sábado, 20 de diciembre de 2014

RESUMEN DE: "SÓLO SÉ QUE NO SÉ NADA".

               
                                                                                       
             
        Una vez que las polis griegas, encabezadas por Atenas y Esparta, han rechazado el peligro persa venciéndolos por tierra y por mar, Atenas se auto-corona como la gran vencedora moral, con el consiguiente enfado de Esparta.
       
Mientras Esparta sigue con su régimen político, de tipo militar, en Atenas aparece un político de talla colosal, llamado Pericles, que le dará nombre a todo un siglo, “el siglo de Pericles”, “el siglo de la Ilustración griega”, el siglo V.

        Es la Edad de Oro de todas las Artes y de la Cultura. Y se impone una forma de gobierno, llamada “democracia” (“demos” = pueblo, y “cratés” = poder), “el poder reside en el pueblo”. El pueblo es soberano. Y es el pueblo quien tenga que elegir periódicamente a sus representantes en los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

        Han “vencido” en la guerra con las armas a sus enemigos externos invasores.
        Ahora tienen que “con-vencer” en el debate público, con la palabra, a los ciudadanos para que los voten a ellos en vez de a sus contrincantes, opositores, internos que también aspiran a ocupar puestos del estado.

        El “poder de la .fuerza física” deja paso, cede el puesto, al “poder de la palabra”. Los oradores substituyen a los guerreros. El campo de batalla, ahora, es la plaza pública. Hay que “ganar” a sus contrincantes y “ganarse” al pueblo que vota y decide la victoria con su voto.

        En este nuevo escenario democrático la única arma válida es “la palabra”. Hay, por lo tanto, no sólo saber hablar bien, (eso también lo sabe hacer el adversario) sino saber hablar mejor que él, para vencerlo en los debates y convencer a los oyentes.

        La Retórica (la Oratoria) pero sobre todo la Dialéctica (estrategia en la discusión, saber luchar con la palabra) se hacen imprescindibles.

        Ante esta nueva necesidad social llegan a Atenas los Sofistas.
        “Sofistas” es el grado superlativo del adjetivo “sofos”. Por lo tanto si “sofos” es sabio, “sofistas” son “los más sabios”, “los que más saben”, “los sapientísimos”.

        Pero si ese es su significado etimológico, lo cierto y verdad es que ese nombre se lo pusieron sus enemigos, por lo que encierra un significado peyorativo, despectivo, y “sofistas” ya no son “los más sabios” sino “los sabihondos”, pero no porque tengan “un hondo, un profundo saber” sino porque “aparentan” un saber profundo pero “en el fondo” son superficiales. Aparentan saber, no saben. Aparentar ser “oro”, pero sólo son “oropel”. Confunden, engañan.

        Pero hablaban muy bien, dominaban el arte de la palabra, cautivaban y convencían con sus discursos, son muy buenos oradores y vienen a ofrecer sus servicios, como profesores de Retórica y Dialéctica, a cambio de dinero, a las personas ricas, sobre todo a los jóvenes ávidos de poder, que quieran presentarse como candidatos en las elecciones democráticas en Atenas.

        Pero casi ninguno de los sofistas era ateniense. Casi todos eran “bárbaros”, es decir, extranjeros. No sentían a Atenas como su patria sino como un mercado en el que vender su mercancía.
        Ellos “in-forman”“entrenan” a sus alumnos-discípulos para ganar, no los “educan”, no los “forman” para que sean mejores ciudadanos. Y si los que salen votados como dirigentes políticos no son “los que más saben” sino “los que aparentan saber”, Atenas, con dichos gobernantes, irá a la deriva. La decadencia, más  pronto que tarde, llegará.

        Sócrates, ateniense de pura cepa, es consciente del peligro que se avecina y empuña el arma de la palabra para des-armar a estos nuevos candidatos de oropel.

        A Sócrates le duele Atenas, porque Sócrates ama a Atenas.
        Lo primero que tiene que hacer es “desenmascararlos”, hacerles ver que, aunque crean saber, no saben. Quitarles la máscara que esconde, tapa, disimula su ignorancia. Que si se “rasca” un poco en la superficie se descubre lo que hay. Y lo que hay no es lo que ellos creen que hay, lo que creen tener.

        De Sócrates hay que destacar: 1º su método, y 2º su doctrina.

