martes, 16 de diciembre de 2014

ABORTO, SÍ; ABORTO, NO. (1)

      
 (Aunque escrito hace algunos años, tras el descalabro de Gallardón y su defenestrada "ley del aborto", con lo de "los derechos del "nasciturus" aunque el feto estuviese malformado gravemente, puede seguir teniendo vigencia)
                                              
         Si cada día está más devaluada la “palabra de honor” de los hombres, porque lo  del “honor” parece haberse diluido, no digamos de la “palabra de Dios”, con tanto ateo, tanto agnóstico, tantos dioses, creados a imagen y semejanza de tantas y tan distintas sociedades y culturas, y con tantas lenguas en que dicen expresarse tantos y tan distintos dioses … !Un lío, oiga¡ Porque dioses y lenguas van inseparables en el mismo Kit.

         Pero es que, si nos detenemos en el Dios cristiano, occidental, y las primitivas lenguas en que dicen estar expresada la “palabra de ese Dios”, debemos recurrir al hebreo, al arameo, al griego,… y, luego, nos encontramos con el problema de la traducción y de la interpretación (lo de “virgen” María, por ejemplo, ¿era no haber tenido contacto sexual con varón” o “jovencita, muchacha, adolescente,…simplemente?

         Si consideramos la más antigua de esas lenguas, tenemos que remontarnos al hebreo, en el que estaría “expresa y expresada” la “palabra de Dios”, sobre todo el Antiguo Testamento.
         Y si son “libros revelados” por Dios, lo que allí aparece escrito es algo “eterno, inamovible, permanente,…” como lo es el mismo Dios.

         La jerarquía de la Iglesia Católica lleva más de un mes, no digo gritando, “tronando” contra la venidera ley del aborto.

         Ya teníamos, legalmente, algunas condiciones especiales en las que la mujer podía abortar, de manera legal, sin ser penalizada por ello. Otra cosa es la moral de cada cual.
         (La malformación del feto, la salud en peligro de la madre, la violación, por motivos psicológicos).

         Este último caso es el que parece ser el “agujero negro” por el que se cuela toda la mujer que quiera hacerlo. Basta con que uno o varios psicólogos firmen diciendo que esa mujer, debido a ese embarazo no deseado está/y más que va a estar psíquicamente desequilibrada, con múltiples trastornos de la personalidad, que su salud psíquica va a resentirse notablemente….. Para que pueda, legalmente, practicársele el aborto.

         Lo que propone la nueva ley venidera es la ampliación al modelo de “plazos”.

         Dentro de unos plazos va a poderse abortar, legalmente. Más allá de esos plazos sólo estarían vigentes las otras circunstancias.

         La jerarquía eclesiástica ha puesto “el grito en el cielo” (y nunca mejor dicho) y, en plan sindicato reivindicativo, saca sus pancartas con “un niño, de cierta edad, y un lince”.
         Esta jerarquía eclesiástica recalca que el aborto siempre ha estado prohibido en TODA la tradición histórica de la religión cristiana.

         Y NO ES VERDAD.

         La prohibición del aborto no es una verdad eterna. Otra cosa es cómo nos la han enseñado, con una total falta de visión histórica.

         El caso de malformación del feto fue tratado por moralistas católicos, tiempo atrás, y aconsejaban el aborto (y eso que, en aquellos tiempos, no había ecografías y demás técnicas médicas para detectar malformaciones).

         Un premio Nobel de Biología, desde la sensatez, la cordura y el sentido común, lanza esta disyuntiva: “O bien se interesa una por el conjunto de células que es el feto (y ello por razones metafísicas) o bien uno se interesa por la madre, que esa sí que es un ser humano. Y es ella quien debe decir la última palabra en esta cuestión”.

         Las leyes eclesiásticas (que sí existen, pero que no debemos confundir con las leyes divinas, que no existen) han sido redactadas y promulgadas, en general, por unos señores varones, de edad avanzada, célibes (se les supone) voluntarios, que nada saben o nada deben saber, en la práctica, de actividad sexual, de embarazos, de angustias femeninas de quien no quería quedarse embarazada y que quiere lo mejor para sus hijos, pero no una vida infrahumana para ellos, sólo una vida digna, y si ellas saben que no se la van a poder ofrecer ni ellos conseguir…

         En España se puede abortar legalmente (otra cosa son tanto los motivos religiosos como morales que alguna mujer pueda esgrimir, pero que sólo le afectan a ella).

