jueves, 25 de junio de 2015

JESÚS DE NAZARET (11). JESÚS Y LAS MUJERES.



En una época y en el seno de una cultura como la judía en la que la mujer estaba vista como muy inferior al varón y a la total disposición del mismo, has el punto de ser considerada no como “una costilla, carne de mi carne…” sino como un “colchón” en el que su marido puede descansar, como quiera y cuando quiera,….las relaciones de Jesús con estos “colchones”, con las mujeres, es uno de los aspectos más revolucionarios de Jesús.

Jesús rompe con todos los tabúes sobre la mujer.

Tomemos la metáfora del Sol (el varón) y de la luna (la mujer) y habrá que considerarla machista hasta el extremo, “androcéntrica”.
El centro del sistema, solar y familiar, es el sol-el varón. Él es la estrella, la única estrella, la que posee, por sí misma, luz propia, todo lo demás gira alrededor de él, unos directamente (los planetas) y otros indirectamente (los satélites), alrededor de un planeta, como la luna-la mujer, que no tiene luz propia y si en algo se ilumina e ilumina es como efecto del sol.
Si la mujer tiene algo valioso es por el varón, por el esposo, pero en sí, y sola, nada valdría, como la luz de la luna.

Jesús rompe con este esquema y coloca y trata a la mujer en el mismo plano, en un plano de igualdad.
Dos personas iguales, no desiguales, aunque distintas, no idénticas.
Saltándose todas las prohibiciones, todas las normas vigentes, trata a las mujeres como seres idénticos a los varones.
Es algo en lo que coinciden todos los evangelios, tanto los canónicos como los apócrifos, en el saltarse a la torera la situación de inferioridad de la mujer.
¿Por qué la mujer estaba excluida no sólo de todo lo que tenga relación con el poder, sino excluida hasta del estudio de la Torá, no sólo de la cultura, en general?
Abajo, pues, el poder androcéntrico –dirá Jesús.

“Te doy gracias Señor, por no haberme creado mujer….”- era la oración matutina que todo judío rezaba, al comenzar el día.
“Bendito sea el Señor que me ha creado según su voluntad” –respondía la mujer, en voz baja.

Recordemos que, según el Génesis, en una de sus dos versiones, formó (no creó) a la mujer, a Eva, como complemento de Adán, el varón, “porque se encontraba muy solo, triste,…” mientras él contemplaba en la naturaleza a las parejas de animales, hasta cómo follaban (¡perdón¡) para engendrar.
¿Cómo iba a tener Dios un ejército de fieles creyentes, sumisos, adoradores,…de Él?. ¿Cuál era el proyecto divino para perpetuar la especie varonil de adanes?.

¿Puede interpretarse la oración matinal judía no como relación de inferioridad sino como un reparto de roles?.
La mujer, como un adjetivo, ligada a substantivos tales como “casa”, “hijos”, marido”,…
De ella dependía la identidad judía, ella legitimaba la descendencia del varón, ella era la que transmitía y perpetuaba las tradiciones y la educación moral de los hijos, no podía, por lo tanto, “perder el tiempo” (“dedicarle tiempo”) leyendo la Torá, estudiando las Escrituras.

“Gracias, Señor, por liberarme de todas esas responsabilidades y poder dedicarme a leer y escuchar tu palabra revelada” – era, en realidad la oración matutina.

Hasta el historiador Flavio Josefo escribía: “la mujer es inferior al varón en todos los aspectos”,
Era/tenía que ser tan fiel al marido que ni en la calle podía pararse a conversar con un hombre, ni siquiera con el propio marido, para que nadie pudiera sospechar de su conducta (Todavía hoy, en algunas culturas, la mujer y el varón no van agarrados de la mano o con la mano en la cintura, hablando o besándose, sino él delante y ella detrás, ¿por qué?)

