Uno, que nació, fue criado, alimentado y educado, en el
Nacionalcatolicismo y que, por tanto, su moral religiosa, católica, apostólica
y romana, no es que fuera la mejor, sino que era la única que existía, cuando
apareció un libro de una filósofa gallega, Esperanza Guisán, titulado “Ética sin religión” ese uno (o sea
yo), bien por hartazgo, bien por curiosidad, pero con interés, lo compró, hace
muchos años, para ver de qué iba eso.
Ya en la contraportada, en la 2ª línea, dice la autora:
“nuestras acciones no pueden justificarse recurriendo a los mandatos de dioses,
de sacerdotes o de caudillos”.
Justo-justo, los que habían dirigido mi conciencia moral y
en los que yo, hasta entonces, había estado refugiado, guarecido.
Nada menos que Dios, o sus
representantes o el brazo civil armado que nos había librado del ateísmo, del
marxismo ateo, del libertinaje… poniendo su espada al servicio de Dios.
Termina la contraportada diciendo: “los sentimientos humanos
son el soporte último de una RACIONALIDAD moral que, a su vez, desarrolla la
posibilidad de DIÁLOGO, que no es otra cosa que la Racionalidad que
compartimos los SERES HUMANOS y que, por supuesto nos DEFINE”. (Las mayúsculas
son mías).
Racionalidad, Esencia, Diálogo y Personas, he aquí los
cuatro pilares de la ÉTICA (entre paréntesis, totalmente opuestos a Fe,
Obediencia, Hijos de Dios, pilares de la Religión Católica ).
Hablo de Ética (Razón) no de Moral religiosa (Fe).
No confundamos ni identifiquemos Ética con Moral, como vemos
a menudo la expresión “Ética o Moral”.
NO,
son dos cosas diferentes.
Morales hay muchas, muchísimas. Tantas como Religiones (y
dentro de éstas tantas como sectas), tantas como grupos sociales, tantas como
períodos históricos, tantas como grupos de edad, tantas como….
La moral católica y la moral islámica, la moral del
pacifista y la moral del terrorista, la moral del ratero y la del defraudador,
la moral del gitano y la del comerciante, la moral de los esquimales y la moral
de los bantúes, la moral del niño y la del hombre maduro, la moral medieval y
la moral renacentista, la moral occidental y la moral oriental, la moral del
empresario y la moral del operario…….
Morales… Morales…. Muchas y muy distintas morales.
Porque las morales son: “las normas de comportamiento
habituales, sancionadas por la cultura, por la religión, por el grupo social,
por el grupo de edad, por los tiempos en que se vive, por la tradición,….”
Las morales son hechos sociológicos, que ocurren realmente,
en cuanto que son normas que regulan conductas tanto en la esfera privada como
en la esfera pública.
La moral, los valores morales, las normas morales, se
adquieren en la educación, provienen, por lo general, de las tradiciones y son
resultados de ideologías políticas o de credos religiosos.
Moral, proveniente de la palabra latina “mos-moris”,
significa costumbre.
Todos
somos animales morales, animales de costumbres.
Esas
normas morales, esas costumbres o modos habituales de obrar no vienen con
nosotros al mundo, ya estaban ahí cuando nacimos, son las que rigen la sociedad
y las que rigen nuestra conducta, sancionadas socialmente y que las iremos,
poco a poco, interiorizando.
A hablar se aprende hablando (actividad) y a nadar se
aprende nadando (actividad), igualmente a ser justo se aprende practicando la
justicia. No hay transmisión genética, no está en nuestra raza, ni en nuestra
sangre. Tenemos que aprenderlo.
La pena es que nos enseñan
matemáticas o historia pero no nos educan para ser felices haciendo felices a
los demás.
Deberíamos aprender/nos deberían enseñar que cuanto más
sanos, más sabios, mejores sean,…. los demás, más me beneficiaré yo de ese
ambiente más rico y más enriquecedor.
La excelencia y el amor benefactor. Éstas si que son
virtudes para una democracia. Pero más bien parecen dos valores apagados o a
punto de extinguirse.
