martes, 24 de diciembre de 2019

FLORILEGIO FILOSÓFICO: DE ESTO Y DE LO OTRO ( 4 - 2 )



La propia expresión de religión no existe en todas partes: hay muchos pueblos que tienen culto, pero no saben que ellos tienen una religión.

En el paganismo las tradiciones religiosas estaban ligadas a cosas, instituciones, lugares, árboles, fuentes, a la familia... a cosas concretas que tenían como una dimensión simbólica.
La religión, por ejemplo, de los romanos, que era de tipo cívico, un refuerzo espiritual de las instituciones.
Los emperadores que perseguían el cristianismo lo hacían escandalizados porque los cristianos, en vez de limitarse a tener un Dios como todo el mundo, y a no dar la lata, negaban los dioses de los demás, y sobre todo los aspectos divinos de las instituciones, y eso era lo intolerable.

El gran mérito, por decirlo así, del cristianismo fue separar definitivamente el mundo de lo objetivo, de lo cívico, del mundo de lo espiritual y lo religioso.
De ahí que uno no entienda muy bien cuando hoy en la UE hay algunos que en la Constitución quieren mencionar las raíces cristianas de Europa...

Es que precisamente las raíces cristianas de Europa son la desaparición de la religión del espacio público: ése fue el mérito del cristianismo. Reintroducir la religión como justificación del espacio público sería paganizar el cristianismo

La gran acusación contra los cristianos en el siglo II y III es que eran ateos.
Porque no se atenían a lo que se consideraba como creencia en Dios o religión.

Y si adoraban a un crucificado, era la blasfemia más fuerte, todavía.
Los cristianos descartaban a todos los demás dioses. Eran ateos de todos los demás dioses menos de uno, el suyo propio.
 Lo más peligroso que tienen los monoteísmos es que creen en dioses excluyentes: mi Dios es el único, y por tanto los demás están fuera de la legalidad, de la verdad, y del camino de salvación.
Porque ya es una violencia decirle a alguien que está en un error, o que está en camino de perdición.
Eso ya es una forma de humillarle
La mayor aportación del cristianismo fue presentar un Dios encarnado.
El Evangelio de Juan dice que Dios se ha hecho carne, “la Palabra se hizo carne” y eso, en aquella cultura, era una debilidad, el trastorno más fabuloso en la historia de las tradiciones religiosas.

Un “Dios encarnado, hecho hombre”.

El cristianismo nació con esa originalidad, que duró hasta el siglo IV.

A partir del invento de que Constantino I, Constantino el Grande (“San Constantino” para las iglesias ortodoxas orientales y para la Iglesia Católica Bizantina Griega) vio en el cielo la cruz, en la batalla de Puente Milvio, contra Majencio, y la sentencia: "Con este signo vencerás", y, así, se hizo la peor perversión de la cruz.

Constantino, había sido educado en la religión del dios Sol y fue bautizado momentos antes de morir,
Y a partir del edicto de Teodosio, en el 381, cuando declaró al cristianismo como la única religión verdadera, todas las demás pasaron a la clandestinidad.

Y eso es lo que explica que el continente más cristiano, Europa, haya sido el más violento.

Amamos lo perecedero precisamente porque va a perecer; no amamos lo eterno, lo invulnerable, nadie ama el universo, todos sabemos que el universo se pasa muy bien sin nuestros cariños.
Amamos a aquellas personas que quisiéramos perpetuar y no podemos; es su fragilidad lo que suscita nuestro amor.

Y claro, Dios es lo contrario: la idea de amor

A Dios, por ejemplo en el planteamiento tan hermoso de Spinoza (del que he escrito bastante) en su Ética, él habla del amor a Dios, que sólo puede ser un “amor intelectual”, pero no podemos esperar que Dios nos ame.

Esa vinculación afectiva que introduce el cristianismo necesitaba que Dios hiciera una concesión a la carne, a la muerte, a la fragilidad, al temor, al abandono...

Esa idea del “Dios hecho hombre” es una aportación de la religión cristiana, pero también un paso hacia la salida de la religión, porque en cuanto divinizamos la figura frágil, doliente, del hombre, estamos acercándonos a empezar a divinizar sencillamente al hombre, sin necesidad de lo sobrenatural.

De ahí que algunos expertos hablen del cristianismo como de la religión para salir de la religión.

Así que, para que la figura de Cristo adquiera toda su capacidad de identificación con nosotros, suprimámosle esa otra dimensión mágica que le aleja aún de nosotros.

Jesús de Nazaret, para los cristianos Cristo, no fue una persona pacífica sino enormemente conflictiva.

Pero resulta que su conflicto fue con los dirigentes de la religión judía, de su religión y, de algún modo, con la religión.

También fue conflictivo con el poder político.