Incluso en casa la mujer debía estar con la cabeza cubierta y debía vivir retirada.
En el Templo sólo podía llegar hasta el vestíbulo y nunca participaba ni podía pedir ni tomar la palabra en la sinagoga.
Ya hemos indicado que ni podía estudiar, ni tener acceso a la cultura, ni aprender las Escrituras (nuestro refrán castellano así reza: “la mujer en la cocina y con la pierna quebrada” (para que no pueda salir de ella).
Y como, cuando estaban menstruando, eran/estaban impuras nada podían tocar, pues lo convertían en impuro (¿recuerdan nuestra tradición de que se cortaba la mayonesa, se picaba avinagraba) el vino,….?, No tocar cuando se tiene el período.
La sangre era un tabú, y más aún la sangre de la menstruación, que proviene del interior de la “natura” cada 28 días, menos cuando se está embarazada, y nadie sabe por qué.
¿Era para que no se olvidase de que Dios la había hecho así, cosa que no le ocurría al varón?
Y ya no es que la sangre sea el alma o la sede del alma, es que esa sangre era maldita porque no era como la que le sale cuando, en la cocina, se corta con un cuchillo.
Si al hombre se le permitía divorciarse, ellas no podían hacerlo por motivo alguno, aunque fuera grave (¿Recuerdan a nuestras abuelas y bisabuelas aconsejando a sus hijas: “tú, aguanta, hija mía, tú, aguanta”?)

Parece ser que los rabinos judíos sólo permitían divorciarse a una mujer cuando ésta estaba casada con un curtidor de pieles (piensen Ud., el porqué), cuando ya no pudiese aguantar más el olor de su cuerpo. Pero, hasta en esto, quedaba al arbitrio del Rabino.

La mujer sorprendida en adulterio (es decir, que le pusiera los cuernos al marido) ni juicio hacía falta, era condenada a muerte por lapidación (¿no han visto Uds. videos en yutube, por las redes sociales, de mujeres lapidadas, hoy mismo, en las culturas y religiones islámicas fundamentalistas?).
¿Qué le ocurría al varón adúltero? (porque para que ellas fuera adúltera tenía que haber un adúltero). Evidentemente, a él no le ocurría nada

Su palabra tenía tan poco valor en un juicio, ante el Tribunal, que ni la llamaban siquiera a declarar, porque su palabra no era creíble (todavía hoy, en algunas culturas, vale sólo el 50%, son necesarias dos palabras, dos declaraciones, femeninas para igualar una palabra, una declaración, masculina).

No tenía derecho a heredar y cuando enviudaba y dejaba de estar bajo su autoridad, pasaba bajo la autoridad del hermano del difunto y si este hermano estaba soltero tenía la obligación de casarse con él.

La mujer, en realidad, era considerada lo que hoy llamaríamos “un bien patrimonial” del que el varón, el padre, el marido, el hermano, el cuñado, puede disponer de dicho bien, a su voluntad.

Una mujer violada, si denunciase la violación, sería considerada culpable de haber incitado u obligado al varón a tener relación sexual con ella.

Pero es que, incluso en la Biblia, en el Eclesiastés, la palabra de Dios dice: “Es preferible la malicia de un hombre al bien realizado por una mujer”, por lo que ya estaría dicho todo, y yo debería callarme y levantarme. ¿Qué pinta mi palabra contra la de Dios?.
Y en los Proverbios la mujer es calificada como “estúpida”, “peleona” y “lunática”.

Esto ocurría en el mundo judío, pero no creamos que fuera de él las cosas ocurrían de mejor manera, porque, al menos en el mundo judío se tenían un gran aprecio por el cuerpo y sus funciones reproductivas y, que se sepa, nunca privó a la mujer del orgasmo, de gozar de los placeres del sexo, porque luego, en el cristianismo primitivo…

En los pueblos alrededor de Palestina la mujer estaba considerada poco más que un animal.

En el culto del dios Mitra, que era entonces floreciente y que compitió con el cristianismo primitivo hasta el siglo IV, la mujer hasta estaba excluida de todo tipo de religión, sólo podían abrazar la “prostitución sagrada”.

Jesús, en su trato con las mujeres, romperá con toda esta cultura y práctica androfílica y ginefóbica, tratándolas en un plano de igualdad.

¿Y LOS FILÓSOFOS?

Pues tampoco son para tirar cohetes.