Hay como un cansancio ético.
Igual que hablamos la lengua en que hemos sido socializados,
en general por puro azar, igualmente ocurre con la moral.
Ni una lengua es mejor que otra, ni una norma es mejor que otra, si se adaptan
a los códigos vigentes. Pero es que no todos los códigos vigentes son buenos,
los hay malos y peores.
Los códigos morales vigentes (la moral) en una sociedad
deben ser medidos, justificados y juzgados desde la Ética.
Hay leyes morales positivas, legales o costumbres que son
éticamente recomendables o no.
La moral. Las morales. Las costumbres. Los modos de actuar
vigentes en una sociedad existen. Son esos y no otros.
La Ética, por el contrario, puede no existir y, de hecho,
muchas veces ha sido suplantada por dogmas religiosos.
La Ética es un ideal que puede estar presente, realizándose
progresivamente, pero que puede no estar, siendo suplantada por morales
interesadas, de todo tipo, que exigen obediencia ciega no a la Razón sino a un dios, o a un
soberano, o a un líder.
“Son muchos, todavía –dice la filósofa- quienes, de tener
que elegir, preferirían una Religión sin Ética, que una Ética sin Religión”.
“Minoría de edad” – añado yo.
La Ética sólo puede ser UNA, la basada en la Razón. Nunca
terminada, siempre haciéndose, en desarrollo, nunca terminada, siempre abierta.
(Los Derechos Humanos son
preceptos Éticos, basados en la
Razón , y siempre desarrollándose, nunca terminados del todo.
Los Derechos Humanos son las normas, ideales, fundamentadas en la Razón , y que son Universales
(aplicables a todos y que todos deberían ponerlas en práctica).
Igual que hay muchos objetos físicos (bolígrafos, montañas,
árboles, piedras, sillas, cuerpos,…) pero sólo UNA Física (ciencia aplicable a
todos los objetos físicos), igualmente hay muchas Morales, que descansan en
fundamentos diferentes (dioses, sociedades, culturas, edades…) pero sólo hay/sólo
puede haber UNA Ética, la que tiene como base la Razón , y que, por lo tanto,
afecta a todos los seres racionales, a todos los hombres.
Mientras las morales, sobre todo las religiosas (cristiana,
islámica,….) no se conciencien que tienen que vivir acogidas bajo el paraguas
de la Razón ,
nos seguiremos mojando todos.
Mientras no se den cuenta que son morales particulares, que
sólo conciernen y afectan a sus creyentes, pero no a TODOS los hombres, y que
no son la Ética Universal (que pretenden ser, convirtiendo a toda la humanidad
con su proselitismo) no saldremos del charco en el que estamos viviendo
embarrados.
Mientras las jerarquías eclesiásticas, de cualquier religión,
sigan ofertando la felicidad eterna en la otra vida, a costa de ésta, y que la
manera de llegar a dicha felicidad es cumplir los Mandamientos u órdenes que su
Dios dicta y que son los que ellos dicen que son y que así deben practicarse u
omitirse (virtudes o vicios), aunque sean Irracionales, seguiremos perdidos en
el laberinto, insultándonos mutuamente e intentando quitarse adeptos unas a
otras.
La filósofa gallega lo expresa, mejor que yo, en el Cap. IV,
que lleva por título: “El deber de ser feliz”.
Comienza así: “Las morales religiosas han reprimido la
felicidad, reservándola para el más allá, como algo demasiado precioso para ser
degustado durante nuestro “peregrinaje” y “destierro”.
A lo que añado yo, “porque lo que el “peregrino” desea no es
peregrinar eternamente sino llegar al final del camino; y lo que el
“desterrado” ansía es volver a su tierra.
¿Que cuál es su tierra?
San
Agustín lo expresa muy bien: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón
está inquieto hasta que no descanse en Ti”.
De allí venimos, aquí vivimos, desterrados, allí debemos
volver.
“Desterrados” y “peregrinos”, de paso, no residentes en este
mundo, eso es lo que somos.
La Ética es otra cosa.
