lunes, 29 de junio de 2015

JESÚS DE NAZARET (14) : SUS RASGOS PSICOLÓGICOS



No podemos hablar de su biografía, es imposible.
Pero desde los evangelios canónicos, desde los apócrifos, desde lo que veían en Él las primeras comunidades cristianas, algo podemos intuir de Él, sobre todo si lo que de Él se dice se repite, es recurrente y que no encuadra en los esquemas de los mesías al uso que pululaban por Israel.
                                                                                                                                            
Frente a esa Teología del sufrimiento tan arraigada en la Religión Judía, de sacrificio, de culpa, de expiación de los pecados, del castigo de Dios a su pueblo, de las persecuciones y humillaciones…Jesús se nos aparece como lo contrario, como un “psicólogo de la felicidad”.

En una sociedad donde abundan tanto los pobres, los enfermos, los olvidados y castigados por Dios, los leprosos y endemoniados, viviendo en las cunetas de la vida. En un pueblo humillado por ocupación romana y que parece que su Dios se ha olvidado de él, aparece Jesús como el “profeta de lo imposible”, de la liberación global del hombre.

En una sociedad machista, androcéntrica, en la que los niños y las mujeres eran poco más que cosas, patrimonio del varón, hasta casi el derecho de vida y muerte (porque el mismo repudio, exclusivo del varón, era una condena a muerte social de la mujer).

En una sociedad teocéntrica en la que es moneda común que son los dioses los que intervienen en la historia. Como diría Agustín, “Dios obra como quiere, cuando quiere y donde quiere” por lo que sólo queda la salida de pedirle, de rogarle, con sacrificios, ayunos y abstinencias que ocurra lo que se le pide.
En esas circunstancias Jesús se presenta no como “hijo de Dios” (ese el título que le darían, después, sus seguidores) sino como “hijo del hombre”, como un hombre, sin adjetivos, siendo esa su mayor dignidad, “ser hombre auténtico, un auténtico y sólo hombre”.

En un mundo en el que habita la múltiple esclavitud, el miedo, la opresión por el peso de la ley, siempre expuesto a arrodillarse ante el poder, ante  la falta de libertades,.. Jesús se presenta como el “libertador”, el que no soporta las cadenas, el que cura a todos sin distinción alguna, el que libera los demonios y perdona los pecados, acabando con el sentido de culpa y dándole un hachazo a la esclavitud del sábado.

En una sociedad en la que prima el poder y la gloria, el agasajo y el despotismo,… Jesús se presenta como “alérgico a cualquier sombra de poder”

Él es el que propone las nuevas relaciones humanas entre los hombres, sin enemigos, todos iguales, todos igualmente hijos de Dios.

Él, que moriría sin quererlo ni buscarlo, y que observa a su alrededor la muerte por hambre, por exclusión, por revolucionario,… anunciará que “nunca se muere para siempre”

O sea: sabiendo, por historia, cómo era, cómo estaba, la múltiple situación (política, social, moral, religiosa,…) de Israel, si son más o menos verídicas las respuestas de Jesús a esas situaciones, algunos rasgos psicológicos, pues, podemos intuir o inducir de Él.

LA FELICIDAD.

Jesús nunca amó el dolor, ni lo buscó y, como todo hijo de vecino, lo soportaría e intentaría erradicarlo lo antes posible.
No lo soportaba para él ni para nadie. Jesús no era un masoquista ni un sádico. Siempre que podía intentaba erradicarlo de sí y de los demás (ahí están todos los milagros que se le atribuyen)
Jamás obligó ni aconsejó a los suyos el dolor y cuando alguno, con dolor, se le acercaba para que lo curase nunca le dijo: “sufre, aguanta, Dios lo quiere, haz méritos, porque el dolor es meritorio…”
Y “curaba  a todos”, aunque fueran gentiles y paganos, que estaban excluidos hasta de poder sentarse a la mesa con un judío.
Jesús se salta todas estas normas a la torera.
Los paganos, para los judíos, eran impuros e indignos de ser tratados, y menos curados.

Él sabia que el dolor, tanto externo como interno, acompaña siempre al hombre hasta la tumba, pero intentaba aliviarlo si no podía erradicarlo.
Cuanto menos dolor hubiese en el mundo, mejor, y si no había ninguno, mejor que mejor.
Nunca fue un asceta, como el Bautista, aunque sí un desprendido, no atado a las cosas.

