miércoles, 21 de febrero de 2018

38.- ¿MIEDO A LA VEJEZ? LA MUERTE (1)


LA MUERTE 

La muerte para el viejo no es como la muerte para el joven.
Mientras éste la ve como un fracaso injusto, que le arrebata un derecho (el joven cree que tiene todos los derechos del mundo para vivir y seguir viviendo), el derecho a la existencia física.

Lees las necrológicas y ves que uno ha fallecido con 90 años y dices “¿qué iba a esperarse ya?, lo normal”; si el fallecido tiene 66 piensas “¡qué poco ha disfrutado de la jubilación¡”; si tiene 50 tu comentario es “¡qué pena, pero ¡bueno¡”. Ahora como tenga 25 “¡qué desgracia, con toda la vida por delante¡”, como si no hubiera árboles de hoja perenne y árboles de hoja caduca, como si no hubiera flores que sólo duran un día y flores que aguantan más.

Tener 90 no es motivo para morirse (podría seguir hasta los 105), como tener 25 no es motivo para matarse en cualquier fin de semana en moto o en coche pero con alcohol. Ninguna de las dos muertes es necesaria.

Yo no sé si cuando los curas hablan del más allá, de esa manera trágica y tétrica, de castigos eternos y de fuego que no se consume, se lo creen ellos mismos o es, más bien, un arma que tienen en sus manos para, entrando y saliendo en las conciencias de los hombres, seguir sometiendo a vasallaje a los vivos que les escuchan.

¿Uds. creen que será una realidad real o es sólo un medio dialéctico para seguir detentando el poder?

¿No es el “coco” de los niños un arma en mano de los padres?

“¿Y ya qué pinto yo en este mundo?”, solía repetirme mi padre muchas veces, últimamente.
Yo creía animarlo y convencerlo al decirle “hay que seguir vivo todo el tiempo posible” y quería hacerle ver que la vida es un fin en sí mismo.
Pero mi padre entendía la vida como felicidad y a él ya le dolía todo y le fallaban ya muchas de sus facultades y no era feliz. ¡Quién lo vio y quién lo ve¡
¡Con lo que el fue y lo que era entonces¡

¿Sin calidad de vida merece la pena la vida?
Cuando te falla la capacidad de moverte, y la vista y el oído se van apagando a diario, sin interés por la radio ni la TV ni la conversación, obligatoriamente encerrado en sí mismo, ensimismado, moviendo los labios no sé si rezando o musitando recuerdos de tiempos mejores, con la vista perdida, sin control de orina y de…

¿Eso es vida?

Yo comprendía el deseo de una persona en esas circunstancias: “que me recoja pronto el Señor”.

La muerte para una persona así siempre será un descanso.

Una persona, así, se limitará a cerrar los ojos definitivamente, a sellarlos para no tener que abrirlos a la mañana siguiente y seguir sufriendo, cuesta abajo, sin freno y con movimiento uniformemente acelerado.

Quizás el mayor sufrimiento del moribundo sea ver y oír llorar a los familiares a su alrededor antes de morir definitivamente, cuando, para todos (también para él) el morirse es ya lo mejor.

Es incómodo morir así, pero ¿hay otra forma mejor?).

Ya no digo nada cuando la medicina inicia una pugna encarnizada en la carne del moribundo para intentar mantenerlo en vida, sea la que sea, a toda costa.

¿Qué mejor que morir con los ojos abiertos, sin gente alrededor, despidiéndose del reloj, compañero de tantas horas y testigo durante tantos años, con la luz entrando por la ventana, apretando las pastas del último libro que estaba leyendo….?.

Plácidamente, serenamente, morirse yéndose, como paseando, sin alaridos ni alharacas, despidiéndose,…

¡Cuánto deberíamos aprender de los animales moribundos, que se apartan de la manada y, en soledad, se dejan morir, tranquilamente, dejando y permitiendo que la manada siga adelante con la vida¡

Aquí no.

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