Es
la RAZÓN la
casa de la Ética y como todos, por definición, somos racionales, todos debemos
vivir y convivir acogidos bajo el mismo techo Racional.
En el 5º y último capítulo: “Ética para demócratas”, termina
así.
“La educación moral para la democracia tiene que asegurar
que el hombre es el creador de sus propios valores desde la luz de la Razón …. Si los educadores
religiosos quieren brindar su apoyo, no seré yo quien les regatee un puesto en
el proyecto de educación democrática. Si no lo hacen, al menos quisiera
invitarles a que no estorben en la ardua tarea con que hemos de enfrentarnos
para transformar este país, secularmente sometido a los poderes divinos, en una
sociedad liberada y liberadora que quiere que cada hombre, al elegir su
emancipación y su libertad, elija, al mismo tiempo, la libertad y la liberación
de la especie humana”.
Pensamientos no sólo claros, sino también, y sobre todo,
clarificadores los de esta filósofa gallega.
Un libro anterior a éste, de esta autora, es el “Manifiesto
Hedonista”.
Ya podéis haceros una idea de por dónde van los tiros.
Su interés por la Ética y la Política la llevó a
escribir “Más allá de la democracia”
Algunos de sus pensamientos son sugestivos.
“En los programas de los partidos políticos, no hay RAZONES,
sólo propaganda y consignas”.
“La gente, ante los mítines políticos, reacciona como ante
los anuncios de Televisión. Compra más al que se anuncia mejor. El marketing
como sucedáneo de la Ética”.
“Ya el antiguo Heráclito había sentenciado que la opinión de
un sabio valía más que la opinión de 100 necios. Pero una cosa es la opinión,
que tiene que ver con la verdad o la falsedad, y otra cosa es el voto, que
tiene que ver con la elección o no elección. (Aquí va incluida mi opinión,
quizá la 101).
“Los aspirantes a gobernar van al mercado de votos,
utilizando técnicas de propaganda, mucha retórica, promesas sin fundamentos… de
modo que los que suman más votos no son los más sabios, ni los más honestos, ni
los más…. (Sólo por eso), pero han sido los más seductores. Han seducido al
elector votante, que siempre lo hace pensando en sí mismo y a corto plazo”.
“La democracia es la suma o resultado de votos”. ¿Qué se
puede hacer? “Ilustrar a la gente para que sus votos, además de sumar más, sean
mejores, que los votos cuantitativos también sean cualitativos”.
“El hecho de que las mayorías decidan legalmente, eso no
implica que sea lo éticamente mejor”.
“No vale la mayoría como criterio de lo mejor. La mayoría
puede estar perfectamente equivocada” (estoy pensando en la Marbella de Jesús Gil).
“La Ética mira a la Izquierda ” es la concienciación de que somos
responsables de la suerte de los demás, no por caridad (religión) sino por
solidaridad (Ética)”.
“Educadores laicos” debería ser la misión de la Izquierda ética.
“Si a los niños se les enseñara, además de Matemáticas e
Historia, a hacer el bien, experimentarían su conducta no como penosa, sino
como felicitante”.
“Si hay códigos éticos para médicos, abogados, ingenieros,
periodistas,… ¿por qué no para políticos?, ¿es que “el bien del partido” es una
razón suficiente?”.
“Los hablantes sí tienen derechos, las lenguas no” (y lo
dice una gallega, que escribe en castellano).
A los demócratas de mercadillo se les llena la boca con
términos como “libertad”, “pluralismo”, “tolerancia”.
“Libertad” no es que cada uno haga con su vida lo que quiera
siempre que no perjudique a los demás.
“Libertad”, bien entendida, es que cada uno puede hacer lo
que quiera con tal de que con ello beneficie a los demás.
“La única libertad que merece este nombre es la de buscar
nuestro propio bien por nuestro propio camino, en tanto que no privemos a los
demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo”
La “libertad” es como una moneda cuyo anverso es la
“responsabilidad”. Siempre deben ir juntas.
No vale eso de “yo vivo mi vida, tú vive la tuya”.
Como dice Sartre: “hemos de tomar la responsabilidad de los
demás, especialmente de los más débiles, sobre nuestros hombros”.
