lunes, 6 de julio de 2020

FLORILEGIO 16 ( 2 ) José Antonio MARINA: “EL VUELO DE LA INTELIGENCIA”.




José Antonio MARINA: “EL VUELO DE LA INTELIGENCIA”.

Con amor y con humor intenta, en esta obra, J. A. Marina enseñar que no sólo en los libros sino de la vida misma, de los sentimientos y emociones, partiendo de las pequeñas y bellas circunstancias cotidianas, en la gran aventura de la Inteligencia Armónica e  Integral, se nos debe ayudar a ser más felices, mejores personas (que, a fin de cuentas es lo mismo).

La Inteligencia a la que se refiere Marina es a la Inteligencia Resuelta, la que avanza con “resolución”, la que inventa soluciones y marcha con decisión.

La Inteligencia es una mezcla de pensamiento y de valor porque “¿de qué sirve que el entendimiento se adelante si el corazón se queda atrás”? –en palabras de Gracián.

La Inteligencia es nuestro gran recurso, nuestro gran riesgo, nuestra gran esperanza.

La especie humana se separó de la selva hace muchísimos años, empeñándose en alejarse de la coacción de los sentidos.
La Inteligencia, que es despegue y separación, nos permite ir más allá de la selva de donde venimos, de la monotonía instintiva animal, nuestra “medida es la desmesura”, lo cual ha hecho de la historia humana la crónica de la grandeza, pero también de la estupidez y de la crueldad.

Nuestra historia es un “indeciso juego de determinismo y libertad, de desánimo y de exaltación, de generosidad y de crueldad, que nos mantiene en vilo, en el filo de la navaja…
De cada uno de nosotros, de nuestros propios actos, depende la decisión de proseguir la ruta evolutiva, con la palabra, o retroceder al berrido, al mugido, al cacareo, al bramido del animal, de la selva.

La especie humana dio el gran salto sobre el animal cuando aprendió a dirigir poco a poco su complejísimo cerebro y sus acciones quedaron ampliadas, transfiguradas.

“La atención inteligente consiste en superar el instinto y ser capaces de decidir lo que queremos aprender.
El mirar se convierte en “mirada inteligente”.

La realidad está esperando que le indiquemos cuáles son nuestros proyectos para colaborar con nosotros”

El hombre inteligente tiene proyectos por los que es capaz de anticipar el futuro por el que va a luchar.
El ser humano prevé lo que va a suceder y “entonces dirige su acción con arreglo a una peta pensada, evaluada, decidida”

A pesar de que algunas veces parezca que estamos atrapados en circunstancias (biografía, educación, temperamento,…), de que estamos a punto de caer en la depresión, en la tristeza, en el abatimiento, sin embargo siempre es posible reinventar la realidad, completarla. Decidirla.

Las cosas adquieren propiedades nuevas cuando vamos hacia ellas con proyectos nuevos.

Cada palmo de tierra es encrucijada de innumerables caminos, cada palabra es matriz de incontables frases.

El arte, la acción humana descubre posibilidades inéditas, enriquecen nuestra percepción de lo cotidiano, elevan nuestro ánimo, embellecen lo corriente, “transfiguran el sentido del mundo, pero no lo cambian radicalmente.

Aunque el Arte hace cambiar el significado de las cosas a través de la Belleza, y las ennoblece, sin embargo, hay que ir más allá, hay que intentar transfigurar, cambiar la realidad misma.

La Belleza debe abrirse al mundo de la Verdad y del Bien (tres trascendentales del ser).
Los problemas están ante nosotros y hay que darles una solución, una salida, una posibilidad.

Los problemas vitales no basta con “conocerlos”, o, la hay que “dominarlos”.
No puede separarse, por tanto la Inteligencia de la Acción, de los Sentimientos, de la Voluntad.

En la Inteligencia Resuelta entra en juego la valentía, la decisión, el ánimo.

