viernes, 18 de abril de 2014

8.- 11. LO SAGRADO Y LO PROFANO.


 
Las cuatro patas de la mesa religiosa (los cuatro pilares de toda religión) son:

1.- Unas VERDADES que creer (son los dogmas, inexplicables, inaccesibles a la razón y que deben ser aceptados y asumidos).

2.- Unas NORMAS a cumplir, actos/obras a ejecutar (virtudes) o a excluir (vicios) para ser merecedores de la felicidad (es la Ética y/o Moral).

3.- Una AUTORIDAD superior, jerárquica, a la que creer y, sobre todo, obedecer, intermediaria entre Dios/los dioses y los hombres, siendo la desobediencia uno de los pecados graves (si no el que más) (la parábola del Pastor y las ovejas).

4.- Unos RITOS establecidos o prácticas a realizar y que son el lenguaje corporal de los fieles para con su Dios y que facilita el acercamiento a lo sagrado.

(Pensemos en el persignarse y santiguarse, la genuflexión, ponerse de rodillas, inclinar levemente la cabeza al pasar ante el sagrario, los cánticos, las oraciones, descubrirse los hombres la cabeza mientras que las mujeres tenían que ir “veladas”…)

Aquellos viáticos y extremaunciones, con el cura untando de aceite en los sentidos del moribundo, perdonándole los pecados cometidos con ellos y que no le había dado tiempo a confesar.

El tabú de la palabra (véase en mi blog), tanto al consagrar como al perdonar en la absolución.

La obligatoriedad de estar en misa los domingos y fiestas de guardar, el hecho de tener que estar presente, aunque allí estuvieras con la mente en otra parte.

Aquellas misas de madrugada para que los cazadores pudieran ir a cazar, sin pecar por no “oír misa”,

Los ritos del bautizo, confirmación, casamiento, entierro,…

O el tabú de la sangre del período, de la mujer, o tras haber dado a luz (la cuarentena sin salir de casa y la primera salida de la mujer, a la iglesia, donde era recibida, impura por haber parido, a la entrada de la iglesia, por el cura “perdonándola y purificándola” con agua bendita y con oraciones (como yo, monaguillo, recibí a mi madre tras haber nacido mi hermano)

Obligación de “confesar y comulgar, al menos una vez al año, por Pascua Florida (Semana Santa), para diferenciarla de la Pascua de Navidad. Y cómo yo, monaguillo, en una mesa, iba extendiendo y firmando unas “células” (certificados) de haber confesado, y que podía serle exigido como un certificado de buena conducta ante las autoridades civiles.

En toda religión está presente la distinción entre lo “sagrado” y lo “profano”.

Para el hombre religioso “toda la realidad”, tanto la física como la social, está atravesada por una línea de ruptura que separa radicalmente las cosas sagradas de las cosas profanas.


El vino, que es vino, y la hostia, que es hostia (algo profano) antes de la consagración, tras las palabras del sacerdote: “hic est enim calix sanguinis mei” y “hoc est enim corpus meum” quedan convertidos en la “sangre” y en el “cuerpo” de Cristo (algo sagrado), aunque vino y hostia mantengan los mismos accidentes (sabor, olor, color,…) y su sabor, olor,… fuera el mismo “antes de” que “después de”, pero ya “eran” (substancias) distintas.

Por lo que, cuando yo, en la sacristía, siendo monaguillo, bebía vino de consagrar y comía hostias a consagrar, sería un pecado (robar) pero no una profanación, porque, aún, no eran cosas sagradas.

O cuando, en Salamanca, a través del torno del convento, le pedía a la monja los recortes de las hostias.

Aún recuerdo situaciones embarazosas a la hora de dar la comunión y caérsele, al  cura, la hostia consagrada en el canalillo del escote de la joven.

Mientras lo profano es manejado por la gente común, lo sagrado le está vedado y sólo es accesible a las personas consagradas, quedando al margen de la feligresía.

Hacerse cargo, “manipular” lo sagrado por parte de un gentil, era profanarlo (tratar indebidamente las cosas sagradas para uso indebido).

Recuerdo, aún, la leyenda urbana de que los masones, cuando iban a comulgar, al darse la vuelta, muy discretamente, se sacaban la hostia de la boca para, posteriormente, en sus “reuniones masónicas”, una vez clavada en la pared, se dedicaban a “profanarla”, con escupitajos y haciendo de diana a los dardos a lanzar.

Si la magia trata de apropiarse de la potencialidad de las cosas mediante prácticas, también la religión considera lo sagrado dotado de una gran potencialidad, la gracia, que es una dádiva.

La esencia de lo sagrado es el misterio, incomprensible por y para la razón, de ahí que la actitud religiosa se mueva en la esfera del sentimiento y no en el de la ciencia ni en el de la filosofía.

Ese “misterio” (sólo creído) fascina a la vez que aterroriza, atrae al tiempo que estremece, seduce y espanta.

Cercano a lo “sagrado puro” está lo “tabú” o “sagrado impuro” (acto u objeto capaz de desencadenar los más terribles males y, por eso, “prohibido”, “intocable”).


Lo tabú posee un poder contaminante y peligroso que se vuelve contra quien lo ataca, y al margen de su intención y de la culpabilidad subjetiva del transgresor.

Por el mero hecho de hacer o tocar lo prohibido se desencadena la acción.

Para el “panteísmo” es toda la realidad la que es sagrada o divina (pan = todo, theos = dios)

Un fondo de panteísmo hay en algunas versiones místicas del cristianismo  y es el centro de la religión védica (recogida en los cuatro textos más antiguos de la literatura india y base de la desaparecida religión védica (que fue previa a la religión hinduista).

En el extremo opuesto al panteísmo está el “monoteísmo” extremo (monos = uno, theos = dios), como el Islamismo (“no hay más dios que Alá”).

De éste único Dios, que concentra toda la realidad imaginable no es lícito formar imágines, ni siquiera pronunciar su nombre (“Moisés y los profetas de Israel”)

“¿Y si me preguntan que les diga quién ….?”

“Diles que Yo soy el que soy”.


¿Cómo representar, materialmente, lo inmaterial, en pinturas y esculturas?.

En este sentido la ornamentación vegetal y filigranas de las mezquitas, con tan sólo el mihrab, indicador de la dirección en que deben mirar, al orar, es más consecuente con el Antiguo Testamento que nuestra religión cristiana, y más ahora, en la Semana Santa.

Toda la realidad queda confinada y ubicada de manera exclusiva en la divinidad trascendente, retirada, por completo, del mundo físico y sensible, entregado al uso profano de los hombres.

Monoteísmo, Politeísmo, Panteísmo.

¿Y el Cristianismo y la Trinidad (tres dioses: Padre, Hijo y Espíritu Santo?.

Últimamente se extiende la teoría de que la invasión musulmana, en 711, en España fue para luchar contra el politeísmo de la Trinidad, con la guerra santa y en nombre del único Dios verdadero, Alá.

1 comentario:

  1. Si no tuvieras ni idea de lo que es la religión cristiana-católica y lees tu artículo "Lo sagrado y lo profano" terminas pidiendo el Corán o cualquier otro libro de otra religión para intentar no encontrarte con tantos ritos, actos, mandatos, imágenes, vetos, etc. que además te obliguen a creer cosas tan inaceptables - aunque si no lo haces eres anatema - como la trinidad, y demás.
    Eso si no eres creyente o conocedor del tema, si ya lo eres, se te vuelve a presentar las ganas de dejarlo.

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