domingo, 24 de marzo de 2019

DIOS, DIOSA, DIOSES (1)



Pepe Rodríguez es un polémico pensador, que me abrió los ojos con las sectas religiosas, y al que suelo acudir, a menudo, por estar en sintonía conmigo (o, mejor, yo con él), tanto por los temas que trata como por el modo clarificador con que los trata.

Pepe Rodríguez publicó, en 1999, un libro que lleva por título “Dios nació mujer” o, lo que es lo mismo, que el primer dios era una diosa.
Ya pueden Uds. imaginarse la polémica  que se levantó y quiénes fueron sus principales polemistas.

El primer dios –afirma Pepe Rodríguez- era una diosa, la “gran diosa”, la “gran madre”, que tuvo el monopolio de la divinidad durante miles y miles de años, hasta la llegada del Neolítico, en que los hombres se hicieron sedentarios y apareció la agricultura y la domesticación de animales.

Fue entonces cuando el varón tomó posesión y se hizo dueño y señor de la tierra, desplazando a la mujer al papel de paridora y cuidadora de la prole.
Hasta entonces ella había sido la dueña y señora, a partir de entonces lo será el varón.

Pero si esto fue lo que ocurrió aquí, en la tierra, en el cielo, o en los cielos, ocurrió tres cuartos de lo mismo, la presencia de la “masculinización”.

El “dios” desplazó a la “diosa”.

Un dios varón, todopoderoso, pasó a acumular y a detentar el poder, en exclusiva, ocupando lo más alto de la pirámide celestial, desplazando a la diosa, femenina.

Como he dejado escrito en otros sitios, nosotros, los occidentales, además de ser hijos de Jerusalén (fe y religión monoteísta, moral religiosa eclesiástica) somos más hijos y herederos de Atenas y de Roma (logos, razón, derecho, ciencia, sociedad, politeísmo, ateísmo, agnosticismo….)

(Ya no puede verse en  www.tomasmorales.es, porque la dejé caer, por mi inexperiencia y con el agravante de no haber sacado en otros dispositivos toda la información allí recogida).

Si analizamos las civilizaciones arcaicas y las  primeras civilizaciones con las que estamos más o menos emparentados, sea Mesopotamia-Asiria, sea Egipto, veremos  que en ellas sus grandes dioses eran las fuerzas de la naturaleza. La “madre naturaleza”, la “diosa naturaleza”.
Los dioses del pensamiento arcaico son conceptuaciones de las fuerzas cósmicas.
No hacía falta fe para creer en ellos.
Era obvio que existían y que ejercían una gran influencia en todo lo que sucedía.

Nadie cree en el Sol, en la Luna, en la Lluvia, en el Mar, en la Tierra, en la Tormenta, en el Tiempo,….
No hace falta fe para creer en ellos. Basta (y sobra) con abrir los ojos y se los ve.

Los dioses arcaicos son dioses patentes, dioses manifiestos.

Su existencia era indudable (otra cosa es su esencia, qué son, cómo son esos dioses).
Y como no se sabía qué eran/cómo eran, nuestros antepasados los antropomorfizaron, los psicologizaron, los concibieron a imagen y semejanza de ellos mismos.
Y fue así cómo entre ellos había padres, madres, hijos, hermanos, descendientes, amores, enamoramientos, fidelidades e infidelidades, casamientos, celos, venganzas, engaños, afán de poder,…. también era eso mismo lo que existía entre los dioses cósmicos y naturales que habían sido conceptualizados.

El Sol es masculino y la Tierra es femenina, uno será el padre y la otra la madre, y tendrán descendencia (véanse las distintas y variadas mitologías antiguas).

Nunca mejor dicha la sentencia (pero a la inversa) del Génesis.

No es que Dios, Yahvé, Jehová, Alá,… hicieran al hombre a su imagen y semejanza (claro que, sólo se referían a Adán o a su equivalente, hombre, macho, varón).

Por lo tanto dos consecuencias: Dios era masculino, varón, padre, y Eva, la mujer, lo femenino, no era imagen y semejanza de Dios, y las consecuencias que de ello se derivan.

Que las fuerzas cósmicas existían era algo evidente, pero como nada o casi nada se sabía de ellas, (sólo su existencia y sus consecuencias) de ahí que las personalizaran, de modo arbitrario, y se las imaginaran con figuras humanas o con figuras de animales, inventándose historias que las hacían entrar en relaciones familiares o políticas.

Aunque hubiera “unidad de poder”, siempre había “distribución de funciones”.
Es como el padre que reparte la administración de la hacienda y delega en sus hijos, tomando éstos posesión y mandando, dominando sobre ella. De ahí que habría dioses/diosas del mar, de la tierra, de la agricultura, de la caza, de la lluvia, de la tormenta, del hogar, de los infiernos…
Así blindamos el origen y dominio sobre los fenómenos atmosféricos.

El hombre antiguo no sólo antropomorfizaba a los dioses, haciéndolos a su imagen y semejanza (lo que afirmaría, en el XIX, Feuerbach) sino que, al psicologizarlos también, les atribuían virtudes, vicios, intenciones, emociones, sentimientos, ira, venganza, perdón,…. como si fueran seres humanos.

Dioses, sí, muy superiores a los hombres, pero con caracteres (virtudes y vicios) humanos.

Pero como la evolución es cósmica y no sólo hay evolución darwiniana, también las religiones, los mitos, las leyendas, las historias,…
evolucionan.

Primero fueron los judíos (a los que seguirían cristianos y musulmanes) los que eliminaron lo que los dioses tenían de profundo y protocientífico, como era su identificación con las fuerzas de la naturaleza, por lo que, al conocerlas mejor, mejor se conocerían los dioses respectivos y se quedaron (judíos-cristianos-musulmanes) con lo más supersticioso, su carácter psicológico y personal.

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