Liberarse de los dolores suponía tener que liberarse de las falsas seguridades que proporcionan las cosas.

Las parábolas (que parecen ser más o menos auténticas) siempre hablan de “felicidad”, amasada con las pequeñas cosas de la vida cotidiana (la vid, la siembra, los pájaros, las plantas, las semillas, la levadura que hace crecer el pan, los animales del campo…)
Pequeñas cosas que alegran la vida, que son felicitantes y que ningún Dios puede aconsejarte u obligarte a que prescindas de ellas.
Era alérgico al dolor.
Ya se encarga la vida de traernos dolores como para que, encima, los busquemos y nos quedemos, felices, en ellos como mérito para nada.

Nunca predicó el heroísmo que te lleve hasta a sacrificarte por una idea, por un ideal.
Si amaba las fragilidades humanas era para acompañar a los frágiles que tenían que soportarlas y, si podía, se las curaba.
Si a algo son sensibles los hombres es a la felicidad.
Ya lo había sentenciado Aristóteles: “todo lo que el hombre hace, lo hace para ser feliz”
Es el objetivo más universal y deseado de todos los hombres.
Pero es curioso que sólo haya una Constitución en el mundo que sancione “el derecho de los ciudadanos a la felicidad”. La de Estados Unidos.

El requisito previo para llegar a ella, según Jesús, es perder el miedo a los dioses y tratar a los demás como nos gustaría ser tratados por ellos.

Y hay demonios exteriores (como el poder opresor) e interiores (el inconsciente, las preocupaciones, la angustia, los deseos inalcanzables)

Su receta era la sencillez, el desapego (no la renuncia) de las cosas, para no ser esclavo de ellas. Vivir como los pájaros del cielo, que no siembran…

¿Recuerdan lo del endemoniado de Gerasa y cómo los demonios, sacados del sujeto, se encarnan en los cerdos y se precipitan, pereciendo todos ellos? ¿Le dan las gracias por haber liberado a uno de los suyos? No. Le pidieron que se fuera cuanto antes del pueblo, recriminándole por haberles hecho perder los cerdos.
Los cerdos preferidos a un hombre des-endemoniado (¡palabro!)

La libertad y/o la seguridad.
El riesgo de la libertad y la seguridad de la no libertad. Y habrá que elegir.

La receta de la felicidad de Jesús es, teóricamente, fácil, prácticamente difícil: “no querer vivir por encima de nuestras posibilidades” porque ello generaría angustia y frustración, dos demonios interiores y, sobre todo, no a costa de la infelicidad de los demás.

La felicidad, para Jesús, no consiste en poseer y disponer de mucho, sino de no desear más de lo que eres capaz de saborear en paz y en armonía compartiéndolo con los demás.


PROFETA DE LO IMPOSIBLE

¿Recuerdan los muros de la Sorbona y el eslogan:”sed razonables, pedid lo imposible”?

Eso, pero de otra manera, lo había dicho Jesús de Nazaret: “si tuvieseis fe como un grano de mostaza podríais decirle a este monte:….” He ahí por qué se le llama, entre otros títulos, “profeta de lo imposible”.

Incluso sus milagros nunca los vio como algo extraordinario, estaban en la normalidad de Dios, su Padre, que escucha a sus hijos.
Pero en la sociedad del orden y del conformismo a lo más que se llega es a pedir, más que lo posible, lo probable, incluso lo obvio

Hasta Calígula deseaba la inmortalidad y decía que no estaba loco pidiendo lo imposible.

Julián Marías dice que “la felicidad es el imposible necesario”, por eso hay que luchar, para hacerlo posible.

Para Jesús no son los dioses los que mueven las riendas del mundo, sino la fe personal de cada uno.
Dios le pedía que no le temiera y que confiase en sus propias fuerzas.

Se dice que Dios hizo el mundo y, una vez hecho, le dijo al hombre: “ahí te lo dejo. Tienes no sólo que conservarlo, sino mejorarlo, seguir incrementándolo…”. Como diciendo: “yo he empezado el primer capítulo y tu debes seguir la novela, Si ésta sale buena o mala, responsabilidad tuya es. Se te pedirán cuentas por ello, por lo que hayas hecho con el capital que he puesto en tus manos y por lo que hayas dejado de hacer cuando podías haberlo hecho”.

