Una vez que las polis griegas, encabezadas por Atenas y
Esparta, han rechazado el peligro persa venciéndolos por tierra y por mar,
Atenas se auto-corona como la gran vencedora moral, con el consiguiente enfado
de Esparta.
Mientras Esparta sigue con su
régimen político, de tipo militar, en Atenas aparece un político de talla
colosal, llamado Pericles, que le dará nombre a todo un siglo, “el siglo de
Pericles”, “el siglo de la
Ilustración griega”, el siglo V.
Es la Edad
de Oro de todas las Artes y de la
Cultura. Y se impone una forma de gobierno, llamada
“democracia” (“demos” = pueblo, y “cratés” = poder), “el poder reside en el
pueblo”. El pueblo es soberano. Y es el pueblo quien tenga que elegir
periódicamente a sus representantes en los poderes Legislativo, Ejecutivo y
Judicial.
Han “vencido” en la guerra con las armas a sus enemigos
externos invasores.
Ahora tienen que “con-vencer” en el debate público, con la
palabra, a los ciudadanos para que los voten a ellos en vez de a sus
contrincantes, opositores, internos que también aspiran a ocupar puestos del
estado.
El “poder de la .fuerza física” deja paso, cede el puesto, al
“poder de la palabra”. Los oradores substituyen a los guerreros. El campo de
batalla, ahora, es la plaza pública. Hay que “ganar” a sus contrincantes y
“ganarse” al pueblo que vota y decide la victoria con su voto.
En este nuevo escenario democrático la única arma válida es
“la palabra”. Hay, por lo tanto, no sólo saber hablar bien, (eso también lo
sabe hacer el adversario) sino saber hablar mejor que él, para vencerlo en los
debates y convencer a los oyentes.
Ante esta nueva necesidad social llegan a Atenas los
Sofistas.
“Sofistas” es el grado superlativo del adjetivo “sofos”. Por
lo tanto si “sofos” es sabio, “sofistas” son “los más sabios”, “los que más
saben”, “los sapientísimos”.
Pero si ese es su significado etimológico, lo cierto y verdad
es que ese nombre se lo pusieron sus enemigos, por lo que encierra un
significado peyorativo, despectivo, y “sofistas” ya no son “los más sabios”
sino “los sabihondos”, pero no porque tengan “un hondo, un profundo saber” sino
porque “aparentan” un saber profundo pero “en el fondo” son superficiales.
Aparentan saber, no saben. Aparentar ser “oro”, pero sólo son “oropel”.
Confunden, engañan.
Pero hablaban muy bien, dominaban el arte de la palabra,
cautivaban y convencían con sus discursos, son muy buenos oradores y vienen a
ofrecer sus servicios, como profesores de Retórica y Dialéctica, a cambio de
dinero, a las personas ricas, sobre todo a los jóvenes ávidos de poder, que
quieran presentarse como candidatos en las elecciones democráticas en Atenas.
Pero casi ninguno de los sofistas era ateniense. Casi todos
eran “bárbaros”, es decir, extranjeros. No sentían a Atenas como su patria sino
como un mercado en el que vender su mercancía.
Ellos “in-forman”“entrenan” a sus alumnos-discípulos para
ganar, no los “educan”, no los “forman” para que sean mejores ciudadanos. Y si
los que salen votados como dirigentes políticos no son “los que más saben” sino
“los que aparentan saber”, Atenas, con dichos gobernantes, irá a la deriva. La
decadencia, más pronto que tarde,
llegará.
Sócrates, ateniense de pura cepa, es consciente del peligro
que se avecina y empuña el arma de la palabra para des-armar a estos nuevos
candidatos de oropel.
A Sócrates le duele Atenas, porque Sócrates ama a Atenas.
Lo primero que tiene que hacer es “desenmascararlos”,
hacerles ver que, aunque crean saber, no saben. Quitarles la máscara que
esconde, tapa, disimula su ignorancia. Que si se “rasca” un poco en la
superficie se descubre lo que hay. Y lo que hay no es lo que ellos creen que
hay, lo que creen tener.
De Sócrates hay que destacar: 1º su método, y 2º su doctrina.
