¿Quién no ha visitado el dórico Partenón de Atenas, erigido
en honor de la diosa Atenea?
Roma, como iba acogiendo a todos los dioses de todos los
territorios que iba ocupando durante la época de expansión, para que ninguno se
sintiera, religiosamente, discriminado, llegó un momento en que surgió el
dicho: “En Roma es más fácil encontrar a un dios que a un hombre”, sí que
dieron con la solución perfecta: un templo dedicado a TODOS los dioses, el
Panteón.
¿Quién, que haya ido a Roma, no ha entrado en él?
Los judíos ya tenían su Templo de Salomón, que les servía,
además, como un puesto de mercadeo en la compra-venta de animales para el
sacrificio y en el cambio de moneda (como si Yahvé desconociera el valor de las
divisas y necesitase únicamente la judía).
La escena de Jesús, entrando como elefante por cacharrería,
al grito de: “Escrito está: mi casa es casa de oración y vosotros la habéis
convertido en cueva de ladrones”.
Este insulto a los sacerdotes, unido a que les “jodía”
(estropeaba) el negocio sería una de las causas de la inquina contra Él y que,
a la larga, lo llevaría al Gólgota.
También construirían sus sinagogas, como lugares de reunión
y de oración.
Los cristianos comenzarían con sus escondidas y subterráneas
catacumbas hasta que, ya en el siglo IV, tras Constantino, comenzaría la
construcción de templos como lugares sagrados donde reunirse la comunidad
además de los conventos, abadías, monasterios, cenobios,… del clero regular.
Se pasaría a las Catedrales Románicas, macizas, austeras,
oscuras, de anchas paredes,… y que invitaban al recogimiento, a la
interioridad, al diálogo íntimo con Dios, al rezo silencioso y de rodillas,
como signo de humildad.
Un paso más y aparecerían las Catedrales Góticas. Todo lo
contrario a las Románicas. Altas, majestuosas, queriendo tocar el cielo,
necesitadas de arbotantes que las sujeten, ventanales y vidrieras por todas
partes en su planta de cruz latina, que invitan a cantar, a rezar en coro, a
mirar hacia arriba, “gloria a Dios en las alturas”, el repique de campanas
volteándose para ser oídas por todos y el reloj en lo alto, para ser visto y
oído.
La residencia debe estar acorde con el Residente en ella.
Ni mendigo en palacio ni señor en chavola, así que Dios,
nuestro Dios, el Todopoderoso, el superior a Yahvé y a Alá, se merece lo mejor
y lo mayor.
Dado el analfabetismo (ni leer ni escribir) general, incluso
en el clero, el pueblo llano necesita oír (y entender) al predicador de turno
en lo alto del púlpito, y necesita mirar (y ver entendiendo) las escenas de la
Biblia en las vidrieras, en las estatuas, en las pinturas, en los altares,…
También el Islamismo y sus Mezquitas, aunque desnudas de
estatuas y pinturas (“Alá no puede ser representado”), sería idolatría.
Unos mirando al celebrante y al sagrario, otros orando en
dirección a la Meca
No sólo el Tiempo es sagrado y profano, también lo es el
Espacio, y los Objetos, y los Libros, y las Lecturas, y las Canciones,…
Y las Ciudades Santas: Jerusalén, Roma, La Meca (también el
Tíbet, por supuesto)
Y no sólo son sagrados estos espacios artificiales, también
espacios-santuarios naturales (ríos, grutas, árboles, manantiales, montañas,…
en los que se manifiestan los dioses o los santos.
Los templos griegos, sin embargo, eran la casa de los dioses
pero no lugares de reunión de los fieles.
En los templos cristianos, por el contrario, la presencia
real de Dios en el Sagrario, ocupando el lugar central del altar mayor, se
complementa con la reunión de los fieles en su interior.
La parafernalia de vestiduras y demás, de los “hombres de
Dios”, de los “con-sagrados”, de los “sacer-dotes”, en la Iglesia Católica no
es sino los vestigios de los emperadores romanos.
¿Quién, que haya visitado la Catedral de León, no se ha
sentado en los bancos, sin prisas, disfrutando del espectáculo de las
vidrieras, sobre todo cuando son traspasadas por el sol?
Suelo visitar la Estupa de la Iluminación, budista, de
Benalmádena (y no es por motivos religiosos sino psicológicos). En ella me
siento bien, oyendo música relajante, respirando paz, contemplando sus hermosos
mandalas.
Hoy los dioses están democratizándose y están disponibles y
abiertos a cualquier persona, en cualquier lugar, a cualquier hora.
Pero también, en la democracia, los dioses están relegando
funciones a los hombres, lo que está llevando a la secularización, y los
lugares de oración, los templos, están siendo reconvertidos.
Y le doy la palabra a Alberti, en su soneto:
«Entro, Señor, en tus iglesias... Dime,
Si tienes voz, ¿por
qué siempre vacías?
Te lo pregunto, por si no sabías
Que ya a muy pocos tu pasión redime.
Respóndeme, Señor, si te deprime
Decirme lo que a nadie le dirías:
Si entre las sombras de esas naves frías
Tu corazón anonadado gime.
Confiésalo, Señor. Sólo tus fieles
Hoy son esos anónimos tropeles
Que en todo ven una lección de arte.
Miran acá, miran allá, asombrados,
Ángeles, puertas, cúpulas, dorados...
Y no te encuentran por ninguna parte».
Así está siendo. Así es.
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