“La imaginación al poder” era que pudieran gobernar el mundo no los burócratas, los afirmados, los que tienen miedo a perder los privilegios, los que, como hasta ahora, viven de la explotación del prójimo, sino los quijotes, los artistas, los poetas, los inconformistas, los que nada tienen que perder.

¿Qué pedía Jesús en sus Bienaventuranzas sino algo muy parecido, que los hambrientos, los perseguidos, los humillados, los excluidos,… fueran los creadores del “nuevo reino” donde la felicidad fuera el pan de todos y cada uno y no el lujo de unos cuantos?

Las predilecciones del Dios que Él predicaba iban en sentido contrario a las predilecciones del mundo. Lo frágil, lo débil, lo sumido en el dolor,..

Creer en lo imposible es alejar las ganas de suicidarse, alejar la desesperación, creer que nunca está todo perdido, que hasta el árbol caído y seco puede reverdecer.
Es creer que no todo se acaba en los campos de exterminio sino que de ellos puede salir poesía nueva y distinta.

Hasta Jesús mismo no se creía lo que estaba pasándole y, desde la cruz, muriendo como un fracasado, se preguntaba sorprendido y doliente, por qué su Dios lo había abandonado si Él había creído en la locura de convencer a los hombres que es posible ser felices sin que sea al precio de hacer infelices a los demás.

EL HOMBRE

Freud interpretó bien al hombre: en su fondo más oscuro están las dos fuerzas: las de la vida y las de la muerte, y uno es el que tiene que luchar con ellas para que venzan las de la vida.
Ni bestia ni ángel pero hay que luchar para que sea el ángel el que venza, que el mundo sea mejor cada día.
Es desde el estudio del hombre como se puede llegar a vislumbrar la cara de Dios y no al revés, como han hecho los teólogos durante toda la vida a lo largo de la historia.

El hombre es el artista que debe crearse a sí mismo desde el poder serlo todo y poder ser nada.
Su carta de presentación era “hijo del hombre”. Él nunca se definió como “hijo de Dios” eso lo hicieron sus seguidores, en competencia con otros creyentes en otros profetas.

¿”Y quién decís vosotros que soy yo”? –le pregunta a sus discípulos-  y Pedro responde “el hijo del Dios viviente”, no lo llama “hijo del hombre”, un hombre.
También Diógenes, en pleno día y con su linterna (que no existía) buscaba al hombre en el ágora, lo que provocaba la risa de los oyentes, pero bien que sabía él lo que estaba buscando.

Mejor lo entendió Pilatos cuando, desde el balcón, les presenta a Jesús diciéndole a la turba que estaba mirando: “Ecce homo”, He aquí al hombre, demacrado, torturado, humillado, sin poder, condenado a muerte,..

Se consideraba como cualquiera de nosotros, un proyecto inacabado de hombre, un montón de deseos inalcanzables, una sed de infinito, una capacidad de producir felicidad e infelicidad.

EL NIÑO.

Los niños y las mujeres, los seres más indefensos del reino de la tierra van a ser los protagonistas en el “nuevo reino”.
“Quienes quieran entrar en ese nuevo reino deberán hacerse como niños”
Y cuando los discípulos quieren quitárselos de encima para que no Le molesten les dirá: “dejad que los niños se acerquen a Mí” y “quien escandalizare a un niño más le valiera…”
Y a Nicodemo le dice que “tiene que volver a hacerse niño”

Porque ¿qué era un niño en tiempo de Jesús?
Juntamente con las mujeres, casi objetos, y todos sabemos lo que se hace con los objetos.
El infanticidio, aunque no estaba permitido en Israel, si lo estaba en el Oriente, en Atenas y en Roma.
Pero en Israel los niños estaban excluidos de la sinagoga, del Templo, de la comunidad.
¿Y qué son, hoy mismo, los niños en ese tercer o cuarto mundo?