La “tolerancia”, otra “vaca sagrada de los mediocres”. Hay
ideas intolerables, que no deben ser toleradas (como el racismo o el machismo).
Esta filósofa gallega (y es a lo que yo quería llegar) acaba de sacar su último libro, que lleva por
título: “La Ética mira a la
Izquierda ”.
Ya en el prólogo se queja o se lamenta de la Izquierda actual, que
vive instalada en la languidez, dejándose llevar, y reclama el concepto de
“izquierda” como una “tarea ética en contra de toda posición pragmática
acomodaticia”.
Esta Izquierda actual que ha dejado de ser un “referente
ético”, como siempre lo fue, que ha olvidado o perdido la “ejemplaridad” de
clase política, como debería ser y que, en vez de entrar en conflicto con los
partidos políticos que comadrean o compadrean y no le hacen ascos a la
corrupción, alegando (eso sí) que es “por el bien del partido”, también está
ensuciándose las manos.
Y, ahora, pienso en Julio
Anguita.
Esta Izquierda actual que busca, ansía, pelea, lucha por
tocar poder y que, cuando lo consigue, apenas se nota su esfuerzo por querer
cambiar y transformar la realidad, sino para instalarse en ella al tiempo que,
gozando de prebendas, incrementa su patrimonio personal y familiar.
Llamarse “izquierda” (como se llamaba) la Izquierda Unida del
País Vasco y contemplar a diario, compartiendo mesa y mantel, con consejería
incluida, nada más y nada menos que con el P.N.V……. Ver a Madrazo y a Ibarretxe,
juntos y contentos, era un insulto a la inteligencia a la vez que un “pecado” político, una patada
a la moralidad de un partido nacional que se denomina “Izquierda Unida”. (Lo de
“unida” lo dudo y, si lo fuera, lo lamento; lo de “izquierda”, simplemente, lo
niego).
Izquierda descolorida o descolorada, y no por el uso, por la
puesta en práctica de ese talante renovador que se supone debería ser y tener.
¿Quedan, todavía, en ese partido, personas totalmente
decentes y con ideales y sueños y talento suficiente (pero con mando, porque
sin mando aquí está mi amigo Andrés) para volver a encarrilar el partido y
volver a ser lo que fue, ese “referente ético” en el que mirarse y al que
acudir, donde la honradez y la decencia se las daba por supuestas?
Si este agnóstico toma prestada la frase del galileo: “por
sus frutos los conoceréis” llega, al momento, a la conclusión de que este árbol
está seco.
Sus palabras son “flatus vocis” –que diría el filósofo.
Palabrería, casquería, sólo envase, sin contenido. No son reflejo de lo que se
supone debería haber allí.
¿Cómo es posible que ni la Izquierda Española
se oponga a la injusticia y arbitrariedad de las listas electorales cerradas,
que siempre favorecen a los de siempre, a las cúpulas?
Contemplar Izquierda Unida de Andalucía (como en cualquier
otra Comunidad Autónoma, supongo, pero ésta es la que mejor conozco), cómo cada
cuatro o cinco años, los mismos cuatro de siempre cogen el tablero electoral y
se autocolocan en los puestos de salida: “yo este año a las generales, tú a las
autonómicas, éste en las municipales y aquel a las europeas”, y, pasados cuatro
años, cambiamos: “yo a las europeas, tú a….”.
Una vez amortizados Santiago Carrillo y Julio Anguita. ¿Qué
nos queda?
Siempre los mismos, consolidando status y fabricándose una
pensión de cojones…
¡Hay que tener….¡ tanto para hacerlo como para consentirlo.
Contemplar cómo cada año los diputados, por unanimidad, se
suben unos sueldos ya muy subidos, astronómicos, en comparación con los
asalariados normales, funcionarios o laborales (no quiero ni mentar a los
parados)…
Que lo haga la
Derecha , está mal, pero es lógico. Pero que no sólo lo
consienta, que lo haga la
Izquierda , eso es delito.
La Ética, que exige solidaridad humana, que debería ser
consubstancial a la
Izquierda , ¿Qué ha sido de ella?.
