jueves, 21 de marzo de 2019

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (39)



Dice la Wikipedia que un lazareto es un hospital o edificio similar, más o menos aislado, donde se tratan enfermedades infecciosas. Históricamente se han utilizado para enfermedades contagiosas, como la lepra o la tuberculosis y algunas de estas instalaciones eran más bien de reclusión, sin ningún tipo de cuidados médicos ni salubridad.

Lo que se hacía con los herejes ni siquiera era un lazareto.

Desde la Playa de La concha se divisa una pequeña isla, la isla de Santa Clara en la que –según cuenta un donostiarra de pro, F. Savater –hace siglos se enterraban allí a los blasfemos, los sacrílegos, los herejes, los suicidas y gente por el estilo.
Se trasladaba el cadáver del susodicho en una barca, sin ceremonias, y la gente desde la orilla, en plan jauría, solían terminar sus insultos con: “este sí que va derechito al infierno”.

Lo mismo que se hacía cuando alguien iba a ser condenado a la hoguera o a otro martirio mortal y la gente madrugaba para coger un buen sitio desde el que ver bien la escena.

Hasta en mi pueblo, en una gran cruz, junto a la puerta de entrada a la Iglesia estaba (¿está?) la Cruz de los Caídos, con 10 o 12 nombres escritos de los muertos del bando nacional (¿es que no eran "nacionales", al menos igual que los de azul, los franquistas, los republicanos?, mientras en un rincón del Cementerio o Camposanto, estaba el “cementerio civil” donde se enterraban a los ateos declarados.

Mi pueblo cayó en "zona nacional", no creo que hubiera republicanos en un pueblo tan pequeño, aunque algunos fueron "paseados", en la noche, hasta el Monte de La Orbada (un cementerio).

Durante gran parte de nuestra historia lo normal era el maltrato al disidente religioso, al que no creía o negaba creer dogmas y misterios religiosos.
Desde leer libros prohibidos a diseccionar cadáveres, desde mirar demasiado a las estrellas a no asistir a ceremonias religiosas, o no guardar los días de descanso, trabajando, decir palabrotas o blasfemias, acostarse con otra persona sin matrimonio mediante,…cosas que la mayoría no hacía y el disidente sí, por lo que sería castigado.

Esa falta de fe, prácticamente demostrada o denunciada, te ponía ante un Tribunal de la Santa Inquisición y si no confesabas, incluso con el tormento variado y repetido hasta casi, ya, dejarte muerto, se te condenaba a muerte.

La fe se define como “creer lo que no vimos/no vemos”, que quiere decir que la razón y sus argumentos nada valen porque está por encima de ellos.

Cuenta Mark Twain que un niño, a la pregunta del maestro de qué era la fe, respondió: “la fe es creer en lo que sabemos que no hay”.
Hoy este niño habría estado en las mazmorras de la Inquisición y después…

Creer es afirmar que lo que sólo es posible (incluso imposible) es real, es aceptar una verdad artificial en contra de una verdad objetiva y por encima de ella.
La misma duda ya ofendía, entonces.

Bien pensado la creencia es una pereza intelectual al afirmar como verdad lo que no sabe que lo es, incluso lo que va en contra del saber.

El que duda de los dogmas o el que es indiferente a los dogmas y misterios es más coherente y más sincero que el creyente en sí: afirma que no lo sabe y duda de ello, siendo indiferente a ello y sin luchar contra ello.

Tanto el agnóstico como el ateo no son/no tienen que ser anti-teos.

No se sabe, se afirma que no se sabe, se afirma que no lo sabe y no quiere aceptarlo como verdad, que es lo que hace el creyente.

Y si la fe es así, la “credulidad” es peor.

Como nuestra verificación, muchas veces, no es tan firme ni tajante como nos gustaría, uno puede “creer, tener fe” en esa verdad no totalmente verificada ni probada.
Pero es que el “crédulo” está dispuesto a tragarse lo inverosímil, lo raro, lo chocante, hasta lo disparatado y absurdo, lo que sea, y muchas veces para seguir conservando su privilegio.
Es reacio al más mínimo esfuerzo, abre la boca y se lo traga si con ello consigue…

Hoy mismo leo en la prensa que quieren canonizar a Franco porque se le ha aparecido a alguno, porque ya ha hecho algún milagro, porque…
(No me lo explico a no ser que el manicomio o frenopático o psiquiátrico esté saturado)

Lo característico de la “credulidad” es su carácter “acrítico”, por eso cree en extraterrestres, en apariciones diabólicas, en fuerzas extraterrestres, en las armas de destrucción masivo del trío de las Azores y que tanto insistía mi entonces Presidente del Gobierno, el ínclito Sr. Aznar, por haberle permitido Bush poner los zapatos encima de la mesa.

La educación no debería combatir implacablemente la fe (la creencia) sino la “credulidad”

Y entre la fe y la credulidad hay toda una escala de matices que usan las religiones.

Naturalmente que, frente a la “credulidad extrema o por exceso” está el “cientifismo reductor” que despacha como supersticiones sin sentido no sólo las soluciones religiosas sino incluso las inquietudes humanas de que provienen.

Que si hay un diseño debe haber un diseñador es tan evidente como que si hay recaudación tiene que haber un recaudador y si se está jugando tiene que haber jugadores, pero ¿quién ha dicho que el universo es un “diseño”? y si lo fuera ¿por qué tiene que ser Dios ese diseñador?

La teoría del Diseño Inteligente es el disfraz que los creacionistas han usado para poder colarse en la enseñanza de la escuela ya que el concepto de “creación” es demasiado religioso.
La verdad es que dicha teoría es un creacionismo de personas con estudios elementales.

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