Esos niños, débiles, indefensos, frágiles, excluidos y maltratados, son los preferidos por el nuevo Dios para el “nuevo reino”.
¿Vería al niño como potencia de ser y no como era considerado en la sociedad de su tiempo?
Siempre, Jesús, a contracorriente.
Hasta Eleonor, la hija predilecta del ateo Marx, recordaba cómo su padre le contaba historias de cómo el judío Jesús amaba a los niños.

Jesús, no la Iglesia, capaz de inventar el Limbo para ubicar a los niños sin bautizar, en pecado original, sin poder disfrutar de la felicidad de los bienaventurados (menos más que del mapa del cielo ha desaparecido el Limbo por obra y gracia del Concilio Vaticano II)

Los niños son seres liberados de miedos. Sólo tienen los miedos que nosotros le damos y les infundimos. El niño no le tiene miedo ni al león ni a la víbora. No le tienen miedo a Dios. Sólo teme perder el amor de sus padres. Así quería Jesús a los hombres, como niños, que no tienen acepción de personas ni saben de clases sociales.
Para un niño todos los niños son iguales, ricos o pobres, todos son igual de amigos con los que poder jugar.
Lo primero que un niño le pregunta a otro niño, al encontrarse en la calle es si quiere jugar, no si es rico o pobre. Ni siquiera el hablar otra lengua los atemoriza. Los niños se entienden sin hablar. Los niños no tienen miedo de los niños. Somos nosotros los que…

Los niños no quieren acaparar cosas, sólo quieren jugar con ellas, quieren su uso, no su propiedad, ven las cosas como lo capaz de producir juego. Por eso ven normal coger el juguete del amigo, no entienden por qué él no puede jugar con ese juguete, no quiere apropiárselo, quiere jugarlo, jugar con él. Y cuando ha jugado lo abandona, ya no le sirve. No tiene el sentido de la propiedad. Son los padres los que le inculcan/le inculcamos el sentido de la propiedad, que tiene que conservar las cosas, no darlas, a veces ni prestarlas, no siendo que, con eso las “pierdan” y ya no sean suyas.

¿Cómo sería la sociedad si los adultos nos comportásemos como los niños en nuestra sociedad? ¿Puede uno imaginárselo? ¿Usar las cosas sin apropiárselas?
A los niños los acostumbramos a ser caprichosos, egoístas, posesivos, desconfiados, acumuladores, individualistas,… Eso lo aprenden de nosotros, los adultos, Ellos, en cuanto niños, son todo lo contrario.

El muy leído escritor Paulo Coelho dice que, con su estilo de escribir y el contenido de sus escritos, es para despertar en los hombres el niño que todos llevamos dentro.
Quizá sea verdad.

LAS NUEVAS RELACIONES HUMANAS

¿Será verdad que la humanidad, en su evolución, sólo ha llegado a la adolescencia porque, hasta ahora sólo ha luchado para sobrevivir?

Estamos en la edad de la comunicación instantánea con nuestros antípodas, podemos entablar una conversación, viéndose, entre un neozelandés y un español pero, vemos a cinco amigos que, en vez de estar hablando, están con su móvil comunicándose con los ausentes, y a los presentes no les importa, porque los presentes también están ausentes.

Yo no sé si es verdad que lo había dicho Einstein, que nunca fue posible tanta comunicación y nunca hemos estado menos comunicados, por el uso del aparataje que debería facilitárnosla.
Están mutando las relaciones humanas.
Las relaciones humanas de amor y de amistad, el mundo de los sentimientos, están siendo arrinconados.
Escribes mensajes al de al lado cuando, en un momento, puedes estar con él personalmente.

Ahora disponemos de móviles y de ordenadores, de luz eléctrica y de aire acondicionado, de…. Pero sentimentalmente siguen ahí el amor y los celos, el odio o la piedad,… los sentimientos de siempre.
Y es el nuevo aparataje el que detiene, muta, mata, entorpece los sentimientos.

Está la humanidad cayendo en la esquizofrenia. Mientras, por una parte, está conquistando los astros y penetrando en las entrañas del genoma, mientras avanzamos geométricamente en ciencia y tecnología, al mismo tiempo se incrementa el interés por lo irracional, por la magia, por lo parapsicológico, por lo esotérico.
Dominamos la energía atómica pero no sabemos dominar los instintos y tener una relación sexual pacífica o una amistad duradera.
El kleenex nos invade por doquier. Usar y tirar, desde las cosas a las personas, desde el amor al odio.