        El método es la Dialéctica (diálogo) y consta de dos partes: la primera es, vamos a llamarla, “hacia abajo” (se la llama “ironía”, es la “ironía socrática”). Partiendo de lo que dice saber su interlocutor, a base de preguntas y respuestas, llevarlo a una contradicción, a que se dé cuenta que ha llegado a la conclusión contraria de la que había partido. Que al comienzo afirmaba “A” y ahora dice “No A”. Y eso es contradictorio. Ambos se excluyen, no pueden ser verdaderos al mismo tiempo. Si decías A (“esta mesa es redonda”), ahora no puedes afirmar No A (“esta mesa no es redonda”).     

        La meta de la Ironía socrática no es ridiculizarlo, reírse de él, sino que sea consciente, que se dé cuenta que no sabe lo que sí creía saber. Y cuando se dé cuenta de ello, ahora sí querrá saberlo, está en condiciones de saberlo. “Sé que no lo sé” es la condición imprescindible para “querer saberlo” (“filo-sofo = quiero saber”).
       
La condición imprescindible para “querer encender” una vela es “verla apagada”, darse cuenta de que no está encendida.

        Ahora pone en práctica la 2ª parte del método, la parte “hacia arriba”, la búsqueda de la verdad, “parir la verdad”. A esta 2ª parte se la denomina “mayéutica”.

        El verbo “mayeuo” significa “dar a luz”, parir, sacar.

        Sócrates solía decir que él había heredado los oficios de sus padres. Sofronisco era escultor (“yo también me siento escultor, pero de almas, no de cuerpos” –solía decir. Fenaretes era comadrona, ayudaba a parir, ayudaba a dar a luz a las parturientas. Ella no era la “madre” sino la “co-madrona”, no es la que paría sino la que cooperaba con la madre a que ésta pariera y diera a luz)

        Mientras los sofistas decían que ellos, al enseñar a sus discípulos, les metían las verdades dentro de sus cerebros, Sócrates defiende lo contrario.
La verdad es innata. Ya está dentro desde el principio, lo que Sócrates hace es ayudar a que la verdad, que ya está dentro, salga.

Al igual que su madre no mete el niño dentro de la parturienta; que el niño ya estaba allí, y lo que hace es ayudar a que salga. Exactamente lo mismo hace Sócrates, pero “en varones” y “con la verdad”, no “en mujeres” y “con niños”.

        La Mayéutica  es el diálogo conjunto en el que a base de preguntas bien dirigidas el otro va “des-cubriendo”, va “des-tapando” verdades que estaban en él, pero que estaban “cubiertas y tapadas”.

        Sócrates dice que él no enseña porque “sólo sé que no sé nada”, pero que él ayuda a que el otro “sepa”.

        ¿Por qué esa obsesión por el método? Porque el método es el “meta-odos” el “camino hacia” la verdad. Y cuando uno descubre cuál es el camino, sabe por dónde tiene que caminar para llegar a la meta, que es el “saber”.

        ¿Qué cuál es la doctrina socrática?

-       Maestro, y “saber ¿para qué?”.
-        “Saber para obrar bien”
-        Maestro “y obrar bien ¿para qué?”.
-        “Para ser feliz”.

       
SABER – OBRAR- SER.
 En esos tres verbos se resume toda la filosofía socrática.
        Si una persona SUPIERA qué es la Justicia, entonces OBRARÁ de manera justa y SERÁ una persona justa.
        Si alguien SABE, de verdad, qué es la Generosidad, OBRARÁ generosamente y SERÁ una persona generosa.
        Cualquiera que SEPA, de verdad, qué es la ciudadanía, la valentía,  la prudencia, la moderación….la virtud (en general), entonces OBRARÁ………..virtuosamente y SERÁ…….una persona virtuosa.

        Atenas tiene solución, “que gobiernen los que más saben del arte de gobernar”.

        Por eso lo condenaron a muerte, bebiéndose el vaso de cicuta. ¿Qué sabrían de justicia los que aparentaban saber de justicia y que, injustamente, lo condenaron?

         Murió feliz. “Sólo el SABIO es FELIZ”

        El que obra mal, no es que sea malo, es que no lo sabía, era un ignorante, Enseñémosle…. y obrará….y será.


        Abramos más escuelas. Cerremos las cárceles.

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