miércoles, 1 de agosto de 2018

NIETZSCHE 10 LOA NUEVOS FILÓSOFOS (2)



El espíritu europeo ha ido paulatinamente nivelando y degradando hasta la mediocridad todas las costumbres, como si el acuerdo y el apoyo de “los más” fuera/tuviera que ser el de “los mejores”.
Quizá fuera necesaria una gran guerra no contra nadie sino una “guerra de espíritus” contra los antiguos valores que siguen luchando por mantener su preeminencia y preservar el antiguo orden, sólo así saltarían por los aires las formaciones de poder de la antigua sociedad, basadas en la mentira: “habrá guerras como jamás las ha habido en la Tierra…”

Se confundiría la Filosofía con la nueva Ética y, una vez destruida la metafísica platónica, se impondría la nueva escala de valores, valores radicalmente éticos que eliminen toda confusión entre Ética y Moral.

Si los antiguos valores y la antigua valoración representan la mentira y la muerte cuyo producto es el odio contra la vida, el producto de la nueva Ética será poner a la vida en el centro de todo.
Contra el pesimismo y el nihilismo la nueva filosofía propone el optimismo por la nueva vida ajena a todo ideal escatológico.

Ya sabemos que Nietzsche culpa a Sócrates de introducir el cientifismo en la filosofía y una valoración moral de esta vida, que su discípulo Platón la llevará al cénit.

Matar a Dionisos y entronizar a Apolo como el único dios, de ahí que el conocimiento ha sido el conocimiento apolíneo de la realidad, que será un conocimiento científico, un saber lógico, ordenado, sistematizado, que se confunde con el poder político y democrático, arrinconando el conocimiento trágico y artístico.
El conocimiento científico, frío, lógico, de utilidad, seguro del mundo, pero sin preguntarse por el valor de la existencia, sólo robándole secretos al funcionamiento de la naturaleza para aprovecharse de ella, para un pretendido bienestar terrenal, en detrimento del planeta mismo, esquilmándolo y rompiendo su propio equilibrio.

Una vez superado el primer Nietzsche, despojándose de su propio pasado intelectual y académico, comienza el segundo Nietzsche, el de sus nuevos y claves conceptos, el del “martillo” que “destruya todo lo creído, exigido, santificado durante siglos” para poder construir el nuevo mundo.

Sólo así puede entenderse el Zaratustra, ese “libro para todos y para nadie” (¿qué puede significar esa expresión?), por eso en el Ecce Homo dice: “algún día se sentirá la necesidad de crear instituciones en que se viva y se enseñe como yo sé vivir y enseñar; (…) Incluso cátedras especiales dedicadas a la interpretación de Zaratustra. Pero estaría en completa contradicción conmigo mismo si ya hoy esperase yo encontrar oídos y manos para mis verdades”.

¿Qué quiso plantear?, ¿de qué o de quiénes se reía con su libro?, ¿a quién, realmente, atacaba? ¿Qué construía o quería construir?

“Yo he dado a la humanidad el libro más profundo que ella posee, mi Zaratustra”.
Y es verdad que es un libro singular.
A mitad de camino entre la literatura y la filosofía, a mitad de camino entre la filosofía y la poesía, libro con un lenguaje propio, un estilo propio, un sentido propio.

En el libro se plantea una Filosofía Nueva y un Filósofo del porvenir, parodiando al evangelio y utilizando un antiguo profeta para destruir, a través de él, la tradición moral y metafísica y construir un “disangelio”, algo que se parezca a una nueva doctrina en la cual Occidente pueda beber nuevamente y originar nuevas fuentes de pensamiento y de vida.

El Zaratustra contiene la Nueva Filosofía y las fórmulas que conducen al porvenir.

Zaratustra habla con la multitud, con compañeros de viaje, con discípulos, con los animales y consigo mismo.

Es, fundamentalmente, un Discurso Ético, contiene una Ética para el porvenir y, desde luego, la imagen de un filósofo por venir.

Es necesario separar la Filosofía de la Ciencia y plantear al filósofo como distinto al hombre científico.
Hay que combatir la idea de que el científico es superior al filósofo, producto esto del desorden democrático.
La ciencia no puede pretender colocarse por encima de la filosofía y, mucho menos, destruirla bajo argumentos plebeyos como el de la “utilidad” o el poco sentido que la filosofía tiene en la cotidianeidad contemporánea.
El auge alcanzado por la ciencia en el último siglo ha permitido el florecimiento del menosprecio a un conocimiento considerado esencial en la historia de Occidente.

La autoglorificación y autoexaltación del científico están en pleno florecimiento y en su mejor primavera.

“Nada de “dueños” –que es lo que quiere el hombre plebeyo.
Y después de que la ciencia se ha liberado, con el más feliz éxito de la Teología, de la cual fue sierva durante muchos años ahora aspira, altanera e insensata, a dictar leyes a la filosofía y a representar el papel de “Señor” -¡qué digo¡ - de filósofo.

Detrás de esta inversión de papeles se percibe el aplebeyamiento de las costumbres y la forma de cómo los sistemas democráticos han entendido las relaciones de poder.

Ese optimismo científico es el mismo optimismo racionalista, el optimismo socrático.

Y la filosofía, desde hace mucho tiempo y hoy, más que nunca, se encuentra acorralada por el criterio de “poca utilidad”, esgrimido como arma de batalla.

¿Qué decir de las ingenuidades que, sobre la filosofía, dicen los nuevos científicos, y los filólogos, y los pedagogos?


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