miércoles, 4 de diciembre de 2019

FLORILEGIO FILOSÓFICO: DE ESTO Y DE LO OTRO ( 2 - 3 )



VERDADES NÓMADAS.

Acostumbrados a vivir en el suelo de las pretendidas, y así tenidas, como verdades fijas, asentadas, sobre las que levantar el edificio de ser persona, hemos caído en la cuenta, reflexionando, que esas verdades sólidas no eran sino verdades públicas, verdades de la opinión pública, construidas en buena parte por la acción repetitiva y martilleante de los mass-media que las disfrazan con el barniz de “verdades sólidas” cuando no son sino “verdades líquidas” o “verdades nómadas”

Por ejemplo defendemos a capa y espada, como una verdad fija, que el “comunismo”, como proyecto político emancipatorio, ha muerto y que el “capitalismo” es un modo productivo sin alternativa.

Y, sencillamente, no es verdad.

El comunismo vive ya en el seno de las sociedades capitalistas puesto que sus prerrequisitos ya están actuando en el seno mismo del capitalismo.

Prerrequisitos tales como:

.- Las estructuras ya irreversibles del estado de bienestar (objetivo comunista y ajeno y en contra de la esencia del capitalismo, bienestar privado e individualista).

.- El trabajo técnico-científico como principal fuerza productiva (y no la mano de obra, el capital variable del capitalismo). Es un trabajo social, realizado de manera cooperativa siendo ellos, los obreros, los dueños de buena parte de los medios de producción, en concreto de los conocimientos científicos y técnicos.
Este “trabajo social” es un “trabajo vivo”, pues está organizado en el seno de la empresa, pero “independientemente” del poder capitalista y de la organización capitalista del trabajo.
Es un “trabajo vivo” porque poco puede el capitalista para disciplinarlo.

Este nuevo sujeto productivo, el “obrero social” no es un individuo aislado y vive en el centro del sistema siendo antagonista del sistema capitalista mismo.

Este obrero no es el que sólo ejecuta, con sus manos, el trabajo que el capitalista programa.
Este nuevo obrero trabaja con su mente y sus conocimientos más que con sus manos y despedirlo, a voluntad, sería contraproducente para el capitalista. 

De nuevo asoma Hegel con su “dialéctica del amo y del esclavo”,
Ambos son esclavos y amos recíprocamente y cada uno de ellos depende de cada uno de los otros.
Se necesitan mutuamente,

Ya no hay ejércitos de parados manuales, sin calificación, a la puerta de la fábrica esperando y deseando que el amo despida a un obrero para ocupar él su lugar.

Cada vez más es el obrero cualificado, científico-técnico, quien exige el salario X y la empresa Y en la que demostrar y mostrar sus capacidades.

.- La universalización y gratuidad de la educación y de la sanidad, ajenos a la mentalidad capitalista de que cada uno pague los servicios que use o necesite.

.- Los espacios públicos y sociales, al servicio de cualquier ciudadano.



PETER SINGER.

Las provocadoras tesis de este filósofo australiano sobre el derecho a la vida han alcanzado, en tiempos recientes, un eco considerable.
Según Singer no todos los seres humanos son personas (yo recuerdo a los esclavos romanos: seres humanos, pero no personas, al no ser sujetos de derechos, sino “cosificados”, como los instrumentos de trabajo, aunque bípedos, que se compran y se venden,  se cambian) y si no son personas, no son “respetables”, no son acreedores al respeto que sólo las personas merecen.

El argumento de Singer es simple.

Si por persona se entiende un “ser capaz de racionalidad y autoconciencia”, entonces no se debe considerar “personas” a los miembros de la especie humana que no exhiben, ni pueden exhibir, esas características, por ejemplo a los recién nacidos, o a los deficientes profundos, por no hablar de los fetos y embriones humanos.

De esta reducción de la categoría de persona se siguen consecuencias tales como la licitud, en ciertas condiciones, no ya del aborto, sino también de la “eugenesia”, incluso del infanticidio.

El error que suscitan semejantes propuestas no debe llevarnos a engaño: no estamos ante una ocurrencia de mal gusto o una improvisación dictada por el deseo de atraer la atención, sino ante un verdadero desafío teórico.

Si se acepta el punto de partida, entonces la conclusión es correcta, incontestable.
Pero ¿y si no se acepta? ¿Y si se acepta que, aunque aún no sean “racionales y autoconscientes” en acto sí que lo son en potencia, aunque sea remota, muy remota, por lo que son “personas, si no en acto, sí en potencia” por lo tanto son titulares de los derechos humanos inalienables que dicho estado trae aparejados.

Por lo tanto es necesaria una nueva concepción, alternativa, de “persona” y recusar el punto de partida.

¿Quién se aventurará a pronunciarse sobre el grado de racionalidad y autoconciencia de un subnormal profundo?

Y dado que sólo la plena certeza autoriza a rehusar el reconocimiento de la condición personal a otro hombre, la más elemental prudencia (“in dubio pro homine”) obliga a considerar que todos los seres humanos son personas por el solo hecho de pertenecer a una especie cuyos ejemplares típicos poseen “racionalidad” y “autoconciencia”.

Los seres pertenecientes a la misma especie no son como los coches de un mismo modelo, sino que están vinculados al resto de la humanidad por un nexo genealógico, reproductivo: existen unos gracias a otros (no como los coches).

La continuidad genealógica de la especie humana sugiere que no es la posesión de ciertas características empíricamente contrastables lo que determina la pertenencia a la comunidad interpersonal, sino la inserción en aquel nexo genealógico.

Las verdades no tienen dueño, alguien las habrá creado o descubierto (y habrá que reconocerlos como titular) pero esas verdades, una vez creadas o descubiertas, publicadas, pertenecen a la comunidad.
Las verdades, una vez lanzadas al aire, no tienen propietario, son de todos.

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