miércoles, 1 de julio de 2020

FLORILEGIO 15 ( 12 ) DE PATRIAS Y PATRIOTAS.






Recuerdo cuando el Bachillerato era Bachillerato de 3 cursos.
En Primero dábamos Ética Personal, en Segundo Ética Interpersonal y en Tercero Ética Social.
También dábamos en Tercero, Filosofía, con un programa muy amplio, pero que nos daba tiempo a desarrollarlo porque los alumnos estaban interesados en saber y yo motivado para enseñar.

En el tema “La dimensión social del hombre. Estructuras sociales”

Uno de los epígrafes era: “Patria, Nación, Estado”.

PATRIA: Tipo de unidad: AFECTIVA. Los dos condicionantes: los mismos antepasados y la misma tierra.

NACIÓN: Tipo de unidad: HISTÓRICA. Los condicionamientos (todos o casi todos): geografía, economía, raza, religión, idioma, voluntad.

ESTADO: Tipo de unidad: POLÍTCA. Los condicionamientos (por separado): fuerza, dinastía, federación, decisión colectiva.

La Nacionalidad “se padece”, se le viene a uno encima por determinismo biológico, porque en algún sitio tiene uno que “nacer”.
La nación “se sufre”, pero si se acepta y se QUIERE, queda convertida en PATRIA.

Mi Nación es España (nací en Salamanca) pero amo a mi nación por eso estoy orgulloso de que sea mi PATRIA, porque la QUIERO, y me gustaría que se corrigiera y fuera mucho mejor.
Pero…sólo los cuarteles de la Guardia Civil tienen en su frontispicio: TODO POR LA PATRIA.

Yo no sacrificaría mi vida por mi Patria, la estimo mucho más.

Hoy no son muchos los que se autoproclaman, públicamente, “patriotas”, aunque yo los llamaría “patrioteros” con los que uno haría un buen negocio con ellos “comprándolos por lo que realmente valen (muy poco) y vendiéndolos por lo que dicen que valen (muchísimo)”

España es un espacio y un tiempo.
Su espacio comprende montañas, mesetas, costas, valles feraces y terrenos desérticos
Su tiempo está hecho de encuentros y desencuentros, de rivalidades y de solidaridad, de aventuras arriesgadas  y repliegues temerosos.

En su historia han participado: iberos, cartagineses, romanos, visigodos, árabes, judíos,…

En la frontera de Europa con África (no es verdad que Europa haga frontera con los Pirineos, tras ellos están España y Portugal, Andorra y Gibraltar).

Además España está en relación con América, sobre todo Centro y Sudamérica (ya casi nada con Norteamérica, EE.UU. y Canadá, con la lengua inglesa y francesa) y ha creado, con ella, una cultura rica y variada.

España, con un rico pasado, un triste y pobre presente y un dudoso e incierto futuro.

España, como toda vida humana, individual o colectiva, ha tenido una historia hecha de triunfos y derrotas, de esperanzas y desesperación, de luz y de tinieblas, de belleza y de fealdad.

A esta España desdibujada, semicuarteada, le vendría bien un poco de locura del más loco español, Don Quijote de la Mancha, que simboliza la supremacía del ideal frente a la vulgaridad de la existencia, la fe en la dignidad del hombre, la lucha contra las injusticias y las ruindades de los poderosos, la valentía para arriesgar la vida a favor de causas nobles, la liberación del individuo frente a la masa.

La España actual, adormilada y rezagada, en el vagón de cola de Europa (y por si fuera poco con la pandemia que la asola) necesita esa locura.

De no existir Don Quijote habría que inventarlo, porque Sancho y su vulgaridad reinan entre nosotros.

Ideas fecundas e iluminadoras necesita España.

Nuestra nación, incluso a pesar nuestro.

Pero ¿Patria?

“Cada uno, en el rumor de sus talleres
A diario la Patria se fabrica.

El carpintero la hace de madera
labrada y de virutas amarillas.

El albañil, de yeso humilde y blando
como la luz. El impresor de tinta
que en el sendero de papel se ordena
en menudas hormigas.

De pan y de sudor oscuro el grave
campesino. De fría
plata húmeda y relente
el pescador. El leñador de astillas
Con forestal aroma cercenada.

De ondas vetas sombrías
el minero. De indómitas verdades
y hermosura, el artista.

Cada uno hace la Patria
con lo que tiene a mano: la sumisa
herramienta, los vivos materiales
de su quehacer, un vaho de fatiga,
una ilusión de amor y, en fin, la rosa
de la esperanza, aún en la sonrisa.

(Leopoldo de Luis. Patria de cada día)

Me ha gustado

Pero confieso que cuando me hablan de Patria los patrioteros, de palabra gritona, no lo entiendo (o no los entiendo)

Yo entiendo la Patria como paisajes con paisanajes al fondo, de nexos tradicionales y comunitarios, de culturas y de civilizaciones, pero esto ya no es “patriótico”, sino, en todo caso “matriótico”, proyecto de allendidad.

Esto es lo que yo entiendo por mi parte.
El sable y el cañón son lo que llaman “Patria”, mientras el libro y la pluma son la “Matria”.
El rumor del sable y el tronar del cañón matan el lenguaje silencioso del libro y la firmeza de la pluma manifestándose.

Lo que ellos, grandilocuentemente, llaman Patria es la frontera, la bandera, el egoísmo.
La Matria es la naturaleza silenciosa, aquello que nos hace comunes a todos los humanos, por igual necesitados de ser queridos.

La Patria es la exclusión, la cerca, el derecho de propiedad.
La Matria es la Oda a la Alegría, con ese beso que abarca a la humanidad abatiendo los muros de lo tuyo y de lo mío.

La Patria es el hombre viejo, con cerebro de reptil, el estegosaurio.
La Matria es el neoencéfalo de una inteligencia sentiente capaz de enamorarse.

La Patria es el muñón
La Matria es la mano.

Y la Matria abre al más allá metapatriótico.

En general, las Patrias de los Patriotas (sobre todo de los Patrioteros) son, por decirlo finamente, una cagada de vaca, que ni sabe ni huele, de grandísimo volumen, pero sin ninguna esencia, por mucho que las desfallecientes Patrias en Europa (patria de patrias, superpatria, cuya señal de identidad está en el becerro de oro) pretendan ser sustituida por la Ecupatria del Mercado Común.

Y, así termina Carlos Díaz, y su diferente y sugestiva manera de expresarse:

Vamos. Todos a una:
“Funcionario, funcionario,
Funcionario de mi amor
Yo quiero ser funcionario
para vivir del erario
y tener jubilación”

(España, la imposible quimera. Carlos Díaz. Diálogo Filosófico y algún añadido mío)

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