martes, 21 de julio de 2020

FLORILEGIO 17 ( 4 ) LA TÉCNICA Y EL SER HUMANO


LA TÉCNICA Y EL SER HUMANO.

En la Antígona, afirma Sófocles: “Saber y poder, con la habilidad que les propia, superan toda esperanza, tendiendo tan pronto al mal como al bien”.

La tecnología actual da que pensar a la filosofía en cuanto supone un reto para la concepción del ser humano y del mundo.

Inimaginable, ya, nuestro mundo sin la tecnología (parémonos un momento a pensar cómo sería ese mundo) con las implicaciones, problemas y consecuencias consecuentes tanto con su ausencia como con su presencia.

Ya no nos vale una filosofía anclada en conceptos del pasado para poder entender el mundo de hoy.

También la filosofía debe estar a la altura de los tiempos para poder enfrentarse a ese reto de comprensión del hombre y del mundo en que vive.

Evolutivamente sabemos que del “homo faber” se pasó al “homo sapiens” pero ha evolucionado, de nuevo, al actual “homo faber”, aunque en una escala muy distinta y superior.

Nada que ver el antiguo “homo faber” con el actual “homo tecnologicus (faber) y sus formas de estar en el mundo, conociendo y transformando el entorno en el que actualmente vive.

Son dos formas de vivir irreconocibles, aquel para mejor sobrevivir, éste para transformar el entorno creando un hombre nuevo y una forma de vivir extraordinariamente diferente.

El hombre transforma el mundo y el mundo se le impone a él, al que tiene que entenderlo para, ya no sobrevivir, sino para vivir mejor.

Es verdad que también los primates usan sus técnicas transformando su entorno y adaptándose a él, pero el grado al que ha llegado el “homo tecnologicus” actual es infinitamente superior, porque no solo cambia el mundo, sino que “crea mundo” (pensemos un momento en todo lo que el hombre ha creado y que, sin ello, seríamos incapaces de imaginarnos cómo vivir).

La tecnología configura nuestra forma de vivir, posibilita nuevos campos de actuación, modifica nuestras mismas capacidades cognitivas e instrumentales (¿cómo prescindir del Telescopio y del Microscopio, por ejemplo? ¿Qué sería una nebulosa o una bacteria para el hombre antiguo pretecnológico?).

La tecnología da que pensar al filósofo porque no es posible ni comprenderse ni comprender su mundo.

El modo de realidad que presentan los artefactos técnicos y sus productos (la realidad virtual, los seres vivos modificados, la inteligencia artificial,…) y las implicaciones éticas que todo ello conlleva.

Es la pregunta que muchas veces me he hecho y he hecho: ¿“debe ser hecho” todo lo que “puede ser” hecho? ¿No hay límites a la actividad tecnológica del ser humano?

Con la misma tecnología puede hacerse mucho bien pero, también, mucho mal.
¿La técnica no es, axiológicamente, neutra o sí está dotada de valores?
¿Es el artefacto el que conlleva un valor positivo o negativo o ha sido el hombre el que ha hecho que tenga ciertas finalidades?

La Ciencia y la Técnica, tras el XVIII y las Revoluciones Industriales avanzan paralela y simultáneamente perdiendo la ciencia su pureza y adquiriendo la Técnica un rango más allá del meramente productor de artefactos.

A veces la Ciencia precede al invento Técnico (la energía atómica, por ejemplo) y a veces es el artefacto técnico el que se anticipa a la explicación teórica (la máquina de vapor).

Esta doble interacción es lo que lleva a hablar hoy de tecnociencia o investigación tecnocientífica.

¿Es anterior el progreso del conocimiento o es la transformación de la realidad?
¿Y las implicaciones éticas de la tecnociencia?
¿Y cuando los riesgos de la tecnología superan, con creces, los pretendidos beneficios del avance?

Ya en los años 40 se hizo patente la pregunta entre los científicos implicados en la investigación nuclear y de sus responsabilidades en la aplicación y consecuencias derivadas.

La tecnociencia no es neutra, no está libre de valoraciones, contra lo que, en un principio, parecía.

El conocimiento científico-técnico no es inocente ni aséptico.

Las dos primeras preguntas kantianas: ¿Qué puedo conocer? Y ¿Qué debo hacer? siguen implicándose mutuamente.

No todo lo técnicamente posible ha de ser éticamente deseable.

En los años sesenta aparece el segundo aviso de peligro: la contaminación del medio ambiente, que amenaza la misma vida sobre el planeta.
Frente a una técnica que, en sí misma no es mala, sí los son sus aplicaciones por lo que una reflexión ética considera necesaria una restricción.

Una nueva disciplina surge, la “bioética”.


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