jueves, 12 de julio de 2018

NIETZSCHE: EL FILÓSOFO ICONOCLASTA (2)




Es decir, el “platonismo” es el generador del “Nihilismo”, el más pesado de los huéspedes, que avanza sobre Europa con el paso lento, pero seguro, de la pérdida total de vida, que hará de la cultura europea “el matadero del espíritu”.

Si “nada (nihil) de lo anterior vale y la vida y el mundo han estado basados y fundamentados en esa “nada”, no es de extrañar que el “nihilismo” (bajo una de sus formas, al menos, la secularización, Europa está convirtiéndose en Ese “matadero del espíritu”.

Su aversión al Platonismo, su odio tanto a Kant como a Espinosa (Spinoza), su rechazo a la moral cristiana, sus desprecios a Occidente, junto a la irrupción  de su propia filosofía y sus planteamientos claves son los que deberán llevar a la humanidad hacia otros cambios y a otras formas de valorar la existencia.

Ahora los clásicos problemas de la filosofía, a la luz de la nueva perspectiva nietzscheana, son planteados de otra manera distinta.

En esta o para esta filosofía del porvenir es difícil separar el terreno filosófico del terreno moral.

Todos los filósofos han pretendido moralizar, han pretendido, en su búsqueda de la verdad, a cualquier precio, ser los dirigentes y los ordenadores del mundo, en una interpretación de la realidad con base en unos valores determinados.

Esa “Voluntad de Verdad” atraviesa toda la historia del pensamiento occidental, desde Platón hasta él pero él está justamente ahí para ser el destructor de esa forma de pensar y de valorar la existencia.

Filosóficamente, pues, podría decirse que la historia de la Filosofía se divide, como la historia general se dividía en a. C y d. C en “antes de mí (Nietzsche) y después de mí”.

Toda esa estructura milenaria prenietzscheana debe ser derribada con el “martillo” y convertir la cisura del “antes y el después”.

“Es de capital importancia que se suprima el mundo verdadero. Éste es el gran cuestionador y el gran devaluador del mundo que nosotros somos. Él ha sido, hasta ahora, nuestro más peligroso atentado contra la vida.

Mientras se mantenga el “allí arriba” y éste sea “supervalorado”, el aquí abajo, yo y el mundo, no son más que la sentencia del místico: “una mala noche (tiempo pequeño, nuestra vida terrenal) en una mala posada (espacio concreto)”

Pero es que esa “Voluntad de Verdad” no es una potencia moral, sino una forma de manifestarse la “Voluntad de Poder”.

“No hay ni espíritu, ni razón, ni pensamiento, ni conciencia, ni alma, ni voluntad, ni verdad: todo son ficciones inservibles.
No se trata de “sujeto” y “objeto” sino de una determinada especie animal que únicamente prospera bajo una cierta exactitud relativa y, sobre todo, regularidad de sus percepciones”.

Esa afirmación categórica anterior es la que ha producido (y sigue produciéndolo) un rechazo instintivo de su filosofía tanto por parte de los filósofos académicos como de los filósofos en general, pertrechados de “platonismo” y ajenos al nuevo catálogo de categorías que Nietzsche ha puesto en funcionamiento.

El intento de Nietzsche es mayor que el “intento quijotesco” de salvar damas y defender viudas luchando contra “molinos-gigantes”, se trata del envés a la tradición, no es mero intento de mejorar una sola parte, es “contra el todo”.

Exceptuado Heráclito todos los demás filósofos anteriores a él serán vilipendiados, destruidos, subvalorados, por ser los causantes de la “antivida que proponen como auténtica vida” por mantener el esquema interpretativo del “platonismo”.

El aspecto destructivo de su filosofía, el primer paso en su caminar filosófico, se concreta en ese ataque frontal, esa lucha a muerte, contra la metafísica, ese ataque personal contra los principales concepto de la misma, contra el platonismo como reino supremo de la Idea y sus derivaciones idealistas y positivistas.
Este primer paso destructivo para allanar el solar de su futura edificación es lo que más ha calado en sus estudiosos, porque parece escribir con sangre.

Nietzsche el destructor, Nietzsche con el martillo derrumbando los ídolos del pensamiento Occidental, Nietzsche el iconoclasta por antonomasia, que inaugura la Crisis Occidental y pone la primera piedra que sirva como punto de partida para todo lo que el siglo XX ha no sólo pensado, sino realizado en la Praxis: el Nihilismo.

“Nada de lo anterior valía, por eso lo hemos destruido para construir el nuevo mundo valioso.

“Superación de los filósofos mediante la destrucción del mundo del ente: período de transición del Nihilismo, antes de que exista la fuerza de invertir los valores y de deificar, de bendecir lo que deviene, el mundo aparente como el único mundo”

Que sólo exista lo que realmente existe, este mundo, terrenal, temporal, deviniente, imperfecto,… pero el único hogar para el hombre nuevo.

El Nihilismo supone la conciencia de una grave crisis, de la “mayor colisión de conciencias, de una crisis como jamás la ha habido en la tierra”

“Describo lo que viene: el advenimiento del Nihilismo… los signos se hallan por todas partes, sólo faltan los ojos para detectar estos signos. Celebro, no condeno, que venga: creo que tiene lugar una de las crisis más grandes, un instante en que el hombre recapacita sobre sí mismo de la forma más profunda: si el hombre se repondrá o no, si domeñará la crisis o no, es una cuestión que atañe a su fuerza: es posible”

La Muerte de Dios, como acontecimiento histórico occidental nos coloca a las puertas de una nueva interpretación de la realidad, una realidad atea, en su amplio sentido y filosófica, en su sentido último, ante la cual Nietzsche no retrocede sino que va colocando bases cada vez más profundas para lo que puede ser uno de sus “pensamientos abismales”.

Esta interpretación de la historia Occidental como historia “nihilista”, este planteamiento del Nihilismo como fenómeno contemporáneo nos ha dejado atónitos.

“Nada” de todo lo anterior vale.

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