lunes, 21 de abril de 2014

8.- 13. EL HOMBRE: ANIMAL RELIGIOSO. LOS RITOS.


Ritos y Mitos, Mitos y Ritos son inseparables.

El mito se recita y se realiza en el ritual, en el acto de ejecutar el rito, al tiempo que el mito justifica el rito.

El rito es una acción gestual, corporal, pero no una cualquiera, a gusto del que lo ejecuta, sino que ya viene regulado y sometido a normas, por una tradición.

El rito es un gesto estereotipado en una época concreta, aunque pueda cambiar y seguir siendo, durante otra época, otra vez estereotipado.

Recordar, hasta el Concilio Vaticano II, la misa en latín y de espaldas al pueblo.

Los ritos son gestos eficaces.

¿Qué porcentaje de eficacia corresponde a la divinidad en nombre del cual se ejecuta y qué parte corresponde al sujeto que lo ejecuta?

Las curaciones de Lourdes ¿son efectos de la Virgen o de la intensa fe que el sujeto pone en el rito?

Bien sea por la magia que poseen los ritos bien sea por la confianza que uno pone en el rito, lo cierto es que, a veces, funcionan y se obtiene la gracia pedida, el milagro solicitado.

Por ejemplo:

Recuerdo, de monaguillo, las Misas Gregorianas que, tras ser ofrecidas por “la intención” de un difunto, durante 30 días consecutivos (no podía saltarse ningún día) se prometía que el alma del difunto pasaría del Purgatorio a la Gloria.

Una tradición que arranca en el siglo VI, cuando el Papa San Gregorio Magno decía haber tenido una revelación por la que constató que un religioso, llamado Justo, había pasado del Purgatorio a la Gloria gracias a la celebración de la Santa Misa durante 30 días consecutivos.

Las misas, naturalmente, se pagaban.

Y se convirtió en una práctica corriente por lo que cómo no iban a encargar dichas misas los familiares en recuerdo del familiar difunto, para sacarlo del Purgatorio.

Es el dogma de la Comunión de los Santos, una especie de Banco Espiritual en el que van ingresándose buenas acciones y éstas repercuten en el bien de todos.

La Comunión de los Santos es el llamado Cuerpo Místico de Cristo, siendo Éste la cabeza y el cuerpo formado por la Iglesia.

La Iglesia está compuesta de:

.- La Iglesia Triunfante, formada por todos los Santos, ya disfrutando eternamente en el cielo.

.- La Iglesia Purgante, formada por las almas del Purgatorio que, al no estar purificadas totalmente, tienen que “purgar”, temporalmente sus pecados, pero que ellos no pueden ya ayudarse a acortar ese tiempo de espera para pasar a la Gloria.

.- La Iglesia Militante, formada por los vivos, los que con oraciones, limosnas, sacrificios,…. y encargando Misas Gregorianas podemos ayudarlos con las indulgencias que vayamos ganando.

Suponiendo que nuestro difunto ya esté en el Cielo, al haber ese Banco Espiritual, los beneficios de las misas repercuten en otras almas.

La Iglesia Triunfante ya intercede por todos.

La Iglesia Purgante no puede sino “pagar/purgar” por los pecados cometidos y purificarse.

La Iglesia Militante, nosotros, sí que podemos “hacer ingresos espirituales” para bien de todos.

Esa es la Comunión de los Santos, la Comunión de los Bienes de la Iglesia.

Todo lo bueno que uno, de cualquiera de las Iglesias, hace repercute en los demás miembros, en el Cuerpo Místico o Iglesia.

Igual que todo lo bien que funciona un órgano (el estómago, los pulmones, el riñón,…) repercute en el bien de todo el cuerpo.

Y NOS LO CREÍAMOS, Y LAS OFRECÍAMOS TAL COMO LO ORDENABA LA IGLESIA.

Aunque el rito fundamental siempre ha sido el “sacrificio”

“Sacri” (“sagrado”) “-ficio” (“facere”, “hacer”).

Es convertir, hacer, una cosa no sagrada en sagrada.

Casi todas las religiones han practicado el “sacrificio”, no sólo con animales, inmolándolos a Dios/dioses/divinidades, también sacrificios humanos, muchas jóvenes, vírgenes, vestidas de blanco, para que le fuera grato a los dioses y que eran inmoladas  para pedir que lloviera, que dejara de llover, para ganar la batalla, para curarse de una enfermedad, para no morir, para alejar la peste, para que la cosecha fuera abundante y buena…

(Aún recuerdo, cada año, por primavera, la “bendición de los campos”, en procesión, a las afueras del pueblo, por los cuatro puntos cardinales). 

Ritos de “bienvenida o de iniciación o entrada en la iglesia” como el Bautismo, apenas recién nacido (“para que no muriese “moro” y tener que ir al Limbo”) la Primera Comunión a una edad cuando apenas comienza la actividad racional y que vaya instalándose la creencia, la boda con la amenaza (¿) de la indisolubilidad (“lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”), el rito del entierro (“tierra a la tierra, ceniza a la ceniza, polvo al polvo”), o el Miércoles de Ceniza (“recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”).