Si “La Ética mira a la Izquierda ” –como dice el libro de Esperanza
Guisán -, es para llamarle la atención de dónde han quedado los valores que la
definían, por qué se han secado sus fuentes, dónde están sus ideales,…
Si hiciéramos, “grosso modo”, una división dicotómica, sin
matizar, podríamos dividir a la población mundial en dos grandes grupos:
1.- Los que están contentos, satisfechos con la realidad
social en la que viven, porque les va bien. Quieren que ésta continúe y, si
cambia, que sea para mejor (para ellos). Podríamos llamarlos los
“conservadores”, en líneas generales “la derecha”.
2.- Los que no están contentos, sino insatisfechos, con lo
que les ha tocado en el reparto o lotería económico-social y lo que quieren es
cambiar esa realidad, transformarla, pero no para darle la vuelta a la tortilla
sino para que el reparto sea más equitativo. Vamos a llamarla “la izquierda”.
(He dicho “sin matizar” porque quizás todavía haya personas
que crean que “cuanto peor, mejor”, y estén convencidas de que el Camino seguro
e ideal es el sufrimiento).
En la Ética y en la Izquierda hay/tiene que haber, siempre, un
espíritu de cambio, de transformación, de revisión, porque todo, absolutamente
todo, es “manifiestamente mejorable” en la sociedad establecida.
No se trata de darle la vuelta como a un calcetín y que lo
que antes estaba arriba ahora esté abajo, y viceversa. Se trata de cambiar el
agua, que con el uso siempre se ensucia, pero sin arrojar al niño que va
dentro.
Siempre hay valores a conservar (la protección al desempleo,
la gratuidad de la educación y de la sanidad, las jubilaciones, la ley de
dependencia asistida….). Se trata de optimizar los recursos humanos, económicos,
espaciales, temporales,…. que siempre es posible mejorar.
Aranguren, con esa distancia con la que él siempre hablaba,
decía: “es imposible ser intelectual y de derechas a la vez, porque la derecha
es acrítica y el intelectual es/debe ser crítico”.
Criticar no es pisotear, ni machacar, ni tirar por tierra a
los otros ni a lo otro. Criticar es esclarecer, aclarar, dar luz, iluminar lo
que hay para alabar lo bueno y mantenerlo (“crítica positiva”) y cambiar,
revisar, transformar lo malo (“crítica negativa”).
Criticar es/debe ser una actividad humana obligatoria. El
intelectual debe ser, siempre crítico, porque siempre es posible acercarse un
poco más a lo ideal.
La izquierda debe ser crítica, la izquierda debe ser ética.
La Ética tiende a la solidaridad, por lo tanto a la utopía
(ouk-topo : no lugar, lo que no ocurre en sitio alguno), lo que no existe pero
que debería existir. La utopía es el más allá, pero mejor, del más acá y del
ahora. El utópico tiende a re-crear lo creado, mejorándolo.
La izquierda es/debe ser utópica, no conformista, despierta,
siempre en camino, con la vista puesta en un mejor reparto del bienestar.
Los padres del capitalismo quisieron hacer creer a las masas
que las leyes del mercado, la ley de la oferta y de la demanda, eran unas leyes
naturales, como lo era la ley de la gravitación de Newton.
Si nadie sensato se atreve a negar la ley de la gravedad
(nadie se tira por la ventana, negando la ley), nadie sensato debería oponerse
a las leyes del “Santo Mercado”.
Lo que intentó, entonces, la izquierda intelectual y crítica
fue hacer ver a los trabajadores que eso era falso, además de mentira
interesada para una minoría. Que esas leyes eran sociales, humanas, por lo
tanto revocables, y no leyes naturales, fijas, universales y necesarias. Que
eran leyes preñadas de intereses particulares y no neutras. Que eran
justificaciones de una injusticia y no razones.
La izquierda se plasmó en los partidos obreros y en los
sindicatos. No buscaban la ruina de la economía nacional sino un reparto más
equitativo de las ganancias. Se opusieron al monopolio de la plusvalía por
parte de una minoría.