Nunca ha habido tanta ciencia y, a la vez, tanta credulidad.

El éxito, la riqueza, el reconocimiento social, el estatus, el prestigio,…todo el tiempo luchando por conseguirlo pero sin disponer de tiempo para disfrutarlo, porque ya lo hemos agotado, nos hemos agotado.

Coexistimos, cada vez más, con los miembros de la familia, con los amigos, con los vecinos, pero somos incapaces, hemos perdido la capacidad de convivir con ellos.
Si la vida es una carrera de competición no puedes pararte para ayudar al competidor.
Los otros se han convertido no en adversarios (sino en enemigos), no nos fiamos de nadie, percibimos a los otros como peligrosos o como posibles peligros a evitar.

El hombre, triunfador de la naturaleza, y pobre en las relaciones humanas.

La parábola del grano de trigo que tiene que ser enterrado, que tiene que pudrirse, dejar de ser él para poder ser espiga y dar el 100 por uno. ¿será eso lo que tenga que hacer el hombre, “noli foras ire, redde te ipsum, in interiori homine habitat veritas…”

Nos hemos vaciado, estamos derramándonos en el exterior, en las cosas, y nos hemos olvidado de que somos personas, con dignidad, que valemos por lo que somos, no por lo que tenemos.

“Vendo mi amor por dinero, por lujo, por placer”
El valor de las cosas asfixiando la dignidad de la persona.

EL PODER.

O la Iglesia no se enteró, durante miles de años, de la alergia de Jesús al poder o sí se enteró e intentó/consiguió hacer lo contrario.
Y si Jesús mostró preferencia por los pobres y humillados, la Iglesia parece haber optado por los ricos y poderosos, los responsables de las injusticias. Porque no basta con querer ser injusto, hace falta poder serlo, para serlo.
Le ha gustado no estar a la sombra del poder, no ser compañero del poder.

Alérgico al poder político y al religioso, al revés que su futura Iglesia.
Y, sabiendo que una sociedad sin leyes es un caos, también sabía que las leyes que proceden del poder encadenaban a los ciudadanos, que quedaban convertidos en súbditos.
Porque el poder será perverso, pero no es tonto. No legislan para tirar piedras sobre su propio tejado.
A la pregunta tramposa si había que pagar tributos al César, ya sabemos cómo contestó. Que en realidad es salirse por los Cerros de Úbeda y no responder ni sí ni no.
Pero no dudó en calificar de “lobos con piel de oveja”, “raza de víboras”, “sepulcros blanqueados” a quienes usaban el poder para sus propios intereses haciendo recaer su peso sobre los más indefensos.

Todos los movimientos revolucionarios que en la historia ha habido veían a Jesús como ejemplo a imitar.
El mejor detalle que mostró contra el poder habría sido el lavatorio de los pies (que me trae recuerdos de mi pueblo cuando el cura…), en que el sirviente se ve servido y el que está en lo alto en la escala se humilla lavando las pies.
Eso es lo que debe ocurrir en el “nuevo reino”, que quienes estén arriba y se consideren más importantes y poderosos empiecen, humillados, a servir a los de abajo.
Es poner la sociedad de su tiempo boca abajo. El esclavo, servido y el señor, servidor.
Ni un milagro de los narrados en los Evangelios los realizó para complacer a un poderoso.
Y si era considerado Jefe no era por el “poder” sino por “la autoridad” que mostraba.

El PODER se impone por la fuerza bruta, por la fuerza organizada, por las leyes, por las armas, por la guerra. El Vencedor se Impone.
LA AUTORIDAD, en cambio, se conquista, se la gana, invita, no impone, atrae, no arrastra, se la sigue por ella misma.
El Poder Vence, pero no Convence, al revés que la Autoridad, que convence y no necesita vencer.

Al final, posee mayor autoridad sobre los demás quien más los ama y sabe demostrárselo.
No es un poder que viene desde fuera, sino desde dentro.

