Si tuvieras una sola bombilla y tuvieras que iluminar la habitación ¿dónde la colocarías?.
Naturalmente, en el centro.
¿Por qué el sol, como bombilla, no “debería” estar en el centro del universo, y ser, éste, el universo, “heliocéntrico y helioestático”?.
Dando por supuesto la “sabiduría divina”, ¿iba a colocar la bombilla girando alrededor de la tierra?.
Parecía un argumento “lógico” para ensayar la hipótesis heliocéntrica y helioestática.
Pero las hipótesis son sólo eso, hipótesis.
Incluso los cálculos astronómicos se predecían mejor, al principio, con la hipótesis geocéntrica y geoestática.
Pero a la Iglesia “le interesaba” resaltar la bondad divina y la determinación de colocar al hombre en el mejor lugar del universo, en el centro.
La insistencia de Galileo, los estudios de Brahe, el genio de Kepler y, finalmente, Newton, acabaron por ponernos a girar alrededor del sol.
Las órbitas elípticas y movimiento no uniforme acabaron por secularizar los cielos y echar por tierra el éter, como el 5º elemento, perfecto, totalmente distinto a los otros 4 clásicos.
Pasaron los años con la humillación/decepción astronómica asentada pero, al menos, creíamos en que Dios, el sexto día de la creación, nos había hecho a su imagen y semejanza.
Éramos la obra original y más perfecta de Dios.
Parecía que Dios, tras entrenarse, creando, durante 5 días, en el sexto puso todo su esmero y creó a la criatura humana.
PERO, llegó la 2ª HUMILLACIÓN, la BIOLÓGICA.
Nos la proporcionó un INGLÉS, Charles DARWIN, sobre todo con sus obras “El origen de las especies por medio de la selección natural”, en 1.859 y, posteriormente, “El origen del hombre”, en 1.871.
Viene a decirnos que descendemos de animales que nos han precedido en la evolución.
Es decir, que “no hemos sido creados, expresamente, por Dios, el sexto día de la creación,…..”, que somos, sencillamente, el fruto final (de momento) de unos ancestros prehomínidos que, a través de una “selección natural”, de una “lucha por la vida”, de una “selección sexual”,… hemos llegado hasta aquí, tras muchos años. Que no aparecimos, de golpe y porrazo, salidos de la mano de Dios, sino de la naturaleza animal, tras muchos avatares.
Éramos un “animal evolucionado” que, tras varios intentos fallidos, había llegado hasta aquí, hasta nosotros.
NI EN EL CENTRO, NI CREADOS. Dos DECEPCIONES. Dos HUMILLACIONES. Nuestro amor propio, herido.
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