martes, 19 de marzo de 2019

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (36)



Lo normal es recurrir a los mitos que, de momento, calman y colman la inquietud por no saber y el ansia de saber.

La necesidad legítima del mito como legítima autodefensa es la base de la civilización, una idea (ideal) junto a una experiencia (real) como el ropaje que arropa el cuerpo para presentarse en público y poder moverse, porque desnudo, como se te arruga y se te encoge el alma….
El dual mundo: el físico y real y el simbólico e imaginado.
¿Qué sería del cuerpo sin vestido?
Y peor: ¿qué sería de un vestido sin un cuerpo dentro?

Vernos desnudos, pero en la intimidad, pero vernos vestidos, en sociedad.

Lo visible se complementa y se apoya en lo invisible.

Ni todos los vestidos valen para todos los cuerpos y, viceversa, no todos los cuerpos pueden pasear todos los vestidos.
¿Quién soy “yo” más “yo”, el de debajo de la ducha o el que pasea por el parque?

Tenemos necesidad de conocimientos verificables y demostrables para habérnoslas con la exterioridad diurna de lo real pero estamos convencidos de que ese entramado de razones no abraza, sino que esquiva o minimiza lo más íntimo y propio que nos constituye.

Mitos y leyendas de lo religioso que atienden a los sueños y anhelos pero que fracasan al no poder pasar el filtro de la verificabilidad pero de lo que no podemos prescindir.
No se vive de los sueños, pero sin sueños no se puede vivir.

“La imposible verificabilidad de la fe religiosa nos permite percibir las verdades que cuenta, mientras que las verdades de la ciencia, respaldadas por autoridades, ocultan las verdades que cuentan y hacen inaprensible la realidad humana” (Sentencia de T.S Eliot)

Desconfiamos de los mitos porque nos engañan pero, a la vez, necesitamos mitos aceptables, alguno, al menos, que se ocupe de lo que nos importa y cuyo engaño resulte tolerable aunque, después de todo, se prefiera vivir racionalmente desengañado.

“¡Morir…, dormir! ¡Dormir!… ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el problema!  ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos liberado del torbellino de la vida!” (Hamlet)

“Quien carece de Arte y de Ciencia, tenga Religión; quien tiene Arte y Ciencia ya tiene Religión” (Goethe)

Las artes, la literatura, la música,…son expediciones hacia esas dimensiones humanas que nada tienen que ver con estrategias evolutivas.
Son esos espacios en que el alma descansa y se regodea lúdicamente al ver y captar la realidad de otra manera distinta y superior.
De ahí la pobreza del analfabeto.

Esas experiencias estéticas no intentan competir con los instrumentos racionales para entender y manejar la realidad.
Coexisten con ellos y los complementan aportando un plus más allá de la utilidad.

Pero hoy, y cada vez más, el arte se desliza hacia el entretenimiento, a ser meramente decoración más que discernimiento y comprensión.

Nuestra capacidad productiva ha hecho que ya no tengamos que ir a buscar nada, porque todo está ya ahí, a mano, disponible, en la estantería, basta con alargar la mano.
Hoy se consume arte como se consumen tomates, y se vende y se compra como si fuera un producto vital.
Se puede vivir sin arte, pero se vive mal, sin dejar volar la imaginación y disfrutar del vuelo y mientras se vuela.

No es que nuestra civilización sea tecnológica, es que la tecnología es nuestra civilización, no hay, pues, ni “alianza de civilizaciones” ni “lucha o conflicto de civilizaciones”, como si hubiera dos o más, enfrentadas o conciliables.

La única civilización existente es la “civilización tecnológica” y en ella están instalados los ateos y los creyentes, los cristianos y los musulmanes, los orientales y los occidentales,…aunque luego unos estén en clase “Business” y otros en clase turista, incluso de pie, incluso agarrados al tren de aterrizaje, pero nadie está ajeno al avión.
Unos comerán en restaurantes de lujo y otros rebuscando en los contenedores, unos irán en coches de lujo y otros en bicicletas destartaladas o simplemente andando, pero todos están ahí, agarrados a la vida.

Nuestro mundo es un mundo desacralizado, todo tiene un precio, todo es vendible y comprable, el único valor universal es el dinero, lo calculable.
No es que hayamos perdido el sentido de lo sagrado, es que lo hemos extirpado, como si fuera un forúnculo.

¿Qué valor puede tener lo que no tiene utilidad, utilidad presente o futura?

Lo sagrado debería ser lo otro, lo aparte de lo natural, pero lo hemos naturalizado todo.
Lo sagrado, que debería ser lo opuesto a lo trivial, lo realmente valioso, cuando lo pasas por el cedazo de la utilidad pasa a ser algo trivial, lo que ya apenas vale.

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