Pedro, a quien le encomienda que “apaciente sus ovejas” no era el más listo, ni el más santo, además lo había de negar tres veces, sino que le pregunta si lo ama, por eso le concede la autoridad.
Era la fuerza de la palabra la que le daba autoridad a Jesús. “Habla como quien tiene autoridad” –decían. Y todos sabemos lo que significa “hablar con autoridad”, ser convincente.
Y Jesús ni era rico, ni de familia noble, ni sacerdote, ni escriba,…pero, cuando hablaba, “hablaba con autoridad”

Alérgico al poder pero prudente para no enfrentarse a él cara a cara.

A sus discípulos y a los que le seguían les hubiera gustado que hubiera actuado con poder, además de con autoridad.
Solía decirles que el poder de este mundo necesita de ejércitos, de riqueza, de prestigio,… para poder mantenerse en pie.
Su poder era su autoridad, la fuerza convincente de su palabra.
Cuando quisieron coronarlo como rey, se opuso escapando.

A los escribas (poder religioso) que se creían en posesión de la verdad y querían imponerla por la fuerza a los demás con leyes que ni ellos mismo cumplían, por no poderlas soportar, los llamaba “guías de ciegos” que acaban cayendo todos al pozo (“si un ciego guía a otro ciego…”)
Y cuando los escribas le replicaban que, con estas palabras, estaba ofendiéndolos, les decía que eran ellos “los que se habían adueñado de las llaves de la sabiduría y que no sólo no eran ellos capaces de entrar sino que impedían, también, entrar a los demás”.

Nunca fue ni tierno ni manso, casi ni educado, con los detentadores del poder.

La Iglesia, por el contrario, hasta el día de hoy y de mañana ha ido alejándose del mensaje original, duro pero claro, de Jesús respecto al poder y, siempre, a favor de los humillados, centro de su mensaje.

LA MUERTE.

Es la suprema condena de todo ser vivo, morir.
Es el acto más democrático de la historia porque alcanza a todos. La guadaña no hace distinciones, nada sabe de ellas.
Se podrá, un día, alargar la vida, parar el deterioro, infundir nuevas energías,… pero nunca podrá acabar con la muerte, nunca conseguirá destruirla.

¿Por qué el hombre tiene que morir, siendo el único animal capaz de concebir y de aspirar a la eternidad?

Ninguna otra religión da más que el cristianismo. Ofrece hasta la resurrección de los cuerpos, no sólo de las almas.
El día del juicio final (según el dogma) volveremos a encontrarnos con los mismos cuerpos que tuvimos en vida, pero cuerpos “en estado glorioso, sin defectos, sin enfermedades, sin muerte”, para toda la eternidad.

Los discípulos, tras el fracaso del maestro con su muerte en la cruz, se escondieron temiendo no les fuera a ellos a pasar lo mismo.
Sólo cuando estuvieron seguros de que había resucitado lo creyeron y llegarían a dar su vida como él.
¿Por qué?
Entramos en el terreno del misterio y aquí la ciencia tiene franqueada la puerta.

“Algo tuvo que pasarles a los apóstoles, ¿pero qué para acabar tan transformados?” –se pregunta Hans Kung.
Y es que el dogma de la resurrección de los muertos y la posible resurrección de Jesús no siempre ha habido acuerdo entre los teólogos.
¿Ocurrió la resurrección de Jesús como literalmente aparece en los evangelios?

Y lo mismo que ocurre con ese dogma ocurre con el dogma de la virginidad de María o el de la transubstanciación.

Hoy se interpreta la resurrección como la presencia de su persona, no sólo de su doctrina, después de su muerte.
Y de esa presencia en la mente y en la vida de sus seguidores podría haberse pasado a la presencia real.

El argumento de que nadie encontró su cadáver es muy pobre y nada prueba. De hecho la Iglesia nunca lo ha usado ante el temor de que algún día la arqueología pudiera hallar sus restos mortales.
Ya hemos hablado en otro lugar que si lo bajaron de la cruz herido pero no muerto y que….la historia de Cachemira.
O que los apóstoles robaron el cadáver, lo escondieron en otro sitio y cuando la Magdalena fue al sepulcro….porque lo del ángel que se le aparece y le dice que….y el “noli me tangere”….son dulcificaciones.

El mensaje sería que tras la muerte no todo se acaba, uno puede seguir viviendo ¿cómo?
¿Recuerdan lo de escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo como formas de una inmortalidad menor en los genes, en la mente de los lectores, en la naturaleza?

