jueves, 12 de abril de 2018

CULTURA RELIGIOSA: ADÁN, EVA Y LILITH (5)


¿Qué pedía Jesús a cambio? Nada. Sólo fe y con-fianza

Hemos estado acostumbrados a que la Iglesia nos incitase a elevar plegarias y sacar en procesión a la Patrona del pueblo, a esa Virgen que es la mejor de todas para pedirle que lloviese y no se estropeasen las cosechas como para que dejase de llover porque no estaba inundando los campos y estropeándonos la cosecha.

Y se ha dado el caso, la coincidencia, de un procesión en la que se pedía que lloviera y comenzara a llover, por lo que se proclamaba el milagro de la virgen patrona (y que nadie viniese con un mapa meteorológico con sus Bajas Presiones acercándose por el Atlántico y barriendo toda la Península de Oeste a Este).

No llovía, pues, por causas naturales, sino por una intercesión milagrosa.        

Recuerdo, de pequeño, en mi pueblo, que llegaban los días de las misiones.
Y recuerdo a un predicador jesuita, el Padre Serrano, que nos garantizaba, por parte de Dios, que así lo había establecido, que aquel que confesase y comulgase los primeros viernes de mes, durante nueves meses ininterrunpidos, que “Palabra de Dios” no morirías en pecado mortal porque Dios te daría la oportunidad de confesarte de tus pecados antes de morir y, así, no tener que ir “de patitas” al infierno, durante toda la eternidad, con ese fuego que ardía y nunca se consumía, por lo que nos provocaba terror la situación pero, al mismo tiempo, la tranquilidad de que podías evitártelo.

La Iglesia todavía mantiene esa mentalidad mágica, fomenta la relación con Dios de esa manera.
Directa o indirectamente, (novio, tormentas, garganta, cosas perdidas (A. de Padua y S. Cucufato)… Ellos, ÉL, a fin de cuentas, harán el milagro.

El Dios de Adán y Eva era un “Dios amigo”, podíamos decir que un “Dios a mano, un Dios amiguete” que paseaba por el jardín y charlaba alegremente con ellos.
Un Dios que todos los días se da un paseo por el (piso (¿) Jardín del Edén a visitar a sus inquilinos a los que les ha dejado, gratuitamente, la vivienda, con todos los enseres, “la casa montada”, sin tener que trabajar, ni limpiar, ni lavar,…todo gratis, sabiendo que no van a ser desahuciados por no pagar la mensualidad y que sólo les ha exigido una condición: “que no coman de los dos árboles que hay plantados en el centro del Jardín”,

Y, cuando, indiscretamente, en una de las visitas cotidianas, le confiesan que no han contestado a sus llamadas porque “se encontraban desnudos”, Dios saca la consecuencia: “entonces no habéis cumplido la única condición que os puse, así que…”

Y el Dios “amigo” se convierte en un Dios “cabreado” y lo primero que hace es desalojarlos de su vivienda, poner a la puerta un querubín con una espada flamígera (por si se les ocurría volver y forzar la puerta) y con las dos maldiciones: trabajar, con sudor, para comer y parir con dolor los hijos….

Y es que, el concepto de Dios no se ha mantenido constante a lo largo de la historia sino que ha ido cambiando, y mucho.

Cuando el pueblo hebreo tenía que ir luchando contra los enemigos, camino de y para poder llegar y asentarse sobre Canaán, la “tierra prometida” su Dios era el Dios de los ejércitos, el todopoderoso, el vencedor, el rey, con sus huestes de ángeles, en su trono….

Y, después, cuando ya asentado, hubo que repartir, con equidad, la tierra conquistada y hubo que juzgar la conducta externa e interna de cada uno y cuando hubo que presentar los méritos para ser eternamente feliz en la otra vida, Dios es juez, que no se deja engañar ni chantajear.

Y cuando el pueblo hebreo ya está asentado y es/quiere ser feliz, Dios es misericordioso, Padre, infinitamente bueno, el que perdona todos los pecados cuando uno se acerca a él con fe y le pide perdón.

El mismo Jesús nunca pidió milagro alguno.
Ni cuando estaba en la cruz.

“Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz” (evítame todo esto, que se acabe,….si es posible. Es un deseo. No lo pide).

Así debería ser la vida del cristiano, luchar por hacer mejor el mundo que nos rodea, sin decirle a Dios: “ya ves lo que hago, tenlo en cuenta, anótalo en el libro de contabilidad celestial….”.

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