martes, 27 de diciembre de 2016

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (8) EL ALMA (1)

¿EL ALMA?

“Nos seguimos creyendo superiores a todos los demás seres vivos porque seguimos creyendo en el alma” que, como no se ve, ni se toca, ni se oye,…que como no se siente, uno se lo cree y ella es la que nos hace “divinos”, semejantes a Dios como creador de la misma.

Como hombres, creados a imagen y semejanza de Dios, y como Dios es…también nosotros somos….
Somos hasta inmortales, a pesar de ver a diario cómo los hombres mueren a nuestro alrededor y no volvemos a verlos resucitados.

Y creemos ser inmortales y ser eternamente felices en la otra vida a condición de que, en ésta, seamos buenos, generosos, solidarios,…
Sólo así conseguiremos el billete, el salvoconducto, de ida y no retorno al cielo, en el que también creemos como un lugar maravilloso, feliz,…

“Creer en el alma es considerarse “endiosado””.

Y si Dios fue el creador de todo lo que existe, desde sus orígenes, por su omnipotencia y bondad, nosotros somos co-creadores con nuestra párvula potencia.

Occidente ha sido hasta ayer mismo religiosa y filosóficamente platónico.

El otro mundo y este mundo, el alma y el cuerpo, el demiurgo y el hombre, lo material y lo inmaterial, la Episteme y la Doxa, lo inteligible y lo sensible,…
El dualismo platónico (cosmológico, antropológico, gnoseológico,...

Se afirma que la cultura occidental no ha sido sino notas a pie de página de la obra de Platón.
Se afirma que el cristianismo no ha sido sino un platonismo bautizado.

El jinete y el caballo como metáfora del hombre.
El jinete (el alma) es la parte buena del hombre y el caballo (la materia) la parte mala.
Y si es bueno para el jinete y hay que castigar al caballo, que puede desbocarse, se le castiga.
Más aún, para hacerlo siempre dócil, hay que domesticarlo, atarlo, domarlo, tirar del freno y picarle con las espuelas todo lo que sea necesario.

El sacrificio del cuerpo, del caballo, es un alimento del alma, del jinete.

Este dualismo cosmológico y antropológico ha durado hasta ayer mismo y pobre de aquel que dudara o lo negara. Podía pagarlo con su vida, previamente purificada por el fuego de la Santa Inquisición.

Pero… “¿y si considerásemos al hombre no como el dúo jinete y caballo, sino como un centauro, jinete y caballo en una única pieza?”

Entonces… todo cambiaría. A ningún centauro le agradaría castigarse a sí mismo.
A ningún centauro le agradaría que sólo una parte de sí mismo fuera inmortal y eternamente feliz mientras la otra se pudriera y desapareciera.

Un centauro. Ni ángel ni bestia, sino una bestia angelical o un ángel asilvestrado.

El centauro inmortal.

El alma pues, contra Platón y el Cristianismo, no vive en el cuerpo sino que sólo habita en la creencia en ella.
Pero “creer en algo (en el alma, por ejemplo) es exponerte a que aquello en lo que se cree no exista o no sea como creemos que es” – según José María González Ruiz.

Todo, pues, no sólo habría sido inútil sino un desperdicio de vida placentera, una triste farsa.

¿Qué se sabe/qué se puede saber del alma? Nada, absolutamente nada. Eres libre para imaginarte todo lo que quieras pero no intentes afirmar verdades sino imaginaciones conativas.

Sacrificarse por ese alma en la que se cree ha sido siempre sólo un consuelo para el creyente, un estímulo, una apuesta totalmente gratuita, pero una estrategia para conseguir adeptos por parte de la Organización Eclesiástica.

¿El mito del carro alado? ¿El mito de la caverna?

Alimento de la inmadurez y de la infancia de la humanidad.


El centauro.

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