         Sería una barbaridad obligar a abortar a una mujer que no quiere. Como barbaridad es prohibir abortar a una mujer que quiera hacerlo, y más si se le pone unos plazos, “desde aquí…. hasta aquí”.

         No hablamos, pues, de aborto obligatorio, sino libre y voluntario, y, además, restringido en el tiempo, regido por una “ley de plazos”

         Los españoles somos muy dados a “todos” y “ninguno”. “Que nadie….”, “Que todos….”.
         Nos gustan las leyes obligatorias y las leyes prohibitivas, pero, “universales”, “Todos o ninguno”. Nos sentimos, como molestos, en desequilibrio, ante leyes “permisivas”, que sólo “permiten” hacer algo o no hacerlo a quien quiera. Parece que no sabemos movernos en el campo de la cultura cívica, al lado de la libertad de opción. En nuestra sociedad hay mucho fundamentalismo, partidarios del “atar” o del “empujar”.

         Lo que el Estado se propone como finalidad, con esta venidera ley, es, sólo, no penalizar, no obligar, ni prohibir, ni estimular, sino, sólo “permitir sin penalizar”.
         Otra cosa es lo que a cada cual le dicte su conciencia, pero este es un coto, un terreno privado e íntimo.
         El Estado, con todo su aparato, tiene como finalidad la conservación y mejora del orden social.
         La paz social y la convivencia ciudadana son sus objetivos.

         El embarazo no deseado es un hecho. Un hecho, además, problemático, con repercusiones personales y sociales; y esto es lo que intenta solucionar el Estado.

         Incluso el gran mentor de la teología de la iglesia, Santo Tomás, llega a afirmar que: “la ley humana no puede prohibir todo lo que la ley natural prohíbe”.
         Ley humana y ley natural.

         La convivencia y la paz social, no la moral personal (íntima), es el objetivo, finalidad y meta del Estado.

         ¿No era considerada “ley natural”, por lo tanto “divina” (ya que Dios es el creador de la naturaleza) la prohibición del divorcio?.
         Los que se casen “por lo civil”, como el matrimonio sólo es un contrato, pueden deshacerlo cuando los mismos que lo hicieron quieran deshacerlo.
         Si alguien quiere casarse “por la iglesia”, porque considera el matrimonio un “sacramento”, que imprime carácter, es libre para hacerlo, ¡allá él!. El Estado ni puede obligarlo ni puede prohibirlo. Allá cada uno con sus motivaciones morales y religiosas, pero que ni culpen ni se lo agradezcan al Estado, éste navega por otros mares.

         ¡Ley Natural!

         ¿Quién se arroga el derecho de considerarse el auténtico intérprete de esa “pretendida ley natural”?.
         Sólo la razón es la que debe sacar las consecuencias de esa “naturaleza”.
         La Razón, no la Creencia. Aquella es común; ésta es particular.
         Una Razón no contaminada y sin adherencias, una Razón pura. ¿Puede existir?. Lo que sí sabemos que existe es la razón con adherencias religiosas.
         Si “tu” razón está tintada con “tu” creencia (lo cual, en sí, no es bueno ni malo, pero no es el instrumento más adecuado para deducir implicaciones de una supuesta “ley natural”), ése es “tu” problema, no “el” problema.
         A “el problema” se le busca “la solución” con “la sola razón”.

         De todas las maneras, ¿es la ley natural un bloque inamovible?. ¿No podemos, nosotros, ahora, intervenir en la naturaleza, para mejorarla?. ¿No debemos intervenir en esa enfermedad o defecto congénito?

         Incluso la Biblia (“palabra de Dios”), en el libro del Éxodo propone la pena de muerte para quien provoca el aborto del “feto formado”, pero se castiga, levemente, a quien lo provoca cuando “el feto no está formado”.
         (Me pregunto cómo se sabía si el feto estaba formado o no formado sino después de haber abortado).