PLATÓN afirma que no hay lugar para la mujer e, incluso sexualmente, son mejores los jóvenes que las mujeres.
SÓCRATES ignoraba a las mujeres, en primer lugar a su esposa, que lo denunció por abandono, pero que se jactaba de haberse acostado, gratis, con la prostituta más cara de Atenas.
EURÍPIDES: La mujer es “el peor de los males”.
ARISTÓTELES, el inspirador de SANTO TOMÁS: la mujer posee una naturaleza defectuosa, un ser incompleto, llega a duda de que la mujer tenga alma.
CICERÓN: “si no existieran las mujeres los hombres serían capaces de hablar con Dios”.
GIORDANO BRUNO: la mujer “está vacía de todo mérito”….”En ella sólo existe soberbia, arrogancia, orgullo, ira, falsedad y lujuria”
NIETZSCHE  en su Zaratustra: “¿vas a mujeres?. No te olvides el látigo” y lo dice el que en los suburbios barriobajeros se agarró la sífilis, enfermedad que acabaría volviéndolo loco.
DOSTOYEVSKI: “la mujer sólo el diablo sabe lo que es; yo no entiendo nada de ella”.

Incluso en el XVIII, con la Ilustración y la Razón se sostenía que la mujer era inferior al varón porque su cerebro pesaba sólo 1.200 gramos, frente a los 1.320 del varón.

Aún hoy no existe una sola logia masónica donde sean admitidas las mujeres.
En las principales religiones no hay rabinas, sacerdotisas, imanas (¿palabro?)
Políticamente ¿cuándo tuvo la mujer acceso al voto? ¿Y a ser votada? ¿En igualdad con el varón?

Jesús de Nazaret nunca la consideró inferior, sino igual, pero la Iglesia posterior que lleva su nombre, pronto lo corrigió. Todo comenzó con el segundo PABLO (no el primero) que es capaz de callar el papel de las mujeres en la muerte y resurrección de Jesús y luego aconseja que se calle, que no participe en las asambleas, que si quiere saber algo que se lo pregunte a su marido, que esté “sometida” a él (y que todavía sigue repitiéndolo la Iglesia en las bodas religiosa: “Sé casta como Susana….”

¿Y qué decir de SAN AGUSTÍN, el sinvergüenza mayor del imperio romana en su edad juvenil, haber disfrutado de los placeres del sexo con mujeres, con una vida libertina y que, cuando se convierte, da un giro de 180º y que, entre otras cosas, “la mujer es un animal que se complace sólo en mirarse al espejo”.

Las Iglesias, en general, siguen con la puerta cerrada a las mujeres en sus estructuras jerárquicas.

ROMPER TABÚES.

Hablaba en público con ellas, éstas lo acompañaban y lo seguían, les enseñaba sus enseñanzas, las tocaba y se dejaba tocar y acariciar por ellas, incluso con la pagana e impura hemorroísa.
Cuando entra en casa de Lázaro allí están sus dos hermanas: Marta, la hacendosa y María, la que no pega golpe porque quiere escuchar a Jesús. Nada le reprocha a Marta, pero alaba la actitud de María, que quiere saber, que le interesa la verdad,..
Defiende a una prostituta cuando, invitado a comer a casa de un fariseo, derrama sobre sus pies,  cansados y sobre su cabellera un frasco de esencias preciosas, viéndola como una mujer y alabando su delicadeza y premura, lo que no había hecho el anfitrión.
Cuando otra mujer hace lo mismo los apóstoles la critican diciendo que con el dinero que habría costado ese frasco se podría haber gastado con y para los pobres,… Jesús la defiende diciendo que ella había intuido que pronto ya no estaría aquí, había presentido la pasión y muerte,…

Todo eso, y más, era impensable en la sociedad y en la cultura judía. Y Jesús rompe con todos esos tabúes.
Jesús no pierde la ocasión de resaltar y alabar la sensibilidad de la mujer, en contraste con la rusticidad de los varones.

