domingo, 19 de julio de 2020

FLORILEGIO 16 ( 5 ) ¿UNA SEGUNDA MODERNIDAD? ( 1 )



¿UNA SEGUNDA MODERNIDAD?

La Modernidad puede entenderse como el conjunto de procesos de modernización en los ámbitos de la ciencia y de la tecnología, en el ámbito normativo de la moral, del derecho y de la democracia política, en el ámbito de la cultura estética y artística, y en el ámbito de la filosofía como proceso de reflexión crítica sobre estos procesos.

En la primera fase de la modernidad se creyó que estos procesos llevarían, con seguridad, a una sociedad emancipada, de hombres y mujeres libres.

La crisis de este modelo, radicalizada durante el período de la llamada postmodernidad no ha invalidado ni el objetivo ni las grandes líneas de modernización, aunque ha puesto de relieve su contingencia, su falibilidad y la necesidad de aprender más y más de prisa.

Los innumerables problemas del presente sólo podrán enfrentarse con un nuevo y más crítico y riguroso impulso de los procesos de modernización, esto es, con una Segunda Modernidad.

¿Qué es lo que resulta irrenunciable (salvable) de la Modernidad después de las críticas postmodernas y la crisis de la modernidad ilustrada?

Pero interpretar el presente, para poder actuar sobre él, es siempre fatigoso porque el mundo es totalmente distinto al de hace algunos años, en el orden político, económico, tecnológico y cultural, lo que ha causado una transformación radical del mundo en que vivimos.

La globalización, el triunfo del capitalismo liberal y el fracaso de las distintas formas de socialismo, las nuevas y sutiles formas del imperialismo, los imperativos del dinero y de las nuevas tecnologías, el terrorismo y su escala creciente,…non poden delante de problemas y dilemas morales, políticos, sociales y culturales.

La Modernidad comenzó al grito de “Libertad, Igualdad y Fraternidad (Justicia)” como un proyecto de emancipación y, todavía, hoy, seguimos gritando contra las amenazas a los ámbitos de libertad logradas y contra las desigualdades que aparecen y desaparecen sin cesar.

El escenario actual es un escenario americanizado, un escenario de guerra al terrorismo internacional, a veces real y, muchas veces, sólo fingido, pero camuflado de real (como la invasión de Irak y sus “armas de destrucción masiva” (“créanme que es verdad”), destruyéndolo todo y con la intención, real o falsa, de instituir una democracia, en un país ajeno a esa forma de gobernación, con el consiguiente fracaso.

Todo lo que se ha tocado, bajo el pretexto de liberar a la población esclavizada (que algo de verdad tenía) pero que el remedio ha sido peor que la enfermedad.

Exportar guerras, lejos de las potencias militares, parece ser la tónica general, hundiendo aún más en la miseria allí donde se desarrollan los conflictos bélicos.

Nada descubrimos si decimos que existen estos dos muchos contrapuestos: el de la superpoblación y la pobreza, la miseria hasta el hambre y la muerte y el Occidental, con una población contenida, viviendo en la abundancia y disfrutando de un envidiado estado de bienestar y que está sirviendo de cebo a la inmigración generalizada e ilegal, con las consecuencias de muerte y de discriminación que ella supone.

Y todo esto es leído como productos de un momento histórico en el que se combinan la decepción del fracaso de los proyectos de la izquierda allí donde se han puesto en práctica, el triunfo del liberalismo en la guerra fría y el retorno, por la ley del péndulo, de las formas de pensamiento más escépticas y relativistas.

En otro lugar de este blog he reflexionado sobre los fallidos ideales de la modernidad ilustrada: la falsa o imaginaria libertad, la real desigualdad, y la injusta justicia.

En Europa la Postmodernidad significó el fin de la Ética y de la Política, el fin de la historia, el “todo vale”, el retorno de Nietzsche y de Heidegger y el triunfo del pensamiento débil tras el hundimiento del marxismo, convertido en un Capitalismo de Estado que, bajo el pretexto de una mayor y mejor Igualdad, cercenó la Libertad y la Justicia, convertidos en Estados-Policías, dictatoriales, aunque disfrazados de democráticos por la presencia de las urnas agujereadas.

Pero no olvidemos que en EEUU la postmodernidad tuvo otro significado: fue la continuación del radicalismo de los 70.
Pero la Postmodernidad norteamericana fue el feminismo, las reivindicaciones de las identidades sexuales alternativas, el postcolonialismo y las reivindicaciones de las identidades étnicas y culturales minoritarias (cuando estoy escribiendo esto veo la ola de indignación, no sólo en EEUU, sino también en las capitales y ciudades europeas, por el asesinato (no puede denominarse de otra manera) de una persona de raza negra por la policía blanca).
También el pensamiento ecológico, la concienciación de la no contaminación y lucha por el clima.

Pero Europa está en estado de reconstrucción por la integración de los nuevos ciudadanos provenientes tanto del desmantelamiento de los países balcánicos como, sobre todo, por los provenientes del otro lado del Mediterráneo.

Ante estos nuevos problemas las soluciones postmodernas no parecen ser las más adecuadas, pero tampoco sabemos, con certeza, cuáles podrían ser las más idóneas.

Hace unos 40 años, en un célebre artículo, Habermas hablaba de la Modernidad como “un proyecto inacabado” y, seguramente, siga siendo válida aún hoy, y no sólo inacabada, sino inacabable por definición, puesto que es el proyecto de la libertad en permanente liberación.

La Modernidad, como época, es el período caracterizado por el proceso de modernización económica, política, social y cultural, que se inició en tiempos de la Ilustración y las Revoluciones Francesa y Americana en ordena a realizar un proyecto acuñado por el pensamiento ilustrado.

El objetivo es la creación de una sociedad, mediante el cultivo de la razón, de auténticos individuos, varones y mujeres, libres e iguales, y capaces de ser felices.

Y, por “razón” habría que entender, las siguientes CUATRO cosas:

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