Hoy mismo, las procesiones de Semana Santa en mi Málaga, con esa majestuosidad de los tronos recorriendo sus calles y, de cuando en cuando, la saeta lastimera.

Los dioses, todos, parecen tener sed de sangre y gusto por el olor a quemado.

¿La Crucifixión y muerte en la cruz, de Jesús de Nazaret, fue un sacrificio o, simplemente, un homicidio/asesinato más, por parte del poder civil y religioso?

En su tiempo, un negocio y una fuente de ingresos de la religión judía era el mercado (compra-venta) de animales a la entrada del Templo de Jerusalén, para ser ofrecidos en sacrificio a Yahvé, así como el cambio de moneda (como si su dios no conociera el valor de otra moneda que no fuera la que ordenaban los sacerdotes).

Es natural su cabreo (del Sanedrín) cuando Jesús entró como elefante en cacharrería y les fastidió el negocio.

Lo de Yahvé con Abrahán, no tiene gracia.

Un hombre al que su dios le manifiesta que, aunque está en su vejez y no tiene hijos, su descendencia será mayor que las estrellas del cielo.

Tiene un hijo y, al ser “primogénito” le ordena que se lo sacrifique.

Inexplicable.

Parece una broma de mal gusto.

La misma María, cuando nació Jesús, primogénito (¿unigénito?) tuvo que ofrecérselo a Yahvé (según la ley mosaica), la “Presentación en el Templo”, pero sería rescatado ofreciendo un par de tórtolas o palomas

La misa, se dice, es un “sacrificio incruento” (sin sangre).

Pan y vino son los típicos alimentos mediterráneos.

Si el pueblo elegido hubiera sido esquimal el sacrificio de la misa habría sido de otra manera.

Ya hemos dicho que “sacrificar” es pasar un objeto o animal o persona, del ámbito profano al ámbito sagrado, retirándolo del uso común y se materializa destruyéndolo.

El pan ácimo, sin levadura (algo profano) tras las palabras mágicas/sagradas del sacerdote, deja de ser pan y pasa a ser “cuerpo de Cristo” (algo sagrado)

Igualmente el vino (algo profano) pasa a ser “sangre de Cristo” (algo sagrado).

El sacrificio-ofrenda es para ganar la benevolencia de Dios, para expiar los pecados, para interceder por otro, vivo o muerto.

Con el sacrifico-comunión el hombre se nutre, se alimenta, de la víctima sacrificada, en un banquete ritual, con la finalidad de asimilar la substancia y potencia propias de lo sagrado.

El rito antiguo de comulgar en ayunas y tras haber confesado y cumplido la penitencia era para eso, para no mezclar en el estómago lo sagrado con el alimento profano.

Al tiempo que el cuerpo necesita alimento, también el alma.

Si allí procura la salud material o corporal, aquí procura la gracia o salud espiritual.

La postura o posición del cuerpo, respecto a Dios, es la postración (de rodillas, en genuflexión, con inclinación de cabeza, sin gorro los varones y con velo las mujeres, con las manos juntas,…) mostrando, así, el reconocimiento de la superioridad divina, con la humillación humana.

Los que ya peinamos canas recordamos el 5º Mandamiento de la Santa Madre Iglesia: “pagar diezmos y primicias a la Iglesia de Dios”.

Diezmos: la décima parte

Primicias: los primeros.

La tradición de los diezmos y primicias arranca de la Edad Media y llegará hasta el 1.836-37

Tres tipos de Diezmos:

.- Mayores  (trigo, cebada, centeno, lino,…)

.- Menudos o menores (corderos, lechones, crías mulares, caballares, lanares,…) y también de vinos, miel, verduras, hortalizas, garbanzos, patatas,..

.- Personales (fruto del trabajo).

Tanto el Estado (sociedad civil) como la Iglesia (sociedad espiritual) necesitaban recursos para su funcionamiento.

La Iglesia, de esta manera, fue acumulando mucha riqueza, formando un enorme patrimonio, aunque también, es cierto, ejerciera la beneficencia, quedando liberado/eximido el Estado.

Hablamos de orfanatos, hospitales, escuelas asilos, cementerios,…

Igualmente sufragaban los gastos de las misiones y misioneros, que necesitaban recursos para abrir caminos, excavar pozos, crear dispensarios, enseñar a cultivar la tierra,…

Por lo general, los diezmos de los ganados, eran traducidos y cobrados en dinero.

Sólo así puede explicarse el enorme patrimonio, tanto mobiliario como inmobiliario, tanto cultural como artístico, que fue amasando a lo largo de los siglos.

Actualmente es el Estado el encargado de cuidar  de la educación, sanidad, dependencia,…. con los diversos impuestos, incluido el I.R.P.F.

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