Y, ante la pregunta tramposa, endiablada y comprometida de un judío, si había que pagar tributo al César además del tributo que se pagaba al Templo, Jesús se escapa por los cerros de Úbeda, separando los dos planos y sin comprometerse con ninguno de los dos poderes: el de la sujeción a las leyes civiles en el ámbito estatal y el de la obediencia a la autoridad de Dios desde la fe religiosa.

No hay contradicción entre el cristianismo, y por lo tanto la Iglesia, y la laicidad, sino que la Iglesia tendría que ser, y el cristianismo tendría que ser, la religión que fomentara la laicidad.
Porque a fin de cuentas Jesús fue un laico, un laico que entró en conflicto con el poder religioso.

Cuando se habla de cómo los países europeos han logrado escapar, en la medida que han logrado escapar (y que tampoco es del todo cierto), de la tentación teocrática que vemos en países musulmanes, que ésos sí que no han logrado separar las instituciones civiles de las religiones, ahí está la aportación del cristianismo: gracias a él se sentaron las bases; incluso cuando la Iglesia constituyó un poder terrenal, lo hizo separado de otro poder que era el civil, mientras que eso no ocurrió en países musulmanes, y eso lo lamentamos ahora todos.

¿Y las relaciones ciencia-religión, razón-fe?

¿Hay contradicción entre ellas?

Sólo hay contradicción si la religión pretende dar lecciones científicas.

Para cualquier ser racional, la idea de que los acontecimientos naturales tienen una explicación sobrenatural es incomprensible; porque se pretende explicar una cosa que no entendemos con algo que entenderíamos mucho menos todavía.

Einstein decía: "Yo sólo creo en el Dios de Spinoza".
Quería, con ello, decir que “si hay un Dios” es lo que llamamos “el conjunto de las causas naturales”.

Pero ése no es el Dios de las religiones, el Dios de la salvación.

Pero creo que en Europa no hay mucho enfrentamiento, normalmente, entre religión y ciencia, siempre que no se pisen la manguera una a la otra, eso queda un poco para Estados Unidos.

El problema entre ciencia y religión se ha introducido falsamente desde el momento en que la religión ha querido meterse donde no tenía que meterse.

Por otra parte, la moral de la religión se ve muchas veces amenazada por los avances científicos.

En el XIX el papa Gregorio XVI prohibió las vacunas, por aquello de una “ley natural”: hay una ley natural y según ese principio yo me debería quitar las gafas y tirarlas porque esto contradice la ley natural, porque lo natural es que yo tenga la vista cansada.

Y el islamismo (¡qué barbaridad¡) prohibió la imprenta.

En buena medida el retraso en la aparición del pensamiento crítico en el mundo musulmán se debe a que hasta muy avanzado el XVIII no autorizó la impresión de ningún libro.

Echémosle la culpa a Omán.

Hagamos un poco de Historia.

Tras la muerte de Mahoma, se inicia el periodo de los “Califas Perfectos” (llamados así por ser familiares o amigos íntimos del profeta).
Estos primeros califas fueron cuatro (Abu-Bakr, Omar, Otmán y Alí).
El segundo de ellos,  Omar, conquista e islamiza Siria, Persia, Palestina, Egipto…
En el año 644 se toma Alejandría en la que se encuentra la gran Biblioteca de los Ptolomeos compuesta por miles de legendarios papiros.
Ante aquel tesoro y sobre qué hacer, Omar dijo:

“No hay más que un libro verdadero: el Corán. Si los libros de esa biblioteca contienen cosas opuestas al Corán, son “impíos” y hay que quemarlos; y si dicen lo mismo que el Corán, son “superfluos” y hay que quemarlos también”.

Cualquier excusa, pues, era válida para quemar los libros, visto lo visto ya tenía decidido qué hacer con ellos.

Se dice que sirvieron para mantener, durante un tiempo, encendidas las calderas de los baños públicos.

Lejos de ser la religión la que funda la ética, más bien parece que es la ética la que justifica las religiones.

Si hoy elegimos entre una religión y otra, y nos parece que la Madre Teresa de Calcuta es preferible a Osama Bin Laden, es por razones éticas.

Y, cuando hablamos de violencia, hay una violencia que es de las más peligrosas, “la violencia del silencio”.
El silencio es de los factores más terribles que ha habido en el siglo XX.

Si quienes debieron hablar hubieran dicho lo que sabían, por ejemplo, de los campos de concentración nazi, o en España de las atrocidades cometidas no sólo en la guerra, sino en años inmediatamente posteriores...

 ¿Y es que en España, en el País Vasco, en concreto, la Iglesia no sólo ha guardado silencio durante tantos años, sino que propició, en sus sacristías…

No sólo es la “violencia de la palabra”, es la “violencia del silencio” y, muchas veces, en nombre de Dios.

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