El hombre nunca muere para siempre cuando muere. Siempre permanece la presencia en algo o en alguien.
“Quien crea en mis palabras no volverá a morir” querría decir que quien entre en esa nueva dimensión de las relaciones humanas que él anunciaba en su nuevo reino no le tendría miedo a la muerte, la miraría con otros ojos.

Quienes lo oyeron se lo creyeron al pie de la letra y le espetaron: “¿Quién crees que eres? Hasta nuestro padre Abrahán murió” y cogieron piedras para apedrearlo.

¿Por qué existe esa aspiración humana a no morir?
¿Es posible que si el ser humano nace con ese deseo profundo de eternidad acabe siendo uno de los seres con una vida más corta de entre los de la tierra?
Savater dice que “si existe la cultura es porque existe la muerte” ya que los hombres saben que tienen que morir pero desean al mismo tiempo no morir sino perpetuarse y construyen huellas de sí mismo para dejarlas a la posteridad. Es otra forma de decir que al hombre le gustaría no morir, pero sabiendo que eso no es posible se consuela construyendo arte y cultura para darse la ilusión de la inmortalidad.
La inmortalidad de Platón o de Jesús o de Cervantes o de Miguel Ángel. Como el profesor espera seguir siendo inmortal en la mente de sus alumnos.

Esa aspiración, ese deseo profundo a no morir, a ser eterno es la denominada por Puente Ojea la “falacia conativa”. No por mucho desearla y todos y muy intensamente vaya a/tenga que cumplirse ese deseo o aspiración.

De la otra vida nadie ha vuelto a contarnos que sigue vivo.
La resurrección cristiana es solamente un tema de fe.

Si la felicidad pasa por los senderos más que de la riqueza y del poder por los del amor y las relaciones entre las personas entonces es cierto que el amor exige el ingrediente de la eternidad, el “amor eterno”, el que nunca acaba, por lo menos en los deseos.
Nadie quiere que muera lo que ama, nadie se imagina que pueda acabar algo que lo ha llevado a las estrellas de la felicidad.
Para cada amante el compañero es eterno, igual que ocurre entre los seres queridos de la familia.
Por eso soñamos con ellos, que ya no están, pero que sí están, pero de otra manera y con los que hablamos sin abrir la boca y con los que caminamos sin movernos de la cama, aunque, racionalmente, sabemos que ya sólo son un puñado de polvo allá, en el cementerio, y que si allí fuéramos allí estarían sus restos y que de ellos sólo nos queda la memoria.
Pero eso no nos basta, necesitamos engañarnos sintiéndolos vivos, y hablamos con ellos y les pedimos cosas o le damos las gracias, seamos creyentes, ateos o agnósticos. Todos. Forma parte de la Psicología Humana.
No nos resignamos a que los que un día amamos y nos amaron hayan dejado de existir para siempre.

En todos los hombres, aun teniendo que morir, en el fondo hay una chispa de fuego que no quiere morir del todo, un deseo inapagable de lo eterno y lo inmortal.

Quizá eso sólo los niños lo entienden, al no estar mediatizados por la razón. Desde su inocencia ven normal salir de la muerte y resucitar cuantas veces se lo desee.

Jesús está presente hasta cuando estornudamos.

Si Jesús, el Cristo, volviera, ¿qué diría? ¿Cómo vería el retrato que durante tantos siglos hemos hecho de Él? ¿Se reconocería o lo rompería en mil pedazos y nos llamaría…como cuando entró en el Templo como elefante en cacharrería? ¿Se reiría o lloraría?
¿Y de cómo hemos hecho de Él un comodín que cualquiera puede usarlo para su propio e interesado juego, desde los dictadores a los esclavos?
¿Cómo es posible haberlo convertido en un conservador del orden establecido? ¿Amante del dolor? ¿Por qué la Iglesia se cita a comer con los ricos y poderosos y deja, siempre, en la sala de espera, o en la cuneta, a los pobres, a los desheredados, a los enfermos, a los mendigos,…? ¿Por qué tanta miseria real conviviendo con tanto lujo y exceso eclesial? ¿Por qué no hay pan para saborearlo en la boca y si tanto metal precioso para ser visto?


Jesús siempre entraba derecho, no había en Él dobles intenciones y era capaz de cantarle las cuarenta al lucero del alba.

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