Jesús, personaje del que más
se ha escrito en el mundo mundial y del que menos cosas se sabe, realmente.
A pesar de las infinitas
biografías sobre Él, no se puede, honradamente, escribir su biografía.
Jesús sigue siendo “ese gran
desconocido”
Así que, sobre Él, hay muchos
y muy distintos retratos. Igual puede ser visto como un “revolucionario
político, un guerrillero que quería salvar a Israel del yugo de los opresores
romanos, que como un místico pacifista, como un colérico que como una persona
muy serena.
Y hoy conocemos mucho mejor
la sociedad en la que nació, creció, vivió.
La sociedad social, religiosa
y política.
Conocemos las costumbres y
los ritos religiosos de los judíos, así como las facciones y sectas que existían
del judaísmo en su época.
Así puede hacerse un mayor y
mejor acercamiento a lo que pudo suponer su predicación y los milagros
realizados por Él.
Pero, con todo y con eso, no
es posible saber con certeza lo que representó en su sociedad, cómo lo veían
los judíos de entonces, qué pensaba de él la gente que lo seguía.
No sabemos si se consideraba
el Mesías prometido y esperado ni qué pretendía con su predicación ni sabemos,
con certeza absoluta por qué lo crucificaron.
En aquel tiempo Palestina,
que era la periferia del Imperio Romano, estaba atravesada por numerosas
corrientes políticas y religiosas, y que eran muy distintas en Judea que en
Galilea o Samaria, aunque naciera y viviera en Nazaret, en Galilea, que era la
cuna de todos los movimientos nacionalistas, guerrilleros y revolucionarios.
Pero Él también actuó en
Judea y en Samaria.
En su tiempo había muchos
profetas como Él, y que, Como Él, hacían milagros, echaban a los demonios,
predicaban la llegada de tiempos mejores para Israel, siempre dominado por
potencias extranjeras.
Era uno más. ¿Era comprendido?
¿Lo comprendieron los suyos? (parece que no). Así que la versión, en vida, que
nos den algunos de alguien al que apenas conocen….cuanto más después de su
muerte.
¿Imagen verdadera o mítica,
creada por las primeras comunidades religiosas?
El Jesús histórico no es el
Jesús de la fe, el que interiorizaron las primeras comunidades cristianas,
guiadas por los apóstoles y que era tan fuerte que hasta no les importaba dar
su vida.
Pero, no nos engañemos, al
que condenaron a muerte fue al Jesús histórico (del que casi nada sabemos) no
al Jesús de la fe o Cristo.
Pero ¿por qué se extrañaron
los apóstoles de que lo crucificaran si iba, todo el tiempo, provocando al
templo y a la autoridad religiosa como al César?
No sabemos, históricamente,
casi nada. Aunque a la Iglesia
lo que le importa es el Jesús de la fe y le basta y le sobra con que haya
existido y no haya sido más que un mito.
Pero, imposible descubrir
cómo era, realmente.
Pero el era judío, y estaba
orgulloso de serlo.
Vivió en una aldea judía,
recibió cultura judía, practicaba ritos judíos y se dirigía a los judíos.
Aunque, eso sí, fue un judío
inconformista y crítico, un mago que curaba a todos los enfermos, más por
compasión que por alardear de ello, que arrojaba a los demonios de los posesos.
Aunque se han puesto en duda
sus milagros es difícil no comprender que si la gente lo seguía no era sólo por
sus palabras, por lo que decía, sino por lo que hacía.
Sin duda fue/tuvo que ser un
taumaturgo y exorcista.
Su Nuevo Reino anunciado era
la nueva situación social, política y religiosa que cambiaría muchas cosas en
Israel, sobre todo para los más desafortunados. No era el clásico líder
revolucionario nacionalista cuya misión era sublevar a las gentes contra la
dominación romana.
Por eso se afirma que fue un
gran error judicial, porque esa pena era la aplicada a los revolucionarios
políticos.
Claramente lo manifestó: “dad
a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”
Su revolución era una imagen
diferente de Dios, más cercana a los pobres y a los humillados que a la alta
clase sacerdotal. Un Dios del pueblo y para el pueblo.
Pero los apóstoles, rudos
como siempre, se peleaban por ver quien iba a ocupar el puesto más alto en este
nuevo reino predicado, por lo que, también lo interpretaban en el orden
temporal, social y político, y no sólo religioso y moral.
Nada de extrañar su sorpresa
a la hora de detenerlo, procesarlo, torturarlo y crucificarlo, como a un
revoltoso político y social.
Porque si la condena hubiera
sido por motivos religiosos, por blasfemo o por subversión contra el Templo
tendrían que haberlo lapidado, que era la pena prevista por la jurisdicción
judía.
Sorprendido por esto, Jesús,
y sorprendidos los apóstoles que siempre lo habían visto como un triunfador y
no como un perdedor y, luego, quejándose de por qué Dios lo había abandonado.
Ellos habían creído que sería
el nuevo Rey de los Judíos, por eso codiciaban puestos altos en esta nueva
tesitura, pero, visto lo visto, corrieron a esconderse en casas de familiares y
amigos (algo lógico) para no correr la misma suerte, al haber sido sus
seguidores.
Y ¿por qué, tras la
resurrección, se transformaron, se metamorfosearon, pasando a ser valientes y
capaces de “hablar lenguas”?
¿Cómo de un personaje, del
que casi lo único que sabemos es que existió, pudieron salir tantos Cristos idealizados?
Nunca ha habido un personaje
tan alabado y tan odiado a la vez.
Al revés es lo que le ha
ocurrido a Buda, otro personaje histórico, que vivió varios siglos antes que
Jesús, pero del que apenas existen divergencias entre sus seguidores.
¿Por qué los demás profetas
que fueron sus coetáneos han desaparecido de la historia y de la mente de los
hombres, y Jesús (o sobre Jesús) se montó esa catedral de ideas y creencias
llamada Cristianismo y que todavía perdura, pero que no mereció noticia alguna
en las crónicas de su tiempo?
Quizá porque sobre Él apenas
se sabe algo es por lo que ha sido posible montar sobre Él una utopía
histórica, que habla de la paz y del amor universales, de la liberación de
todos los oprimidos de la tierra, de justicia para los humillados, de
solidaridad universal.
Sin embargo, también, el
nombre de Jesús ha sido utilizado como comodín, que igual sirve para una cosa
que para la contraria.
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