sábado, 14 de julio de 2018

NIETZSCHE (4). CRÍTICA A LA MORAL JUEDEO-CRISTIANA


Al revés de lo que normalmente se cree y se afirma, que el lenguaje es algo fijo (la R. A. E: “limpia, fija y da esplendor”), para Nietzsche el lenguaje es móvil, ágil, danzante.
Permanentemente está destruyendo la lógica, sus conceptos, al contrario de lo que se ha hecho tradicionalmente, se rompen, o se diluyen, o saltan a la metáfora, o son fundamentalmente polisémicas. De ahí la dificultad para comprender su pensamiento y la pluri-interpretaciones a que da lugar.

Y como “todos estamos atrapados en la gramática” pretendemos acudir a él con los esquemas tradicionales de la lógica y del lenguaje y es como si alguien quisiera coger agua con una cesta, que se escapa, aunque es verdad que queda húmeda, pero sólo eso, húmeda, no agua.

¿Cómo expresar en palabras, fijas y externas, las “vivencias profundas” cambiantes e íntimas?

Las fotografías, fijas y estáticas, de la corriente de un río, que cualquiera puede hacer y contemplar, y la sensación de estar inmerso en la  corriente de ese río.

¿Pueden las primeras ser reflejos exactos de la segunda?
Pues lo que hacen la mayoría es contemplar las fotografías de esa auténtica realidad que no deja fotografiarse y que invita a sumergirse.

El ataque a la moral judeo-cristiana constituye lo más iconoclasta de su pensamiento por considerarla “negadora de la vida por excelencia”.

“No existe una moral absoluta y exclusiva… y toda moral que se afirma excluyendo a todas las demás destruye demasiadas fuerzas vivas y hace pagar un precio muy caro a la humanidad.
Los discrepantes, que con frecuencia son los inventivos y creadores, no deben ser sacrificados.
No es conveniente considerar vergonzosa la transgresión moral de pensamiento y de obra; hay que llevar a cabo muchos intentos nuevos para transformar la existencia y la sociedad; es preciso que el mundo se libere del enorme peso que supone la mala conciencia; es necesario que estos fines generales sean aceptados y fomentados por todo aquel que busque honradamente la verdad”

Un ataque a 2.000 años de cristianismo que culmina con la famosa “Ley contra el Cristianismo”, que cierra su “Anticristo”.

De nuevo el martillo minando los cimientos sobre los que está montado Occidente.

El texto es duro y puede resultar escandaloso para mentes sensibles:

“Dada en el día de la salvación, en el día primero del año 1 (el 30 de Septiembre de 1.888 de la falsa cronología)

Guerra a muerte contra el vicio: El vicio es el Cristianismo.

Artículo 1: Viciosa es toda especie de contranaturalaza. La especie más viciosa de hombre es el sacerdote; él enseña la contranaturalaza. Contra el sacerdote no se tienen razones, se tiene el presidio.

Artículo 2: Toda participación en un servicio divino es un atentado a la moralidad pública. Se será más duro contra los protestantes que contra los católicos, más duro contra los protestantes liberales que contra los protestantes ortodoxos. Lo que hay de criminal en el ser cristiano crece en la medida en que uno se aproxima a la ciencia. El criminal de los criminales es, por consiguiente, el filósofo.

Artículo 3: El lugar maldito en que el Cristianismo ha encovado sus huevos de basilisco será arrasado y, como lugar infame de la tierra, constituirá el terror de toda la posteridad. En él se criarán serpientes venenosas.

Artículo 4: La predicación de la castidad es una incitación pública a la contranaturalaza. Todo desprecio de la vida sexual, toda impurificación de la misma con el concepto “impuro” es el auténtico pecado contra el espíritu santo de la vida.

Artículo 5: Comer en la misma mesa con un sacerdote le hace quedar a uno expulsado: con ello uno se excomulga a sí mismo de la sociedad honesta. El sacerdote es nuestra chandala (paria), se le proscribirá, se le hará morir de hambre, se le echará a toda especie de desierto.

Artículo 6: A la historia “sagrada” se la llamará con el nombre que merece, historia “maldita”. Las palabras “Dios”, “redentor”, “salvador”, “santo”, se las empleará como insultos, como divisas de los criminales.

Artículo 7: El resto se sigue de aquí”


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