Con la mujer pillada en adulterio y se la tiran a sus pies para que responda si hay que lapidarla, según la ley de Moisés o no. Es una pregunta endiablada, hoy lo llamaríamos un “dilema cornudo” pues des la respuesta que des, si lapidarla (y ya no sería el maestro bueno….) o no lapidarla (y entonces era el que se saltaba la ley de Moisés, el que había dicho que no había venido a abolirla, sino a cumplirla)
La respuesta que da es genial, esperar, preguntando y salirse por los cerros de Úbeda, garabateando en el suelo, en el polvo de la baldosa del Templo. “Quién de vosotros esté…” y comenzaros a desfilar, empezando por los más viejos, ¿por qué?.
¿Puede haber una adúltera si adúlteros? Y si la mujer está en el plano de igualdad ¿por qué, pues…?. Por los más viejos, no fuera a ser que este hombre saque a la luz los trapos sucios de cada uno y los más viejos, como han tenido más tiempo de ensuciar y de ensuciarse…
Lo que yo no sabía era que esta escena sólo en el Concilio de Trento pasó a formar parte de los evangelios canónicos. Quizá estaba suprimida porque era demasiado fuerte.
Jesús ya debía tener fama de defender a las mujeres, incluso ponerlas como ejemplos, y la prueba que le ponen delante, seguramente aconsejados por los sacerdotes,…¿Iba, también, a defender a esa mujer?. Ya sería el colmo. Y fue el colmo. Y no sólo la defendió, puso en ridículo a sus acusadores y genial es la respuesta final: “¿Nadie te ha condenado?. Yo tampoco. Vete en Paz”.
Si el varón no era condenado a muerte cuando adulteraba (y para que haya adúlteras tiene que haber adúlteros) tampoco debía ser condenada la mujer.
¿No era ello una hipocresía?.

Pero es una escena, una página, capital para comprobar hasta dónde llevó la ruptura de tabúes.

¿Qué escribiría o garabatearía Jesús sobre el polvo de las losas del Templo?. ¿Un poema?, ¿una frase?, ¿una figura de mujer?, ¿una escena de una mujer apedreada por varones?.
¿Lo vería la mujer adúltera o sólo miró a Jesús, más salvador real que nunca?

Es, también, una posición contraria a la pena de muerte, no lo que hacen hoy los capellanes de la cárcel cuando el reo está en el callejón de la muerte camino de la silla eléctrica dándole la absolución de sus pecados.
¿No es merecedor, quizá, también, en ese momento, el capellán de pena tal?
¿No han hecho eso los curas en tantas guerras, ante tantos fusilados en el paredón o en las puertas de los hornos crematorios?.

Jesús, primero le salvó la vida física, luego le calmó, tranquilizó, la conciencia, animándola a ser fiel. Pero lo primero es lo primero.

¿No sigue manteniendo, la Iglesia, todavía la pena de muerte en determinadas circunstancias?
¿Hasta cuándo ha estado vigente, entre sus muros, la pena de muerte en ese pequeño Estado, independiente, llamado Vaticano?. Hasta después del Concilio Vaticano II, con Pablo VI.

Era costumbre entre los profetas de Israel curar sólo a los varones enfermos (ciegos, tullidos, leprosos,…) Jesús no hacía distinciones, curaba también a las mujeres y arrojaba de ellas a los demonios.
Dice Lucas que a Jesús lo seguían, además de sus discípulos, “mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de las que había arrojado 7 demonios”, como era el caso de María Magdalena, la prostituta (¿).

Por ejemplo, la suegra de Pedro.
Jesús entró en su casa, la tomó por la mano y, tras haberla curado, se sentó a la mesa donde ella le sirvió la comida a él y a sus discípulos.
No fue que cobrara en especie. Es un detalle de agradecimiento de la mujer curada. Quizá hubiera sido hacerle un feo no haberlo aceptado.

Los tres gestos: 1.- Un profeta que se acerca a una mujer, entrando en su casa (algo prohibido). 2.- La toma por la mano (más prohibido todavía) y 3.- Se deja servir por ella, siendo impura, al estar enferma.

Siempre que una mujer le pide algo a Jesús, éste no se lo niega.
Como a la madre de Jairo, que le pide que cure a su hija, atormentada por un demonio y aunque, al principio se resiste o se hace el remolón (ella era una mujer pagana y no debía tener relaciones con ella y, menos aún, hacerle favores).
Y acaba yendo, curándola y alabando la fe de la madre, que creía firmemente que si Jesús…
Los discípulos sí que fueron los que increparon a la mujer, para que dejara de insistir y ser tan pesada y pedirle a Jesús “que la eche”.

