viernes, 26 de diciembre de 2014

LA CONQUISTA DE AMÉRICA (1).



A Colón le costó Dios y ayuda para enrolar la tripulación necesaria para su primer viaje. Al final, consiguió 87 hombres (o algunos más) entre los que había cuatro condenados a muerte, a los que se les había prometido la libertad, y un intérprete judío converso, que sabía hebreo, caldeo, incluso árabe, pero que, como es natural, ni se estrenó.

Pero, en los viajes siguientes ya no tuvo problemas para enrolar voluntarios, antes bien, se produjeron colas y empujones, la gente se daba de bofetadas por ser elegida y enrolarse.

¿Qué había despertado aquel repentino entusiasmo?
¿El patriotismo? NO
¿El anhelo de evangelizar a los pueblos de la hispanidad y convertirlos a la fe católica? NO

El estímulo fue menos noble y desinteresado.

Las nuevas tierras descubiertas no eran tan ricas como se pensaba pero había circulado el rumor de que las mujeres indias “son de muy buen acatamiento, y son las mayores bellacas y más deshonestas y libidinosas que se hayan visto en sitio alguno”

(Yo: así que, imaginaos una sociedad, hambrienta y sexualmente reprimida, como la española, y deduciréis qué tipo de gente fue la que se embarcó)

Unos años más tarde, cuando el rebelde Roldán desertó de la primera colonia americana y se echó al monte, el programa electoral que pergeña para atraer a la gente a su bando abunda en la misma idea: “En lugar de azadones manejaréis tetas, en vez de trabajo, cansancio y vigilias, tendréis placeres, abundancia y reposo”.

Es dudoso, por lo tanto, que los primeros conquistadores fueran a América impulsados por el noble ideal de ganar almas para la verdadera fe y tierras para el Rey de España, como la historia de nuestra niñez y adolescencia nos hizo creer, repitiéndonoslo machaconamente.

(Yo: O sea, que otra vez Aristóteles tenía razón: “…..cosa es verdadera // el hombre por dos cosas trabaja: la primera // por haber mantenencia; la otra cosa era// por haber juntamiento con fembra placentera”)


(Extracto de “Historia de España contada para escépticos”, de Juan Eslava Galán)

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