El método es la
Dialéctica (diálogo) y consta de dos partes: la primera es,
vamos a llamarla, “hacia abajo” (se la llama “ironía”, es la “ironía
socrática”). Partiendo de lo que dice saber su interlocutor, a base de
preguntas y respuestas, llevarlo a una contradicción, a que se dé cuenta que ha
llegado a la conclusión contraria de la que había partido. Que al comienzo
afirmaba “A” y ahora dice “No A”. Y eso es contradictorio. Ambos se excluyen,
no pueden ser verdaderos al mismo tiempo. Si decías A (“esta mesa es redonda”),
ahora no puedes afirmar No A (“esta mesa no es redonda”).
La meta de la
Ironía socrática no es ridiculizarlo, reírse de él, sino que
sea consciente, que se dé cuenta que no sabe lo que sí creía saber. Y cuando se
dé cuenta de ello, ahora sí querrá saberlo, está en condiciones de saberlo. “Sé
que no lo sé” es la condición imprescindible para “querer saberlo” (“filo-sofo
= quiero saber”).
La condición imprescindible
para “querer encender” una vela es “verla apagada”, darse cuenta de que no está
encendida.
Ahora pone en práctica la 2ª parte del método, la parte
“hacia arriba”, la búsqueda de la verdad, “parir la verdad”. A esta 2ª parte se
la denomina “mayéutica”.
El verbo “mayeuo” significa “dar a luz”, parir, sacar.
Sócrates solía decir que él había heredado los oficios de sus
padres. Sofronisco era escultor (“yo también me siento escultor, pero de almas,
no de cuerpos” –solía decir. Fenaretes era comadrona, ayudaba a parir, ayudaba
a dar a luz a las parturientas. Ella no era la “madre” sino la “co-madrona”, no
es la que paría sino la que cooperaba con la madre a que ésta pariera y diera a
luz)
Mientras los sofistas decían que ellos, al enseñar a sus
discípulos, les metían las verdades dentro de sus cerebros, Sócrates defiende
lo contrario.
La verdad es innata. Ya está
dentro desde el principio, lo que Sócrates hace es ayudar a que la verdad, que
ya está dentro, salga.
Al igual que su madre no mete
el niño dentro de la parturienta; que el niño ya estaba allí, y lo que hace es
ayudar a que salga. Exactamente lo mismo hace Sócrates, pero “en varones” y
“con la verdad”, no “en mujeres” y “con niños”.
Sócrates dice que él no enseña porque “sólo sé que no sé
nada”, pero que él ayuda a que el otro “sepa”.
¿Por qué esa obsesión por el método? Porque el método es el
“meta-odos” el “camino hacia” la verdad. Y cuando uno descubre cuál es el
camino, sabe por dónde tiene que caminar para llegar a la meta, que es el
“saber”.
¿Qué cuál es la doctrina socrática?
- Maestro, y “saber ¿para qué?”.
-
“Saber para obrar
bien”
-
Maestro “y obrar
bien ¿para qué?”.
-
“Para ser feliz”.
SABER – OBRAR- SER.
En esos tres verbos se resume toda la
filosofía socrática.
Si una persona SUPIERA qué es la Justicia, entonces OBRARÁ de
manera justa y SERÁ una persona justa.
Si alguien SABE, de verdad, qué es la Generosidad, OBRARÁ
generosamente y SERÁ una persona generosa.
Cualquiera que SEPA, de verdad, qué es la ciudadanía, la
valentía, la prudencia, la
moderación….la virtud (en general), entonces OBRARÁ………..virtuosamente y SERÁ…….una
persona virtuosa.
Atenas tiene solución, “que gobiernen los que más saben del
arte de gobernar”.
Por eso lo condenaron a muerte, bebiéndose el vaso de cicuta.
¿Qué sabrían de justicia los que aparentaban saber de justicia y que,
injustamente, lo condenaron?
Murió feliz. “Sólo el
SABIO es FELIZ”
El que obra mal, no es que sea malo, es que no lo sabía, era
un ignorante, Enseñémosle…. y obrará….y será.
Abramos más escuelas. Cerremos las cárceles.
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