Digo yo que los apóstoles se extrañarían, incluso se escandalizarían de ver lo que nunca a ningún rabino habían visto, esa camaradería, esa condescendencia, esa consideración con/para las mujeres.
 En el caso de la samaritana, una enemiga de la religión judía, y el diálogo de ligoteo, de cortejo, no podían creerse lo que estaban viendo con sus ojos, que, además le dice que ha tenido cinco maridos y que el que tenía no era el suyo, que Jesús lo sabía porque estaba diciéndoselo y ellos oyéndolo. Una superpecadora y con la que parece estar ligándosela.
Y, tras hablar del agua material y el agua espiritual con la que no volverá a tener más sed, la envía como introductora por delante, para que le prepare el camino y pudieran recibir, los samaritanos, al profeta judía.

¿Podía haber mayor afrenta?. Una pagana, enemiga, superpecadora,… la primera misionera del cristianismo (¿), en vida del profeta.

No rehuía su trato, la hacia protagonista de sus milagros y objeto de sus parábolas y hasta la ponía de ejemplo a los varones.

También estaba contra el divorcio, pero no contra el divorcio en sí mismo, sino porque sólo el varón podía divorciarse, la mujer no.
El varón podía, impunemente, repudiar a la mujer y echarla de casa, ¿por qué no la mujer?.
En aquella época, con el divorcio, la discriminada, la que perdía, la víctima era siempre y sólo la mujer. Estaba a merced de lo que quisiera hacer con ella el varón (lo que, creo que, no ocurría en la legislación griega, romana y egipcia).

El adulterio era sólo una deshonra para los derechos del varón, nunca de la mujer.

“Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra adúltera  y el que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio” –son palabras de Jesús.
La honra, pues, se la roba a la mujer el parido que la repudia. Es lo que viene a decir Jesús.

Todavía nosotros, tristemente, seguimos diciendo “echar una cana al aire” y “ser una puta”, como si la cornamenta sólo la pusiera la mujer en la frente del varón y no viceversa.
La deshonra no es privilegio del varón, también la mujer es deshonrada cuando lo de la cana al aire. Aunque la hipócrita sociedad castigue a una y considere una muestra de valentía al otro, de macho dominante.
Era la aprobación social de la deshumanización de la mujer.

Pero, ¿qué pasa, hoy, con el Tribunal de la Sagrada (¿) Rota, cuando permite la nulidad del matrimonio canónico (ese de “lo que Dios ha unido… y así hasta que la muerte os separe”), que, por dinero se desune lo unido por Dios, “porque no estaba unido” y “ya, no hay que esperar a que llegue la muerte para separarlos).
Menos mal que también hay matrimonio civil, porque tras la nulidad del matrimonio canónico el varón ya no tiene ninguna obligación para con su exmujer.

¿Y “nulidad (no ha habido) de matrimonio aunque hayan engendrado cuatro hijos?.

Hipocresía interesada.

En el matrimonio civil la mujer está protegida por la legislación (según algunos superprotegida descompensatoriamente respecto al varón, por el piso, la hipoteca, la manutención,… y, además, con salario no muy boyante)

Entre los judíos el divorcio era unilateral con la mujer desprotegida, automáticamente, a lo que habría que añadirle la “deshonra social”

¿Qué habría dicho Jesús, hoy, sobre el divorcio?. Pues seguramente que la fidelidad es un bien, si ambos son fieles, pero que “el sábado (léase “la ley”) está hecho para el hombre y no….”. Es decir que jamás tener que soportar situaciones dramáticas por fidelidad a una ley.
Que la ley es, sólo, un instrumento para la liberación de las personas no para esclavizarlas.

Lo que sí es verdad que Jesús toca los temas de matrimonio, divorcio,… pero no el tema del SEXO, ni del aborto, ni de las relaciones sexuales, ni del comportamiento de los casados (o parejas) en materia de intimidad, bajo las sábanas de la cama.

