lunes, 4 de marzo de 2019

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (31)



Aunque Dios no existiera no todo estaría permitido (contra Dostoievski)

Aunque los Derechos Humanos provienen de la cultura cristiana llegarán a romper con la religión y con la sumisión a la jerarquía eclesiástica, obteniendo una autonomía ideológica y moral (lo que el Papa, inmediatamente, condenó)
Querer atar al defensor de los Derechos Humanos con la religión cristiana y si acepta a aquellos tiene que aceptar a ésta es como defender que puesto que el “domingo” (“Dominus”, “señor”) es el día de descanso para asistir a la liturgia y a los actos religiosos y darle gracias a Dios, el ateo no tuviera derecho a ese día de descanso, aunque no vaya a la iglesia a…

Los Derechos Humanos, tal como son considerados actualmente, están desvinculados de la religión cristiana.
Y no digamos de la religión musulmana que, considerando que los Derechos Humanos eran eurocéntricos y prooccidentales elaboraron su “Carta islámica de los Derechos Humanos” y que comenzaba afirmando que Alá es el autor de la ley y la fuente de todos los Derechos Humanos lo que, para ser viables, exigen creer en Alá y someterse al Islam, admitiendo lo que el Corán expresa: mutilación para el que roba, la sumisión de la mujer al varón,…y considerando como crimen capital la incredulidad y la apostasía.

O sea, son el reverso de los Derechos Humanos laicos y universalistas, nada que ver con dependencias de la fe ni con sumisión a autoridades eclesiásticas.

La laicidad del Estado democrático se establece sobre el principio de que la legitimación de las instituciones ni necesita ni acepta una justificación teocrática, sino que dicha justificación se basa en un fundamento cívico, que es la voluntad libremente expresada por los ciudadanos.

En cuestiones políticas o legales “Dios debe guardar silencio”, no se le debe preguntar, no es ni necesario ni conveniente.
Yo le he expresado, muchas veces, de forma interrogativa y dirigida a las autoridades eclesiásticas: “¿Pero no pueden Uds. dejar de meter a Dios en estos asuntos, meramente humanos?”

No ir contra Dios, sino dejarlo aparte, además de que como Dios es ubicuo, igual está en una iglesia, que en una carpintería, que en una agencia de viajes, que en la propia casa, pudiendo contactar con Él en la intimidad.

La vertebración de la comunidad democrática no se debe a ningún principio religioso, ni de ningún altar ni siquiera de ninguna Patria, sino a la voluntad libremente expresada de los ciudadanos.

Son los ciudadanos, indirectamente, a través de sus representantes los autores y los destinatarios de las leyes, en una plano de igualdad: iguales en la autoría a través de la votación (cada ciudadano un voto) como en su destino: “iguales ante la ley”.

Para un laico la primera verdad es la separación de Iglesia y Estado, de la esfera religiosa y de la esfera política, porque en ésta caben todos los ciudadanos (sean creyentes, ateos, agnósticos o mediopensionistas) en aquella sólo caben los creyentes.

Mientras el término “laicismo/laicista” se toma como un extremismo anticlerical y enemigo de la religión, el término “laico/laicidad” sólo denota la separación entre lo civil y religioso.

Mientras el “laicista” pretende combatir/combate lo religioso por medio de lo civil, el “laico” sin exaltarse, templadamente, pide la separación de ambos ámbitos.

“Laicidad” y “laico” son los conceptos que deben aplicarse a los países democráticos europeos.

Mientras el “laico” sólo “pide que haya esa separación de poderes,  el “laicista” es un combatiente, un luchador contra la ingerencia del poder eclesiástico en la esfera política, negándole todo poder coercitivo, ni directo ni indirecto.

El “laico” no es un “comecuras”, “ateo”, anticristiano,…y “laico” puede serlo cualquier creyente.

En nuestra Constitución no aparece el término “laico” sino el término “aconfesional” y que muchos hacen malabarismo lingüísticos para diferenciarlos.
Según éstos “aconfesional” quiere decir que el Estado no tiene ninguna religión en particular, ninguna “confesión religiosa” pero debe favorecerlas a todas (o a ninguna) por igual, pero, como por cultura y tradición, España ha sido y es principalmente católica, de ahí el Concordato con la Santa Sede, firmado por primera vez en tiempos de Franco y cuyos efectos son muy importantes, sobre todo en el terreno educativo, con la exigencia, y consecución, de introducir la asignatura de Religión, además evaluable y cuya nota influye en la media del alumno, en el curriculum del alumnado en enseñanza primaria y enseñanza media.
Ya no como asignatura independiente, pero sí como opcional con la Ética.

Y esto es una barbaridad.
Primero, porque un estado aconfesional no debe ceder en el terreno educativo ninguna enseñanza religiosa, de una confesión, en los centros públicos.

Segundo que la Ética sí debería ser obligatoria para todos los alumnos a lo largo del curriculum.

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