La Inteligencia debe tener una finalidad Práctica, que es resolver nuestros problemas vitales, afectivos y profesionales en un acercamiento permanente a la Felicidad Personal, al Bienestar Social.
Por tanto, hay que hacer un proyecto sobre nuestra Inteligencia, sobre lo que podemos y debemos cambiar, y cómo hacerlo.

El vuelo de la inteligencia debe ser tenaz, permanente, constante, para conseguir, así, construirse a sí misma.

En ese proyecto de autoconstrucción la inteligencia presenta un carácter lingüístico, es decir, “pensamos con palabras, nos comunicamos con palabras”.
Por tanto, el lenguaje, que recoge la sabiduría heredada de millones de siglos se ha convertido en el gran protagonista del vuelo de la inteligencia.

La gran transformación de la inteligencia aparece cuando somos capaces de iniciar, controlar, dirigir nuestras operaciones mentales.
Surge, entonces, una voluntad, que no es una facultad dada, hecha, sino que es una “conquista, un conjunto de habilidades construidas laboriosamente por la inteligencia”.
Debemos, entonces, dominar los impulsos primarios, elementales, y deliberar, conocer mejor la realidad, evaluarla, abrir en ella caminos nuevos, superadores de la esclavizadota ignorancia.

Pero, además de “deliberar”, debemos “decidir, resolver problemas” venciendo el miedo y la indecisión.

Hay que ejecutar, realizar acciones concretas en situaciones concretas.

La “nueva inteligencia” es motivación inteligente”; más que facultad consolidada, es aprendizaje que crea hábitos fuertes, que permite aplazar pequeñas recompensas y resistir con coraje las eventuales frustraciones y dificultades en aras de una meta, de un ideal, de un proyecto de vida.

La Inteligencia es como un río, “discurre”, avanza, fluye.
Es como una corriente en la que han confluido multitud de afluentes y en la que el lenguaje ha dejado honda huella.

Las palabras no sólo transmiten el modo peculiar que tiene una cultura de interpretar el mundo, sino que en ellas, en ese “territorio de propiedad mancomunada que es lenguaje” está acumulada toda la experiencia ancestral que el hombre ha adquirido sobre sí mismo y que nos ayuda a encarar el futuro.

Ahora bien, el lenguaje lo podemos usar para distraernos, emocionarnos, expresar la belleza,… pero también para decir la “verdad”, dando razones y argumentos que puedan comprenderse y comprobarse.

Efectivamente, hay una gran belleza en el lenguaje formal, claro, preciso, de las Matemáticas, pero el proyecto de Inteligencia Resuelta va muchos más allá, tiene que ensanchar todas nuestras perspectivas y posibilidades vitales, tiene que resolver nuestros problemas, tiene que actuar, tiene que entrenarse, como los atletas que buscan en las Olimpíadas “el más fuerte, el más rápido, el más alto”, para construir “nuestra vida de forma completa, integral, armónica, en donde lo “bueno” sea, también, lo “verdadero”, lo “bello”, lo “justo” y lo “feliz”.

La Inteligencia que buscamos y que hemos de conseguir, debe luchar contra el cansancio, la pereza, el entreguismo, ya que a ella le gusta conocer, estar activa, crear cosas nuevas.

La Inteligencia, entre la satisfacción y el esfuerzo, no debe jamás someterse a lo inevitable, al destino, a lo dado, sino que debe luchar por captar en su totalidad aquello que queremos aprender con el fin de aumentar nuestra autonomía y nuestra libertad.

Así, pues, el proyecto de Inteligencia que nos propone Marina no sólo es lingüístico (que también), sino que es un proyecto ético, vital, impregnado por la sociedad a la que pertenecemos, conectado con la cultura en el que se desenvuelve nuestra existencia.

Por lo tanto, este ideal fracasará si no conseguimos una profunda comunicación con los demás seres humanos, con la clara intención de mejorarnos a nosotros mismos y de mejorar la sociedad en la que nos desarrollamos.

(Es la reseña que hace J. L. Rozalén de la obra de Marina “El vuelo de la inteligencia).

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