Sería la Iglesia, más tarde la que hiciera del sexo un tema tabú y uno de los pilares de represión de la conciencia.

¿Acaso el animal macho le enseña a su cria macho cómo debe copular con las hembras?.
Ya se encargaría la Iglesia de que, como el único fin de la relación sexual es la reproducción y no el placer del orgasmo, de cuáles debían ser las posturas más acordes con la dignidad humana, entre ellas, la postura del misionero.

Jesús llega a afirmar que las prostitutas estarían delante de los mismos sacerdotes en el reino de los cielos.
Y es que hay diferencias fundamentales entre los conceptos de “cuerpo” y de “sexo” entre el judaísmo y el cristianismo posterior, contaminado con el helenismo y el platonismo.
El judaísmo rabínico atribuía al cuerpo la misma importancia que más tarde el cristianismo atribuiría al alma.

En materia de sexo la diferencia es abismal.
Mientras para el judaísmo el alma es algo que vive dentro del cuerpo, siendo éste, su carne, la verdadera realidad del hombre, para el cristianismo, por el contrario, lo que hace que un individuo sea tal es el alma, siendo el cuerpo sólo un instrumento pasivo de ella.
El sexo, pues, para los judíos será algo positivo y digno de vivirse con felicidad, mientras que, para los cristianos, por ser el sexo un elemento fundamental del cuerpo y de la carne, lo mejor era reprimirlo, para dejar libre al alma, que era el elemento fundamental de la persona.

Se abismo sigue, aún, insalvable.

Porque son dos maneras diferentes y hasta opuestas de concebir la realidad humana. Diferencias no sólo teológicas, también sociales y culturales.
Mientras para el cristianismo (para la cultura occidental) la virginidad adquiere un valor por sí misma, para el judaísmo lo importante es la procreación, que asegura la especie.
De ahí que la sexualidad adquiera un carácter fuertemente religioso, al igual que la comida, que se asocia estrechamente con el sexo en lo que tiene de placer y de creadora de vida, mientras que en el cristianismo la sexualidad quedó estrechamente ligada al mundo del pecado y del demonio, y la comida pasó a formar parte, como la lujuria, de los pecados capitales (más la gula,…)

Por eso Jesús nunca obligaba a sus discípulos a ayunar, él aceptaba invitaciones de sus amigos, incluso de gente rica, para participar de sus banquetes, hasta tal punto de ser tachado de borrachín y comilón.
¿Cuál fue su primer milagro? Convertir el agua en vino para que la fiesta pudiera continuar.
Todos sus apóstoles, estaban casados, como estuvieron casados los primeros obispos de la Iglesia a quienes sólo les pedían que tuviese una sola mujer.
Fue mucho más tarde, en el Sínodo de Elvira (Granada) en el siglo IV, la Iglesia, más por motivos de poder y para mantener las propiedades sin dividir que por motivos religiosos empezó a imponer el celibato obligatorio a sacerdotes y religiosos, pero que el celibato no se afianzó hasta llegar el Concilio de Trento, sigo XVI.

En el mundo judío había una gran libertad en la forma de vivir la sexualidad entre marido y mujer, donde todo estaba permitido, desde el sexo oral al anal, siempre que la mujer no se opusiera.
Por eso era difícil concebir a un judío ejerciendo el celibato o la virginidad por motivos religiosos.
Si alguno lo hacía era para poder dedicar todo el tiempo a su misión, si tener que preocuparse por la familia.
¿Pudo ser éste el caso de Jesús?. Nunca lo sabremos. Siempre queda el interrogante de por qué no se casó (si es que no lo hizo) cuando la procreación y los hijos eran siempre un bien.

La sexualidad, para los judíos, era una fuerza positiva que aseguraba la existencia y la felicidad corporal.
No así para los cristianos.


Tanto fue así que hubo que esperar al Concilio Vaticano II y, con muchos matices, llegó a aprobarse un texto en el que se vislumbra que la sexualidad deja de ser un mal menor para poder asegurar la procreación y la perpetuación de la especie, ya que puede ser, también, un instrumento humano de diálogo.

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