         ¿Cómo está el embrión a la octava semana o el feto a las doce semanas?.

         La Federación Protestante Francesa, hace más de 30 años se pronunció a favor de “la interrupción del embarazo en casos límite, como el embarazo que amenaza gravemente la salud física y mental de la madre o del niño, el embarazo resultante de una violación o de un incesto y las deficiencias sociales, económicas o psíquicas que ponen a la madre en apuro muy grave”.

         Científicamente ¿cuándo se produce la “hominización”?. ¿Desde qué momento podemos decir que ahora “ya sí” pero que “hasta aquí todavía no”?.

         Un gran teólogo, a nivel mundial, y muy estimado por la iglesia católica, Karl Rahner, dice: “entre el óvulo fecundado y el organismo animado por el espíritu existen varios grados biológicos que todavía no son hombre”.

         Más claro, agua.

         La “animación” del embrión y del posterior feto ¿es inmediata o retardada?, ¿empieza la vida “humana” con la fecundación?.

         ¿Por qué va a ser excomulgada (sanción eclesiástica, grave) una persona que aborta antes de la animación humana del embrión y/o posterior feto y no son excomulgados todos los asesinos, que éstos sí que matan a personas ya formadas?.

         Es más. Si una persona no considera pecado el aborto, aunque estuviera equivocada, ¿incurriría en excomunión, siendo así que su conciencia le dice que…?.

         El problema del aborto es más un problema filosófico y político que biológico. Dejemos, pues, a la “razón política” que decida, “permitiendo legalmente”, sin “obligar a” y sin “prohibir que”.

         No podemos/no debemos envolver en el celofán de las razones científicas lo que procede de una ideología más que de la biología.

         A mí, Tomás Morales, me gustan tanto las castañas como las nueces.
         ¿Se me puede acusar de “arboricida” cada vez que me como una?. Porque de ellas salen los castaños y los nogales.
         Las castañas son castañas en acto y sólo son castaños en potencia. Comerme una castaña, “ser en acto”, ¿es igual que “cargarme” un castaño “ser en potencia”?.
         Igualmente con las nueces.

         ¿Se le puede acusar de magnicidio papal al asesino de un niño (ser en acto) puesto que ese niño podía haber llegado a ser papa?.
         Un “niño en acto” es papa, rey, presidente de gobierno, premio Nobel de química, padre de familia numerosa, investigador…. “en potencia”.
         Antes de llegar a la fase de feto, en las primeras semanas, es, todavía “embrión”, “embrión en acto”, sólo “feto en potencia” y, con más razón, “persona en potencia”.

         Alguien podría argüir que “es que en el óvulo fecundado ya está la persona en potencia”.
         Pues igual que si yo desentierro la castaña y la nuez, “en acto” y me las como y no dejo que “prendan” en la tierra, ¿se me puede acusar de arboricida, porque he interrumpido el proceso natural ya que la castaña y la nuez, en la tierra, con el tiempo….?

         Lo que sí es una frivolidad es el camuflaje semántico con que envolvemos a las cosas o a los actos.
         Todos sabemos qué es el I.B.I., qué es el I.V.A. , qué es la I.T.V, (aunque esta “I” de Inspección, en realidad, es la “I” de Impuesto).
         Ahora nos hemos inventado el I.V.E.
         Pero esa “I”, ya no es “impuesto”, sino “Interrupción” o, más que interrupción, “finalización y acabamiento”, porque ya no va a poder “reiniciarse, de nuevo, el proceso”.
         Y esa “V” ya no es “valor”, ni “vehículo”,  sino “voluntaria”, “libre”
         Y esa “E” ya no es “especial, extraordinario, encubierto…” sino “embarazo”.

         Nuestra hija ya nos podrá decir, semánticamente hablando de manera correcta: “Papá, vengo de “IVEAR”; como quien viene de Hacienda de pagar el IBI o del banco de ingresar el IVA, o de pasar la I.T.V.


         Las palabras nunca han sido inocentes, siempre nos las entregan cargadas.

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