domingo, 22 de diciembre de 2019

FLORILEGIO FILOSÓFICO: DE ESTO Y DE LO OTRO ( 3 y 4 )



DE UTOPIAS.


U-topía (no lugar, no existe ese lugar)

Sinónimos suyos son: quimera, fantasía, ilusión, sueño, invención, fábula, idealización, imaginación, ficción, alucinación, ideal, anhelo

La utopía no se alcanza, pero sirve para avanzar.

Nadie lo ha expresado mejor que Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar.

El ideal ha jugado, siempre, un papel fundamental en la vida humana bajo variadas representaciones míticas, religiosas, sociales, filosóficas,…
Desde el Reino Mesiánico de Isaías, hasta la Jerusalén celeste del Apocalipsis, desde “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman(1 de Corintios. 2.9) de Pablo de Tarso hasta “El cielo que me tienes prometido” del Soneto religioso, desde Utopía de T. Moro, La Ciudad del Sol, de Campanella y la Atlántida de F. Bacon, hasta el paraíso comunista, desde Un mundo feliz, de A, Huxley hasta Walden Dos de Skinner,…

Sin contar con utopías de tras culturas y civilizaciones.

Las utopías son cristalizaciones de la apertura del hombre hacia un futuro imaginado o proyectado, deseable, que supera todos los límites que atormentan la vida humana.

Hasta el Mayo del 68 no dudó en proclamar esa consigna paradójica: “Sed razonables, pedid lo imposible”, de tinte juvenil universitario francés y que, aunque sea o parezca paradójica, contiene una profunda verdad.
Porque la apertura del espíritu humano no tiene límites, aunque las realizaciones no pueden ser más que limitadas.

Pero, por desear que no quede.

Porque si los ideales mueren, si las utopías se marchitan, las personas, las instituciones humanas se  convierten en pájaros con sus alas quebradas que dejan de volar (y los pájaros son aves)

Toca hoy, a todos (no sólo a los políticos, también a los filósofos) buscar razones para esperar, sugerir proyectos críticos e impulsores de un futuro mejor, en esta sociedad dormida, narcotizada, abrir y no cerrar horizontes, aumentar, en definitiva, el caudal utópico de nuestra cultura que motive a nuestra sociedad.

Nietzsche, como tantas veces, tuvo un acierto genial: “cuando se tiene en la vida un “porqué”, se vive sin dificultad el “cómo”.

Los ideales, las utopías, nos ayudan a superar las dificultades del camino de nuestra vida.

Y debemos ser conscientes de que vivimos en plena crisis de las utopías porque, muchas veces, no sólo han fracasado sino que han conducido al fracaso, a dictaduras totalitarias, a la acumulación de horrores (campos de concentración, genocidios,…)

¿No parece, actualmente, el universo de las utopías una esfera negra y vacía, incluso un temor?

Esto no significa que el hombre actual tenga que renunciar a la utopía, es decir, dejar de ser, en cierto sentido, hombre.

La crisis de ciertas utopías no implica una crisis del hombre.

Renunciar al ideal, a la utopía, supondría una amputación, un taponamiento de lo que es el hombre en su realidad más auténtica y profunda.
Un pragmatismo alicorto deja un hueco abismal de desesperanza en lo más íntimo del hombre.

Y, como nos recuerda la tradición, “la esperanza es lo último que se pierde” así que si se pierde la esperanza…

Nuestras utopías deben ser, sobre todo, de corte ético (y no económico), aspirar a un mundo en que cada persona ponga lo mejor de sí misma al servicio de las otras personas y reciba lo mejor de éstas.

Hay que rechazar las utopías que consisten en situaciones impersonales o en ideas abstractas a las que se sacrifican las personas.

Debe divisarse, aunque sea al final del túnel, no sólo la esperanza, sino también el punto de luz que guíe al caminante.

Derecho a la utopía, al ideal, secular (sin negar el trascendente), pues sólo lo inalcanzable es necesario.

Derecho a la esperanza.

La historia no ha terminado.
Y dondequiera que exista un hombre hay un surco abierto de posibilidades de más bondad y más belleza, cada vez más ricas y mas perfectas.

Por desear, razonadamente, que no quede.

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