jueves, 24 de abril de 2014

8.- 15. LOS LUGARES SAGRADOS.


 
El “cuándo” (la Fiesta) y el “dónde” (el Templo).

¿Quién no ha visitado el dórico Partenón de Atenas, erigido en honor de la diosa Atenea?

Roma, como iba acogiendo a todos los dioses de todos los territorios que iba ocupando durante la época de expansión, para que ninguno se sintiera, religiosamente, discriminado, llegó un momento en que surgió el dicho: “En Roma es más fácil encontrar a un dios que a un hombre”, sí que dieron con la solución perfecta: un templo dedicado a TODOS los dioses, el Panteón.

¿Quién, que haya ido a Roma, no ha entrado en él?

Los judíos ya tenían su Templo de Salomón, que les servía, además, como un puesto de mercadeo en la compra-venta de animales para el sacrificio y en el cambio de moneda (como si Yahvé desconociera el valor de las divisas y necesitase únicamente la judía).

La escena de Jesús, entrando como elefante por cacharrería, al grito de: “Escrito está: mi casa es casa de oración y vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones”.

Este insulto a los sacerdotes, unido a que les “jodía” (estropeaba) el negocio sería una de las causas de la inquina contra Él y que, a la larga, lo llevaría al Gólgota.

También construirían sus sinagogas, como lugares de reunión y de oración.

Los cristianos comenzarían con sus escondidas y subterráneas catacumbas hasta que, ya en el siglo IV, tras Constantino, comenzaría la construcción de templos como lugares sagrados donde reunirse la comunidad además de los conventos, abadías, monasterios, cenobios,… del clero regular.

Se pasaría a las Catedrales Románicas, macizas, austeras, oscuras, de anchas paredes,… y que invitaban al recogimiento, a la interioridad, al diálogo íntimo con Dios, al rezo silencioso y de rodillas, como signo de humildad.

Un paso más y aparecerían las Catedrales Góticas. Todo lo contrario a las Románicas. Altas, majestuosas, queriendo tocar el cielo, necesitadas de arbotantes que las sujeten, ventanales y vidrieras por todas partes en su planta de cruz latina, que invitan a cantar, a rezar en coro, a mirar hacia arriba, “gloria a Dios en las alturas”, el repique de campanas volteándose para ser oídas por todos y el reloj en lo alto, para ser visto y oído.

La residencia debe estar acorde con el Residente en ella.

Ni mendigo en palacio ni señor en chavola, así que Dios, nuestro Dios, el Todopoderoso, el superior a Yahvé y a Alá, se merece lo mejor y lo mayor.

Dado el analfabetismo (ni leer ni escribir) general, incluso en el clero, el pueblo llano necesita oír (y entender) al predicador de turno en lo alto del púlpito, y necesita mirar (y ver entendiendo) las escenas de la Biblia en las vidrieras, en las estatuas, en las pinturas, en los altares,…

También el Islamismo y sus Mezquitas, aunque desnudas de estatuas y pinturas (“Alá no puede ser representado”), sería idolatría.

Unos mirando al celebrante y al sagrario, otros orando en dirección a la Meca

No sólo el Tiempo es sagrado y profano, también lo es el Espacio, y los Objetos, y los Libros, y las Lecturas, y las Canciones,…

Y las Ciudades Santas: Jerusalén, Roma, La Meca (también el Tíbet, por supuesto)

Y no sólo son sagrados estos espacios artificiales, también espacios-santuarios naturales (ríos, grutas, árboles, manantiales, montañas,… en los que se manifiestan los dioses o los santos.

Los templos griegos, sin embargo, eran la casa de los dioses pero no lugares de reunión de los fieles.

En los templos cristianos, por el contrario, la presencia real de Dios en el Sagrario, ocupando el lugar central del altar mayor, se complementa con la reunión de los fieles en su interior.

La parafernalia de vestiduras y demás, de los “hombres de Dios”, de los “con-sagrados”, de los “sacer-dotes”, en la Iglesia Católica no es sino los vestigios de los emperadores romanos.

¿Quién, que haya visitado la Catedral de León, no se ha sentado en los bancos, sin prisas, disfrutando del espectáculo de las vidrieras, sobre todo cuando son traspasadas por el sol?

Suelo visitar la Estupa de la Iluminación, budista, de Benalmádena (y no es por motivos religiosos sino psicológicos). En ella me siento bien, oyendo música relajante, respirando paz, contemplando sus hermosos mandalas.

Hoy los dioses están democratizándose y están disponibles y abiertos a cualquier persona, en cualquier lugar, a cualquier hora.

Pero también, en la democracia, los dioses están relegando funciones a los hombres, lo que está llevando a la secularización, y los lugares de oración, los templos, están siendo reconvertidos.

Y le doy la palabra a Alberti, en su soneto:


«Entro, Señor, en tus iglesias... Dime,

 Si tienes voz, ¿por qué siempre vacías?

Te lo pregunto, por si no sabías

Que ya a muy pocos tu pasión redime.

Respóndeme, Señor, si te deprime

Decirme lo que a nadie le dirías:

Si entre las sombras de esas naves frías

Tu corazón anonadado gime.

Confiésalo, Señor. Sólo tus fieles

Hoy son esos anónimos tropeles

Que en todo ven una lección de arte.


Miran acá, miran allá, asombrados,

Ángeles, puertas, cúpulas, dorados...

Y no te encuentran por ninguna parte».

Así está siendo. Así es.

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