Eso dio sus frutos. Salarios cada vez más sociales, en vez
de individuales, reducción de la jornada de trabajo, protección a los
accidentados laborales, protección a la infancia, el descanso semanal,….
¿Quiénes están interesados en que NO cambie la situación?.
¿Quiénes están deseosos y obligados, física y moralmente, a
que SÍ cambie el “statu quo”?.
Pero incluso aunque esas leyes sociales y humanas fueran
leyes naturales (que no lo son) la izquierda siempre debería luchar contra esa
naturaleza, contra ese orden establecido en el que los ricos son cada vez menos
pero cada vez más ricos y los pobres cada vez más, en cantidad y peor en
calidad, puesto que, ya puestos a perder pierden hasta el trabajo, que es su
única fuente de vida.
Una “Izquierda conservadora” es una “contraditio in
terminis”.
En sus venas va el deseo y la pelea por el cambio, por el
progreso, por la transformación, por los nuevos caminos, por las metas
renovadas, por la utopía. La sociedad de hecho está reclamando intervención
para su mejoría. La salud no existe, sólo estados más o menos saludables.
Los valores máximos de nuestra sociedad occidental, actual
son, entre otros, la libertad, la igualdad y la justicia, que debe llevar al
bienestar. Si hubiera que frenar uno para acelerar otro ¿cuáles serían?.
Porque la Ética, como la Izquierda , siempre
aspira a un mundo verdaderamente justo y feliz. Por sus venas debe correr un componente
utópico.
Pero esa Utopia, por la que se pelea, no está en las nubes,
sino en este mundo, por eso debe darse dentro de un orden, para poder hacerla
viable.
A las personas, a toda persona, se les puede pedir un poco
de generosidad pero no exigirles un exceso de altruismo. La virtud está en el
equilibrio. Los extremos siempre son viciosos, uno es vicio por exceso, el otro
es vicio por defecto. El valiente (virtuoso) está entre el temerario (vicioso
por exceso)y el cobarde (vicioso por defecto).
Dar tu vida por los demás, será una virtud cristiana, pero
no es un mérito social. La sociedad te necesita vivo para que puedas seguir
luchando por ella.
Una sociedad egoísta siempre promulgará leyes egoístas. El
Derecho siempre es un reflejo de la sociedad. La Ética, en cambio, no. Ésta
siempre se alimenta de la intención y del deseo, siempre debe ir un poco más
allá de la realidad.
La legalidad, muchas veces, es el nido de la injusticia. La justicia debe estar
por encima de la legalidad. Ahí está la Ética. Ahí debe estar la Izquierda.
Esta nueva izquierda, portadora de la bandera de la Justicia , nada tiene que
ver con aquella vieja izquierda de las barricadas, de la violencia, de la
revolución armada, incluso del asesinato.
La nueva Izquierda debe encarnar, en primer lugar, la
revolución mental, para poder llegar con éxito a la revolución moral y social.
La nueva Izquierda, inteligentemente revolucionaria, debe
aprovechar los nuevos caminos que llegan a las mentes, los nuevos medios de
comunicación, que se te meten, sin tu permiso, hasta en la casa, y que también
deben estar presentes en la escuela para ir tiñendo las mentes de los
educandos.
La Ética mira a la Izquierda.
P.D. Cuando escribí este artículo fallecía Castilla del
Pino, un gaditano cordobés.
Lo conocí personalmente en varias visitas a su consulta de la Cll / Gran Capitán y en varias
conferencias que nos daba, sobre Filosofía del Lenguaje (Neopositivismo y
Filosofía Analítica). Era un especialista en todos los campos por los que hollaba.
Un día, alguien, le espetó: “¿Cómo Ud., siendo comunista,
calza zapatos de marca y viste trajes de Cortefiel”.
- ¿Ud. cree que si calzara zapatillas y fuera andrajoso
sería más comunista de lo que soy? – le respondió.
“Yo aspiro a que todos vivan como yo, no a que todos vivamos
como ellos”.
Un esquema mental de izquierdas.
Genial.
Q.E.P.D.
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