martes, 10 de julio de 2018

A PROPÓSITO DE NIETZSCHE: LA CREACIÓN DE NUEVAS NOCIONES ( y 3)


“Nosotros, los nuevos, los carentes de nombre, los difíciles de entender”

“El ideal de un espíritu que juega, y juega ingenuamente, con todo lo que, hasta ahora, fue llamado santo, bueno, intocable, divino,..No es sino peligro, decadencia, rebajamiento…”

Lo que para los vulgares es excelso, para el genio es rastrero.

Aquí radica su odio al pueblo, al pueblo bruto, ignorante, incapaz de sentir lo que él siente, de percibir lo que él percibe.
La masa, la plebe, el populacho que estira sus fauces, los esclavos, los resentidos, los atormentados, los viciados.

En muchos de sus textos expresa Nietzsche su desprecio por los hombres vulgares.
Pero ¿cuál es el verdadero sentido y el alcance de esta crítica?

Lo que más odia Nietzsche es la ignorancia del pueblo y en la medida en que el cristianismo y sus sucedáneos (el sistema democrático y el socialismo) propenden a la nivelación de la humanidad, a la “pretendida” igualdad de los hombres, podemos entonces decir que Nietzsche desprecia toda la contemporaneidad civilizada, y ese siglo –el siglo XIX – como el siglo del pueblo y máxime el siglo XX como culminación del proceso de las ideas modernas y el aplebeyamiento logrado por la Revolución Francesa.

Es cierto que la ignorancia del pueblo es el abono ideal y la tierra fértil para la dominación de los señores y es cierto que nada hay más grato para los pobres, desheredados, inferiores,…que oír la cantinela de que nadie es más que nadie, que todos somos iguales,…(el lecho de Procusto).

Nietzsche se considera fuera del pueblo, fuera y superior a la masa, diferente (y no igual), como fuera del tiempo, fuera del lenguaje, fuera de la plebe.

Él es un Inmoral, un espíritu libre, un hombre superior, un anticristo, alguien devenido libre, por eso cree que puede hablar, que tiene poder para expresar lo más grande que se haya podido expresar a la humanidad.

“Yo trazo en torno mío círculos y fronteras sagradas; cada vez es menor el número de quienes conmigo suben hacia montañas cada vez más altas; yo construyo una cordillera con montañas más santas cada vez”.

Por eso puede pedir que perezca el hombre para que pueda surgir el superhombre, puede convocar a la humanidad a que siga otros caminos, a que escoja otras rutas, puede legislar para el futuro y “operar sobre milenios como si fuesen cera”

Él es el gran Liberador de Occidente, la voz más profunda del espíritu europeo, un “destino”
(Freud diría que “narcisismo ilimitado”)

Ante esta filosofía, todas las filosofías y todos los filósofos, pasados, presentes y futuros, resultan pálidos, garrapatean sólo conceptos sobre la realidad o, incluso, retoman muchos de sus pensamientos abismales.

La Moral Cristiana ha sido, hasta ahora, la Circe de todos los pensadores, éstos se hallaban a su servicio”
¿Quién, antes de mí, ha penetrado en las cavernas de las que brota el venenoso aliento de esa especie de ideal?
¿Quién se ha atrevido, siquiera, a suponer que son cavernas?”

Todos los anteriores a Nietzsche pueden ser declarados sólo moralistas, remedos de sacerdotes, tejedores de arañas conceptuales –al estilo de Hegel -, cristianos alevosos –al estilo de Kant- o cristianos prematuros, al estilo de Platón.

Una de las mayores aportaciones de Nietzsche es la ruptura con la tradición del Yo y del Ser, ruptura con una de las creencias más fuertemente tenidas en Occidente durante 25 siglos.

No ceja de criticar las tres doctrinas: La doctrina del Ser, de los antiguos; la doctrina del Alma de los teólogos cristianos, la doctrina del Yo, de los modernos.

Destruye para construir pero para que el nuevo edificio surja (su filosofía) tiene que forzar el lenguaje, único vehículo de expresión que existe, forzándolo a que exprese lo que no puede expresar, haciendo estallar los conceptos, forzando las palabras de mil maneras, sugiriendo, ocultando, en un juego metafórico que rompe los límites entre el discurso filosófico y el discurso poético y, también, callando cuando lo que quiere expresarse no puede expresarse.

“Puede ser altura del alma el que un filósofo calle”
Porque también el silencio habla de múltiples maneras y no siempre podemos estar prisioneros de las palabras.
Los filósofos deben aprender a callar porque, a fin de cuentas, el que más habla es el pueblo que, incluso se manifiesta escribiendo en los periódicos.

Nietzsche odiaba los periódicos, que reproducían, en el día a día, la banalidad de la época, “la bilis del sistema”.

¿Qué pensaría hoy Nietzsche ante esta aldea global informática en que se ha convertido el mundo, manipulando a las masas a través de informaciones totalmente interesadas, creando y esparciendo ideologías de otros pero acarameladas para llevarse al huerto a las mayorías ignorantes?

Es cierto que cada uno tira de una cita de Nietzsche para justificar sus ideas y/o sus conductas, porque lo que ocurre con la obra de Nietzsche es lo que ocurre con el evangelio, hay citas para todos los gustos.

“Pero no he encontrado hogar en ningún sitio: un nómada soy yo en todas las ciudades y una despedida junto a todas las puertas”

“Ajenos me son, y una burla, los hombres del presente, hacia quienes no hace mucho me empujaba el corazón; y desterrado estoy del país de mis padres y de mis madres”

“Por ello amo yo tan sólo el país de mis hijos, el no descubierto, en el mar remoto: que lo busquen incesantemente ordeno yo a mis velas”

“En mis hijos quiero reparar el ser hijo de mis padres: y “en todo futuro, este presente”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario