Enero estarán ofreciéndole al niño: “oro” (¿Quíén lo diría?) como Rey, Incienso, como Dios, y Mirra como hombre.
El mito se estira y da más de sí.

Además, en España, es la fiesta familiar por excelencia y, aunque durante el año casi ni se hayan visto, ese día todos acuden a la casa de los padres-abuelos para festejar la fiesta de la Navidad.

Aunque, últimamente, el Árbol (nórdico) de Navidad, con sus regalos, serpentinas y lucecitas haya, en parte, sustituido al Portal y el Papá Noe o Santa Claus estén sustituyendo a los Reyes Magos.
Aunque pueden mantenerse ambos, el primero para los regalos de Navidad y los segundos para el día de Reyes, de esa manera los niños pueden tener a mano parte de sus juguetes durante las vacaciones,…

El mito sigue, a pesar de las diferencias, del ámbito anglosajón, integrando diversas interpretaciones y añadidos, porque los villancicos siguen siendo cantados los mismos.

Y si eso ocurre con las figuritas del Belén ¿qué decir del genial imaginero murciano Salcillo y su Nacimiento? Esto ya es Arte Puro.

Recordemos que antes que la Nochebuena cristiana estuvo la Nochebuena pagana, con sus festejos no religiosos, y la “metanoia” que impuso la iglesia, cambiando el contenido y manteniendo el ambiente festivo, aunque por otro motivo, en este caso religioso.

Tras el culto al Nacimiento del Niño-Dios está el culto al nacimiento del Sol, que se impone y vence a las tinieblas, a la noche.

Cristo va a ser el Sol la Luz, que ilumina y guía.
El viejo mito pagano se va acoplando al nuevo mito religioso.

“Está bien que celebremos el Nacimiento del Sol, pero mejor está que celebremos al que creó ese Sol” – dirá San Agustín.

Tras ese símbolo luminoso, el Sol, está Dios.

Y no podemos olvidarnos del fuego, como símbolo de luz, de ahí los petardos, las luces, las fogatas,…y, ya puestos, el Cirio Pascual, religioso.

El Sol, la Luz, el Fuego,…nos liberan de los peligros que pueda entrañar la oscuridad, la noche,…que no la dominamos, porque no la vemos, de ahí nuestras expresiones de buenos deseos: “Felices Pascuas”, “Felices Fiestas”, “Feliz y Próspero Año Nuevo”,… deseos. Es lo que se define como “dimensión elpídica”, de esperanza, pero que no es un rito originariamente cristiano, sino pagano, muy anterior al Cristianismo, pero que ha pervivido incrustada en los ritos cristianos.

“Noche mágica” también se denomina a la Nochebuena, pero reconceptualizada, porque va a nacer/acaba de nacer el Niño-Dios, que nos salvará del pecado y nos iluminará sacándonos de la oscuridad.

Esa jovialidad, ese espíritu de la Navidad, deseándonos paz y felicidad,…es típico de estas fiestas.
Nos volvemos pacíficos y tolerantes, los policías no ponen multas o te la perdonan (a mí, por ejemplo, por apagar la luz del coche antes de salir totalmente del túnel), la gente discute menos, se enfada menos,… como si nos propusiéramos un “borrón y cuenta nueva”.

Nochebuena, la noche larga del invierno, la noche oscura, y todos contentos deseándonos salud, paz, felicidad,…
Y es, también, la noche festiva por antonomasia, en la que la gula, la lujuria, la danza, el canto,…campean a su aire. Hay licencia para todo durante estos días.

Las tres promesas o propósitos típicos para el Año Nuevo: (comer menos, gimnasio y aprender inglés), aunque a los pocos días…

Si en la fiesta pagana la comida y la bebida era la protagonista, no lo es menos en la fiesta cristiana, en que se “echa la casa por la ventana” y que no falte de nada, como si fuese la última noche de sus vidas.

Seamos sinceros, lo religioso queda en un plano secundario, por la fuerza de la dimensión pagana y/o profana.
La Nochebuena es la noche de los excesos, en todos los sentidos.

Parece como si la muerte de las sombras fuese, también, la muerte de una parte de nuestro ser que ya se ha quedado vieja, inservible y la nueva luz sea el renacer de una nueva vida.

Bien pensado, estas festividades son las menos espirituales del calendario cristiano, siendo el nacimiento de Cristo sólo un pretexto para dar rienda suelta a la ebullición festiva encauzada, básicamente, a través de la gastronomía más tradicional.

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